LA DECADENCIA GRADUAL

Hay muchas circunstancias que nos rodean en estos tiempos que pueden ser difíciles de comprender, y a veces hasta nos resultan insoportables de aceptar. Como ejemplo extremo sería como aquella persona que nació y se crió toda su vida en el Sahara, que sufrirá tremendamente los cambios si es llevada al frío de Alaska, o viceversa. En ocasiones, esos cambios pueden llegar a afectarlo de tal manera que solamente pensará en huir en cuanto le sea posible de tales condiciones, y si no puede, su vida se volverá tan insoportable que caerá en enojo o en depresión y hasta en el extremo, puede llegar a pensar en que no vale la pena seguir viviendo bajo el peso de semejante tortura.

Con este ejemplo intento señalar que cada persona tiene ciertos parámetros fijados en su vida al grado de llegar a sentirse como un pez fuera del agua cuando las circunstancias lo llevan a un cambio radical, es decir, a vivir situaciones que contradicen sus principios naturales y además, le resultan incomprensibles e inaceptables.

Muchas veces, el Plan o Anteproyecto de Vida de cada persona no está siendo cumplido tal como fue planeado antes de nacer, dado que la persona se instala en su Zona de Confort y se niega a salir de ella, por lógica comodidad; y por lo tanto, se aleja así de nuevas experiencias y aprendizajes.

O sea, la persona se restringe a su mínima expresión de forma de no esforzarse, y de esa forma, estanca su crecimiento. Entonces, no deja otra opción a que el Yo interior decida dar un sacudón a la persona y movilizarla, sin que importe cómo esto impacte en la materia consciente (el cuerpo físico).

Estas dificultades y restricciones están destinadas a que la persona se supere a sí misma, apele a potenciales no descubiertos o no utilizados, con el fin de capitalizar tales esfuerzos dedicados a superar las nuevas situaciones. Sin embargo, en el sentido nefasto, esta condición está perfectamente estudiada y analizada por quienes consideran que es necesario reducir la población mundial, y además no solamente utilizan estos principios en forma activa, sino que ha llegado su impunidad a tal grado que hoy en día se los ve declarando públicamente por los medios, a cara descubierta, que “de alguna forma” son necesarios menos habitantes sobre el planeta y hay que hacer algo sobre ello.

Esta clase de especímenes desnaturalizados deberían ser juzgados por la sociedad bajo el cargo de apología de genocidio porque no hay otra forma de reducir la población que matando seres humanos, que es precisamente lo que están haciendo, no con el virus sino con su aparente solución, la “vacuna que no es vacuna”, llena de venenos que conducen al sufrimiento y a la muerte.

Si a una computadora se le preguntara por la forma de reducir el hambre mundial, respondería que deben producir el doble de alimentos; pero si se le condicionara que eso no es posible, sin duda respondería: entonces ELIMINEN A LA MITAD DE LA POBLACIÓN. Pues bien, tanto el hambre mundial, así como las guerras, están artificialmente provocadas, por lo que queda la segunda opción, y perversamente, ésa es la que han elegido.

Hace décadas que ya lo están haciendo abiertamente, como parte de la Agenda 2030, contaminando el agua, el aire y el suelo liberando mercurio, arsénico, cloro, flúor, y otros productos mortales, arruinando la Naturaleza a la que dicen querer proteger.

Lo hacen exterminando especies enteras, talando bosques, incendiando selvas , envenenando el aire mediante los vuelos con que rocían bacterias en la altura (chem-trails), alterando la genética de los alimentos naturales, y creando nuevos “alimentos y bebidas novedosas” que contienen sustancias químicas que a la corta o a la larga, arruinan la salud de quien los consume.

Pero, al parecer, esto no les termina de dar los resultados esperados o al menos, la especie humana no se reduce al ritmo esperado y hace décadas ya que vienen practicando el uso de un arma invisible que a la corta o a la larga, lenta pero inexorablemente, terminará con la mayoría de la Humanidad salvo algunos grupos minúsculos que sepan identificarla y contrarrestarla.

Todos los grandes imperios, según nos muestra la Historia, han sido desbaratados “desde adentro”, es decir, corrompiendo a sus integrantes y así, debilitando sus estructuras de forma de que caigan por su propio peso. Debido a estudios de la Ingeniería Social, se han detectado formas de corrosión de los pilares fundamentales, los que serán socavados hasta lograr la autodestrucción del sistema que lo estructura.

