¿ACEPTAR O DAR LA BIENVENIDA?

Con solamente apelar al sentido común, podremos concluir que, así como nuevos interrogantes requieren nuevas respuestas, los nuevos procesos nos obligan a encontrar nuevas soluciones, así como nuevas circunstancias necesitan ser enfrentadas mediante nuevos conceptos. El 2020 ha sido un año clave que ha marcado un antes y un después en la historia humana, y ese antes, definitivamente necesita dejar el lugar a las nuevas estrategias que deberemos emplear para sobrevivir en el después.

Muchos conceptos deberán ser renovados, revisados, ampliados, corregidos y modificados acorde a las nuevas necesidades. Por ejemplo, cuando una persona está pasando por una situación difícil y generalmente inevitable, un tratamiento psicológico eficaz puede ayudarle a sobrellevar el momento, haciéndole reflexionar y permitiéndole ubicarse en la situación de forma de que le resulte lo menos traumática posible.

En tal caso, la Psicología y la Psiquiatría recomiendan adoptar la actitud de ACEPTAR como respuesta a fin de evitar males mayores en el sistema emocional del individuo. Tal recomendación tiene el objeto de hacer que la persona tome real conciencia de la situación, y la asuma con vistas a identificarla plenamente para luego trabajar sobre ella dentro de sí mismo, con probabilidades reales de superarla.

Sin embargo, no con el fin de menospreciar esta antigua técnica humana sino para hacer un aporte, mencionaré otra aún superior que me ha sido transmitida desde el Otro Lado del Velo. Este procedimiento mencionado en las terapias convencionales está destinado a mejorar el estado del individuo de forma que no lleve consigo resentimientos ni cicatrices que puedan condicionarlo en eventuales situaciones futuras, sobre todo, cuando las características de la nueva situación a enfrentar tienen cierta similitud con las anteriores.

Recuerdo que, hace años, en una conversación con mis Guías espirituales, yo les expresaba que sentía la necesidad de comprender primero las situaciones a fin de lograr aceptarlas, sabiendo que Ellos darían su opinión de aceptación o corrección sobre la validez de mis conceptos, con todo su amor y su deseo de enseñar.

Como de costumbre, la respuesta que me dieron estas Entidades me tomó por sorpresa; dado que Ellos desde su Dimensión pueden tener un entorno de vista superior frente a nuestro angosto punto de vista material, siempre callo, escucho, trato de recordar exactamente y luego me dispongo a rumiar por qué ha sido que me han respondido eso, a fin de incorporar un nuevo aprendizaje de una verdad, no sólo de una realidad definida como la que los mortales disponemos en este plano, sino de una visión mucho más completa desde otro Plano superior.

Ellos, en esa ocasión, respondieron: “Primero aceptar, para después comprender”. Claro que, en ese momento, yo no alcancé a vislumbrar la diferencia, pero luego pude concluir que era muy importante el ORDEN en la elaboración que se me sugería. Ellos sólo recomiendan; en uno está la capacidad de saber interpretar y adoptar la actitud correcta en consecuencia, para el propio beneficio.

Parecería lógico entonces que, según nuestros mecanismos mentales y emocionales humanos, figurativamente no podemos digerir aquello que primero no hayamos masticado, y tampoco podemos masticar lo que aún no ha sido introducido en la boca, o sea, aceptado. Desde este punto de vista, no le encuentro contradicción alguna, y por lo tanto, sólo puedo continuar intentando descifrar y asimilar, para aprender a vivir mejor.

Con el tiempo, la Psicología ha comprendido esta situación, en parte, y por eso recomienda, en primer término, ACEPTAR las condiciones de la situación. Pero la tarea no está completa, dado que aceptar significa sólo “recibir voluntariamente algo que se ofrece o propone”; lo que implicaría una respuesta pasiva, es decir, recibir. Muy por detrás puede percibirse un cierto grado de resignación al aceptar, dado que la definición indica “disponerse a recibir”, o sea, como decir: “Bien, si lo das, lo tomo”. Esto señala un efecto de compromiso: “Me agrade o no, debo recibirlo”.

Ellos me han remarcado, en cambio, DAR LA BIENVENIDA en lugar de sólo aceptar. Uno acepta o no, recibir a alguien que toca a su puerta, una vez que ha reconocido quien es y a qué viene, pero le da la bienvenida a aquél que estima y considera, como una persona apreciada, en cuyo caso no sólo le abre las puertas de su casa sino las de su corazón; allí está la diferencia entre Aceptar y Dar la Bienvenida.

Aceptaré que pase aquella persona que yo reconozca primero en sus intenciones, pero daré la bienvenida abriendo la puerta sin condicionamientos cuando ni siquiera miro por el ojo de pescado que he instalado en la puerta, aceptando incondicionalmente, pero con buenas expectativas. Cuando doy la bienvenida, adopto una actitud valiente (y hasta desafiante y peligrosa) porque abro la puerta sin saber qué me espera tras ella, confiado en que sabré resolver la situación. Para ello deberé ser muy sabio, o de otro modo, muy inconsciente, ya que pueden darse las dos posibilidades.

