LA MEJOR FORMA DE CERRARSE LAS PUERTAS EN LA VIDA

– Hola… ¿Esta caja está para funcionar o estás cerrando?

– …. (silencio)

– Es sólo para saber si te espero o si me paso a la otra caja…

le estaba diciendo a la cajera del supermercado, quien estaba inmersa en la complicada tarea de cambiar las bobinas de papel de la caja registradora y del posnet, y que sin mirarme me respondió:

– Como guste.

– Bueno, pero eso no es lo que te pregunté… le respondí, y de inmediato me cambié de caja.

Aquí tenemos un particular ejemplo de Transacción Cruzada. Una transacción se suele cruzar no solamente cuando el diálogo se establece con uno de los participantes hablando como adulto y el otro, en la infantil postura de un niño. En este caso se trató de un diálogo en el cual participábamos dos adultos, hablando como adultos, pero en el que la respuesta no era coherente a la pregunta ni ayudaba en aclarar nada.

La Transacción consiste en un intercambio de palabras (o de gestos) que si es lógico y acorde, se la llama Transacción Directa. Cuando parece una conversación por teléfono entre sordos se habla de una Transacción Cruzada, es decir, cuando las frases de uno de los participantes no encajan en el diálogo establecido con el otro; o bien, cuando una respuesta no corresponde a la pregunta.

Digamos, como ejemplo de Transacción Directa:

– Buen día, ¿Cómo estás?

– Hola, bien ¿Y vos? (Tal vez sólo una formalidad, pero en el fondo, una agradable transacción; como dice Eric Berne, una “caricia”).

Pero en una Transacción Cruzada podríamos tener este otro diálogo:

– Buen día, ¿Cómo estás?

– Ayer no me devolviste la escoba que te presté. (Chocante y sorpresiva frase ya que no responde al saludo – a la gente no le gustan las sorpresas)

Puede tratarse de transacciones entre adultos pero en el último caso, se cruzó, siendo que podría haber sido de esta forma:

– Buen día, ¿Cómo estás?

– Hola, buen día. ¿Todo bien? Después, cuando puedas… creo que voy a necesitar la escoba. (Saluda pero a la vez agrega una segunda parte).

– Ah, sí, discúlpame… me surgió otra cosa y me olvidé, pero ya te la traigo.

El contenido es el mismo, pero cambia la manera en que se responde. Lo que nos señala que no se trata sólo de lo que decimos sino que es también muy importante “la forma” y “el tono” en que lo decimos, para no chocar innecesariamente con la otra persona.

Siempre a una Transacción Cruzada le responde un fastidio o al menos un desencanto en la otra persona que no esperaba que la transacción se cruzara. Más que molestarse con la segunda, la primera persona se siente frustrada porque esperaba lograr una transacción directa; ofreció una caricia y recibió una cachetada.

Si bien cruzar la transacción no se trata de una agresión declarada, predispone a la otra persona (la que recibió la respuesta cruzada) a callar y a poner de inmediato una distancia prudencial, o bien, a reaccionar con disgusto en el momento porque se ha producido implícitamente un desencuentro inesperado.

La persona acaba de recibir un rechazo gratuito, y se va a cuidar de ofrecer otra “caricia”; por lo tanto la próxima vez se va a abstener de “la caricia” y endurecerá tanto su tono de voz como su contenido: entonces la relación se enfría.

De una forma o de otra el que cruzó la transacción será penalizado, y va a ser muy difícil lograr otra transacción próxima exitosa porque la primer parte ya se puso en guardia esperando del “infractor” cualquier respuesta áspera que pudiera surgir y hasta presto a iniciar tanto una discusión como un alejamiento con el consecuente bloqueo.

Una transacción agradable es similar a una negociación amistosa, a un intercambio que roza lo afectivo, ya que todos necesitamos que se nos trate bien, todos esperamos “otra caricia” cuando ofrecemos dar una.