Una eficaz manera de lograr esto, desde adentro (o sea, por sí misma) es fomentar la decadencia de la especie. Más allá de los experimentos genéticos que comenzaron en la década del ´50, fruto de los cuales hoy nacen criaturas deformadas humanas y no humanas, híbridos genéticos y cuya existencia resulta inexplicable cuando salta a ser conocida, auspician mundialmente la diseminación de un arma letal cuyos principios existen en la estructura básica de las personas: la decadencia gradual, la degeneración de la especie con vista a eliminarla o reducirla drásticamente a un grupo manejable.

No todas las personas contienen ese “gen” básico que las lleva hacia el retroceso, sino que a través del establecimiento de nuevas modas y costumbres, le hacen creer a las nuevas generaciones que están “reinventando el mundo” cuando en realidad, sólo contribuyen a destruirlo o deformarlo a medida de los deseos de sus amos invisibles.

Ellos, estos nuevos personajes, en su patética ignorancia, sirven a sus amos muy felices expresando en la TV: “Hemos venido para destruir todo”. Estos nuevos niños, teniendo cama, comida y agua caliente, deciden que van a cambiar el mundo, destruyéndolo. Es suicida destruir todo sin tener los medios y los proyectos para des-construir y reemplazar lo que haya sido eliminado, pero por supuesto a un adolescente es muy sencillo lavarle el cerebro y convencerlo que él construirá un mundo nuevo, vaya a saber cómo, pero no importa; “vamos viendo”.

Ya pasó con la Juventud Hitleriana, y no ha pasado aún un siglo de eso; una copia bastarda ha sido la Juventud Peronista, hábilmente llevada a cometer secuestros, asesinatos y otras tantas clases de crímenes en pro de la bandera de establecer un nuevo sistema político de sometimiento.

Sin duda que estos niños contribuirán a construir un nuevo mundo, pero muy alejado de lo que ellos esperan, y quién puede saber si dejarán que ellos mismos lleguen a contemplarlo, siendo que esta vez se trata solamente de una manipulación genocida en la que está previsto usar a estos ejemplares descartables y eliminarlos cuando ya no sirvan.

La Historia está llena de estos procesos indignos, pero en su soberbia ingenuidad, en su infinito desconocimiento, estos “niños prodigio” menosprecian el inmenso valor de la Historia que posee tanto las claves de la superación como las razones del fracaso.

Hay infinidad de ejemplos, pero hay que estar atentos para descubrirlos, como ser, el reconocimiento legal de los matrimonios gays, que tiende a destruir el núcleo básico de la existencia humana: la familia tal como la conocíamos desde tantos años atrás.

Esto no sería tan grave si estos “matrimonios” luego no intentaran adoptar niños que crecerán deformados en la confusión de tener dos papás y ninguna mamá, o dos mamás y ningún papá. Inevitablemente, estos desafortunados niños carecerán de uno de los dos potenciales necesarios: el femenino o el masculino. Eso altera y perjudica la energía familiar condenando al grupo a infinidad de futuros inconvenientes y conflictos, tal como lo expresa Bert Hellinger en su técnica de las Constelaciones Familiares, aprendida de ciertas tribus africanas que la practican como sanaciones tradicionales de conocimiento ancestral.

O bien, como ha sucedido hace poco, un hombre que se ha cambiado el sexo a mujer, ha fecundado a su pareja, una mujer que se ha cambiado el sexo a hombre, y acaban de tener un niño que crecerá atrofiado psíquicamente en su confusión de los roles masculino y femenino.

Otro ejemplo, la naturalidad con que hoy se legaliza y se estimula, es un frío asesinato enmascarado: el aborto.  Han generado la “cultura” para llamarla de alguna manera, en la que el derecho inherente a la vida ha dejado de ser un derecho propio y queda en manos de la consciencia o la inconsciencia de otra persona que ha sido manipulada mentalmente por terceros, y que en su propia inconsistencia moral ha preferido adoptar propuestas ajenas, sin discernir si son correctas, éticas, humanas, o no.