¿Qué significa DAR LA BIENVENIDA? No solamente aceptar, sino abrir los brazos y recibir con alegría o al menos, con cierta expectación y curiosidad lo que está viniendo, sea lo que sea, en la certeza de que algo bueno va a dejarnos, aunque no sea visible a primera impresión. Aceptar representa una actitud pasiva, dar la bienvenida implica algo más, así como una predisposición a actuar en función de los requerimientos, a recibirlos de buen grado, con intención activa.

Hace mucho tiempo, me angustiaba y me preocupaba la aparición de cualquier problema serio, como es natural en la mayoría de la gente. Más tarde, comprendí que, si estaba bien parado ante la situación, debía aceptarla y asimilarla cuanto antes, a fin de solucionarla. Con el tiempo, comprendí que tras ese problema siempre se escondía una oportunidad, y hoy puedo decir que le doy la bienvenida de inmediato porque comprendo que siempre un residuo positivo, ese “problema” me dejará, dependiendo de mi habilidad para encontrarlo. Esta habilidad se va desarrollando con la práctica y deja un refuerzo muy importante en la confianza y en la valoración de sí mismo.

Algo así me sucedió cuando era un niño y fui creciendo. Debido a una infancia de malos tratos, comencé a practicar artes marciales para defenderme eficazmente de las agresiones de mis compañeros de escuela; pero a medida que iba aprendiendo, comprendí que era más conveniente esperar adecuadamente la agresión del otro a fin de tener la opción de elegir la respuesta más apropiada. Y de ese modo, aprendí a no agredir, sino a esperar y a responder con la respuesta que más me beneficiara ante la eventual agresión.

Más tarde, fui adquiriendo tal confianza en que podía responder eficazmente, que dejé de lado la preocupación por estar a la defensiva, teniendo la convicción de que de alguna manera iba a salir del paso, al grado de comprender que muchas veces la agresión ni merecía ser respondida, porque sólo una mirada directa bastaba para mostrar que la situación era impropia y así, terminar pacíficamente con el episodio.

Y de allí, pasé a entrenarme en el diálogo, en la negociación, en la integración. En el amor en lugar del odio, en la unión en lugar de la separación. Aprendí a acercarme a mis oponentes y a cómo convertir enemigos en amigos, o al menos, a desactivarlos. Y al final, a darles la bienvenida, porque si se encontraban en mi entorno, algo tenía que obtener como aprendizaje de ellos.

Debo aclarar, sobre todo a quienes puedan pensar que mi actitud puede ser temeraria o peligrosa, que también comencé a estudiar Astrología para aprender a conocer a los demás y disponer de información sobre ellos, pero al final, logré comprender y terminé aplicándola en conocerme a mí mismo integrando a los demás a mi mundo en cada grado de mi Carta Natal. Porque todos somos parte de todos aquellos con quienes nos relacionamos.

Para tranquilidad de quien lee, aprendí a través de la Astrología que DE NINGUNA MANERA A ALGUIEN HABRÁ DE SUCEDERLE ALGO QUE NO HAYA SIDO CONTEMPLADO PREVIAMENTE en su Plan de Vida, diseñado antes de su nacimiento. Y por lo tanto, no puede haber en nosotros ninguna pregunta que haya sido planteada en nuestra vida para la cual no podamos encontrar la respuesta. Si te encuentras con un clavo, busca, porque por allí cerca encontrarás al martillo.

Así como en la Carta Natal están detalladas las condiciones de nuestro nacimiento, así estará trazado el camino de aprendizajes y aún, hasta la forma de nuestra partida de este mundo. Nada favorable o desfavorable habrá de ocurrirnos que no esté planificado como para dejarnos un aprendizaje; es más, de ese modo, comprenderemos que nada es favorable o desfavorable sino dependiendo de nuestra reacción. Esto implica que estamos habilitados para dar la bienvenida a las situaciones en lugar de sólo aprender a aceptarlas, sin miedos, sin angustias y sin atormentarnos previamente.

Siempre insisto en la única respuesta viable a la ecuación satánica de Problema – Reacción – Solución, en la cual ellos, los globalistas, primero generan un problema a fin de que reaccionemos pidiendo la solución que anticipadamente ellos ya tenían planificada para su propio beneficio. La respuesta apropiada a esto es esta otra ecuación: Problema – Oportunidad – Beneficio en la cual también se reacciona ante el problema, pero dándole la bienvenida a fin de encontrar la oportunidad y hacerse con el beneficio que trae consigo.

¿Qué decidirás hacer con las complicaciones en tu vida de ahora en adelante? ¿Sólo aceptarlas o te atreverás a darles la bienvenida?

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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