Es decir, cuando iniciamos un diálogo en forma decididamente agradable y respetuosa, esperamos que se nos devuelva de la misma forma; si esto no se produce, se genera una alerta inmediata porque notamos que estamos ante una posible situación conflictiva, o bien ante una persona complicada que puede originar un problema.

Las personas inteligentes o aunque más no sea, educadas, siempre tratarán de mantener la transacción dentro de los límites aceptables por ambas partes, de forma que la relación personal no se torne pesada y dificultosa, porque saben perfectamente que los desacuerdos no van de la mano con resultados agradables.

Hace mucho necesitaba resolver una situación en la que una vecina adolescente con frecuencia me dejaba el auto estacionado frente al garage dado que así le quedaba a la sombra. Harto de la situación, localicé la casa donde ella vivía y fui a hablar en firme con la joven sobre el asunto.

Toqué el timbre esperando que saliera la muchacha pero atendió la mamá (la reconocí enseguida por el parecido facial) en cuyo caso me alerté ante la posible discusión. Reaccioné rápidamente de manera de enfrentar la situación lo más suavemente posible; y el diálogo resultó más o menos así:

– Hola, ¿Vos sos la hermana de la chica dueña de aquel auto? Necesitaría hablar con tu mamá.

– No -dijo ella, sorprendida- yo soy la mamá… ¿Que es lo que pasa?

– Ah, disculpe, señora, creí que era la hermana de esta chica; no es nada grave, pero quería pedirle a su hija que cuando estacione allí enfrente me deje libre la entrada al garaje.

– Pero sí, por favor, no se preocupe, yo voy a hablar con ella.

Y la conversación continuó breve pero agradable, y dejé a la señora con una sonrisa de oreja a oreja porque acababa de hacerla sentir más joven con mi “confusión”; de esa forma había conseguido un aliado inesperado, alguien de poder que me apoyara en mi objetivo: entrar y salir libremente sin problemas de mi cochera. Y la transacción había sido directa y agradable en lugar de cruzarme con la jovencita irrespetuosa.

La buena comunicación, agradable, afectiva, concordante, se ha vuelto hoy un bien muy preciado porque justamente su escasez la ha vuelto apreciada. El oro, por ejemplo, resulta tan caro debido a que es muy escaso en el planeta; del mismo modo la Transacción Directa ha aumentado el precio de su cotización debido a que la gente se encuentra tan alienada por el bombardeo incesante de las interferencias del entorno, que difícilmente se encuentre de humor ni siquiera para saludarse.

Por ejemplo, suelo observar en la TV, con sumo disgusto, cómo el/la periodista o conductor/a hace una pregunta al entrevistado y cuando éste comienza a hilvanar su respuesta y a captar el interés del televidente, en el medio de la misma, el periodista repregunta por sobre la respuesta sin tener el respeto de escuchar lo que el entrevistado va a decir.

Esta mala costumbre que contradice la buena educación se conoce muy bien desde siempre entre los comunicadores radiales y se llama “pisar” al otro, es decir, pasarle por encima cuando el otro se está expresando, lo que no sólo es una falta de respeto sino también una excelente forma de cruzar una transacción. Entonces ¿Por qué los periodistas lo hacen cada día con mayor frecuencia?

También pasa algo muy curioso: últimamente acostumbran sobreponer una música monótona y molesta que apenas permite escuchar lo que habla el locutor. Esto no es casual, tienen las precisas instrucciones para hacerlo así. ¿Por qué? o mejor dicho ¿Para qué?

Esto se debe a que se intenta por todos modos bombardear con estímulos discordantes la mente de las personas para aumentar su desorientación y su dificultad en comprender, de forma de introducir en sus cerebros un sutil efecto de fastidio que los sature y termine poniéndolos inconscientemente de mal humor, por lo que tenderán sin darse cuenta a cruzar todas las transacciones que se le ofrezcan.