Pero aún existe otro imperceptible pero no menos maquiavélico plan que ha parecido tener importante éxito en la Humanidad: la decadencia en la educación. Cabe expresar que ninguno de estos proyectos creados por psicópatas habría tenido lugar sin la aceptación pública, debido a su evidente carencia de conciencia.

La Humanidad está bombardeada desde casi una centuria por inducciones de Control Mental (Proyecto MK-Ultra) que en principio afectaban la mente de las personas débiles de carácter, y en la actualidad lo han perfeccionado a tal punto que actúan aún sobre el clima y los terremotos (antenas del HAARP).

Esto tiene un efecto desastroso sobre las mentes y los comportamientos de las personas. Estas radiaciones en ocasiones son superficiales, pero en otras, son irradiadas desde bases subterrenas, a kilómetros de profundidad bajo las ciudades principales. En mentes débiles, pueden acarrear terribles consecuencias, hasta incluso instalar pensamientos o sentimientos que la persona naturalmente no experimentaría.

Hoy es muy común (hace 50 años no lo era) presenciar que un niño insulte y agreda a un adulto, aún siendo su padre o su madre. Tampoco muchos niños tienen conciencia del respeto y de su ubicación en el lugar que les corresponde; se puede ver menores de 10 años cómodamente desparramados en un asiento de un colectivo mientras que un anciano o anciana, que apenas puede con sus huesos, debe permanecer de pie.

Y así, hay cientos de tristes ejemplos de esta índole: las maestras son agredidas por sus alumnos o por los padres de los mismos cuando remarcan la insuficiencia de conocimientos del alumno o les impiden usar el celular para copiarse.

Hubo hace años un caso en que un padre le hizo juicio a la profesora que le quitó un papelito en el que alumno tenía anotadas las respuestas del examen, aduciendo que el papelito era propiedad del menor. Y así, podría citar cientos y cientos de ejemplos, y seguramente el lector conoce otros tantos.

Los niños ya no piden permiso, simplemente se apoderan de lo que quieren o atropellan a personas mayores sin siquiera parpadear porque quieren pasar primeros; tampoco suelen dar las gracias, difícilmente se les caiga un saludo, menos todavía pedir disculpas y sentirse responsables de una falta. Hace una década, le pregunté al hijo de mi pareja, porqué en los jueguitos de conducción de un auto, daba vueltas cerradas en las esquinas atropellando y pasándole por encima a los transeúntes.

Le pregunté si eso estaba penado por el juego, pero me respondió que los puntos obtenidos superaban el descuento de la penalización; así se les enseña a los niños a que hay que dejar de lado la moral con tal de lograr un objetivo. Eso se llama CORRUPCIÓN.

Estas modificaciones, que propositalmente se le han dado el nombre de “nuevos derechos”, consisten simplemente en llevar a cabo el adoctrinamiento de una decadencia gradual en la conducta humana buscando que, al llegar a un extremo, lleve al enfrentamiento de todos contra todos, y no es sino otra forma perversa de reducir la población mundial.

El plan es sencillo pero efectivo: hacer creer mediante los medios y la cultura del momento, en que está bien darles todos los derechos a los menores “porque ya son grandes”, pero no exigirles responsabilidades “porque todavía son chicos”. De ese modo, los padres y los educadores van perdiendo gradualmente un poder que es rápidamente tomado por los menores y manejado por los perversos adoctrinadores.

Presencio todo el tiempo cómo los niños interrumpen a los gritos y sin ningún preámbulo las conversaciones de los adultos, o sus llamadas por teléfono, teniendo los demás adultos que esperar a que el padre o la madre resuelvan el “urgente y vital” requerimiento del malcriado, que a toda costa, sólo busca obtener protagonismo.

Una gran cantidad de asaltos, robos y asesinatos sin sentido es cometida hoy por menores que tienen muy en claro que por no haber cumplido los 18 años, la ley no los considera responsables; aún más, adultos delincuentes los utilizan para cometer delitos, vender droga, efectuar asaltos, asesinar, disparar armas sin motivo, y así. Los conocidos “soldaditos” de la droga son un claro ejemplo de ello, menores que esperan ser ascendidos a narcotraficantes o sicarios a sueldo para obtener ingresos importantes sin tener que estudiar ni trabajar decentemente. Así comenzó su “carrera”, el nefasto Pablo Escobar, el colombiano Rey de la Droga.

La sociedad se está autocorrompiendo propositalmente, a fin de que los delitos practicados por funcionarios, políticos y personajes encumbrados pasen cada día más desapercibidos y sean considerados como una travesura, y hasta “normales”. Hoy tenemos que soportar presidentes de la Nación que en su campaña electoral pronuncian una serie de propuestas y promesas, y al llegar al poder, hacen EXACTAMENTE LO CONTRARIO, y nadie, ni Dios ni la Patria, se lo demandan.

Estos inmorales, decretan prohibiciones que ellos mismos y sus amigos, no tienen el menor reparo en violar. Y la sociedad en general, lejos de reclamarles, solamente se encoge de hombros y dice, resignadamente: “Y qué le vas a hacer”. Ésa es la prueba de que el lavado de cerebro está dando excelentes resultados, y hasta, aniquilando los restos de cerebro que les quedaba.

Hoy está de moda la impunidad, disfrazada de Derechos Humanos (que no son derechos ni humanos) de forma que cada quien puede hacer lo que su conciencia o su inconciencia se lo permita, siempre contando con tener influencias convenientes, de forma de terminar impune. Y si es posible, llegar a la Presidencia.

Recuerdo en mi niñez un dicho que en ese momento no entendía: “Hacete amigo del juez”. Hoy no solamente tiene más vigencia que nunca, sino que además se le ha agregado: “Hacete socio del juez o sino, aprendé a cómo apretarlo para que haga lo pactado”. “Hay que salir a apretar a los jueces” dijera una muy conocida política argentina.

Y nuestros niños crecen en este tipo de ambiente, por lo que para ellos, en su adultez, estas desnaturalidades serán moneda normal y corriente: ser corrupto, traficante, criminal, asesino, sin que ello suponga nada condenable, sino al contrario. Lo prueban las fotos en las redes sociales en las que algunos menores se muestran orgullosos y sonrientes con una o dos armas en las manos. A esa decadencia moral gradual me estoy refiriendo; la sociedad se está convirtiendo lentamente en una “suciedad” a la que no estoy acostumbrado y que a esta edad ya nunca me acostumbraré.

En mi próximo artículo, LA TRAGEDIA SILENCIOSA, citaré textualmente las opiniones de un psiquiatra, que se refieren justamente a este tema y está dedicado a los padres; tal vez sea un poco tarde porque estos mismos padres en su mayoría ya perdieron el rumbo, puesto que fueron a su vez víctimas y al mismo tiempo, son un mal ejemplo para sus hijos.

Veo los gérmenes que provocarán la destrucción de la especie humana, pero nada puedo hacer a riesgo de ser tildado como “dinosaurio”, “gorila” o como mínimo, “intolerante”. Vamos llevados como sociedad hacia la perversión y la masacre, en realidad hacia el matadero, y la prueba es que nunca hubo tantos conflictos armados, guerras, divisiones, grietas, incomunicaciones, agresiones y delitos como ahora; esto es prueba de que ellos están ganando y los ciudadanos con valores decentes y principios morales rectos, van perdiendo terreno, tal como lo aventurara el viejo tango “Cambalache”.

Lo que me alerta es el sufrimiento y el karma que esto acarreará como consecuencia, del cual participará toda la sociedad en conjunto, y que se acelera notablemente día a día, sin que el habitante promedio despierte y tome conciencia de que es cierto el antiguo dicho: “El que mal anda, mal acaba”. En el fondo, esto tiene un origen que determina la realidad: la falta de amor. Parecería que la premisa de hoy es “odia a tu prójimo como a tí mismo” y no tiene visos de mejorar por el momento.

Así como la anécdota de la rana nadando en el agua de la olla que se va acostumbrando al aumento de temperatura gradual hasta resultar muerta hervida, así nuestros valores como sociedad y por lo tanto la existencia misma de la sociedad en su concepto primigenio, van siendo lenta e inconcientemente perdidos por el camino y llevados a su extinción, debido a la cuidadosa planificación engañosa que he elegido llamar como La Decadencia Gradual.

El Sendero del Ser. Bendiciones. Leo.

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