Pero por otra parte, este “bombardeo” confunde y aturde al sector de la mente llamado “mente analítica”, que es quien pone barreras racionales a cualquier tipo de proposición externa.

En el marketing persuasivo se utiliza este cebo de forma agradable para pasar por alto la oposición natural primaria de la mente racional o analítica, la primera barrera pensante que también podríamos llamar el “cerebro creativo”, a fin de desconcertarla y poder llegar más fácilmente al sector emocional de la mente y  si es posible, conectar con la tercer parte llamada “cerebro reptiliano”, instintiva y elemental. Que es la que OBEDECE CIEGAMENTE Y COMPRA en forma compulsiva en la búsqueda de un posible alivio al malestar.

Esta interferencia proposital, al igual que el creciente entorpecimiento social, o el que nace de reglamentaciones gubernamentales incomprensibles o bien, la dificultad comercial en lo que sea que uno quiera hacer, tiene el objeto concreto de impacientar y aturdir a la gente, evitando así que tenga espacio para pensar libremente, y de esa manera no se dé cuenta de que se están aprovechando de ella.

El efecto desencadenará un estado de disgusto permanente que llevará a descargarse en desacuerdos o en LA ANSIEDAD DE COMPRAR en la intención por ejemplo, de llevarse a casa esa popular gaseosa infernal que promete “felicidad” mientras contamina el cuerpo con Aspartamo (o Aspartame) que luego se transforma en Etanol.

El Etanol se depositará en articulaciones y demás órganos del cuerpo de forma que la persona además, se enferme y deba ir a comprar remedios de una multinacional que tiene los mismos dueños que fabrican la gaseosa y que regentean los medios de comunicación.

Tanto el desacuerdo como la ansiedad resultan un negocio redondo y perverso cuando se cierra la cadena y se completa el círculo vicioso.

Tiempo atrás me preguntaba: Si es que quieren que los escuches para venderte ¿Por qué superponen palabras, sonidos estrepitosos o música monótona? Otras veces superponen música tan fuerte que apenas se logra entender y hay que hacer un esfuerzo para escuchar las palabras.

Así, se genera en las personas una angustia creciente e imperceptible para el individuo, que está alienado pero no se da cuenta; se sabe en el marketing que una persona angustiada ya no puede pensar claramente y llevada por sus emociones, intentará calmar su alteración y su desequilibrio emocional, probablemente buscando un alivio falsamente imaginado COMPRANDO muchas veces lo que no necesita.

Pero por otro lado, también la perversidad del sistema lleva a que las personas estén más propensas a cruzar las transacciones entre ellas y de ese modo, se produce un imperceptible alejamiento, aún familiar, que impide que los individuos se contengan entre sí.

Y entonces se logra el antiguo “Divide y reinarás” de forma que difícilmente se les va a ocurrir a las personas unirse en contra de combatir las elucubraciones y las injusticias del sistema político, comercial, religioso o social.

Al acostumbrarse las personas a cruzar las transacciones, se afecta al entorno y se predispone a todos contra todos, y como dice el antiguo dicho: “A río revuelto, ganancia de pescadores”, léase como pescadores a los que quieren sacar provecho de la situación.

Además por otro lado, el entorno está más propenso hacia entorpecer que hacia colaborar, y así los logros de las personas se dificultan y se dilatan, y con ello aumenta su inquietud y su fastidio, y al crecer su ansiedad, más pulsión sienten hacia radicalizarse o hacia consumir creyendo que así calmarán su malestar, las dos variantes que busca el sistema.

Como resumen entonces, podemos entender que el resultado de cruzar las transacciones con nuestros interlocutores no es gratuito; tiene un efecto directo sobre nuestros éxitos inclinándolos hacia el fracaso, la frustración, la angustia y la enfermedad.

De ese modo, sería beneficioso recordar que ir dando cachetadas por la vida a nuestro entorno circunstancial equivale no sólo a complicarnos la salud, sino que también resulta la mejor manera de cerrarnos las puertas del éxito en la vida.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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