LOS QUE TIRAN LA PIEDRA Y LUEGO ESCONDEN LA MANO

El policía preguntó a los que estaban allí:

– ¿Quién de ustedes vió al que dobló esa esquina? El borracho respondió de inmediato:

– ¡Yo no vi nada!… ¡Cuando llegué aquí ya estaba doblada!

Esta reacción natural e inmediata sabemos que es la típica respuesta del que siempre tira la piedra y luego esconde la mano. Él o ella, encontrarán la manera de disimular su intervención tras esa “travesura” que no pueden reprimir porque necesitan generar la situación sorpresiva, de la cual siempre obtienen algún provecho, o al menos, se divierten con la circunstancia muchas veces a costa de los demás.

En cierto modo, es una travesura; pero mirado desde otro punto de vista es fastidioso y hasta perverso. Ese tipo de conducta desde niño se va haciendo costumbre en la persona y hasta podría ser considerada un vicio, volviéndose una necesidad que la lleva a buscar cuanta oportunidad haya para generar dicha situación conflictiva.

Esto no es otra cosa que una táctica (frecuentemente muy eficaz) de manipular al entorno de forma de ejercer un poder invisible sobre los demás y por otro lado, inversamente, al motivarlos a la reacción, crear un ambiente propicio como para obtener poder de él.

Este poder se manifiesta como hilos invisibles que llevan a los demás a interactuar entre ellos como títeres, provocando una división y una manifestación de fastidio que genera una alta disipación de energía; el provocador entonces reafirma que tiene el poder de crear ese caos en el cual, a veces termina poniendo a todos en contra de todos.

Comprobar que posee ese poder le resulta una atractiva experiencia y exalta su ego porque en definitiva él (ella) busca elevar su autoestima, es decir, a través de la manipulación se demuestra a sí mismo cómo es capaz de llevar a la otra persona o al grupo de una situación armoniosa a otra descontrolada y caótica.

Y por supuesto, encontrando la manera de salir indemne y sin que le acarree ninguna consecuencia porque su intervención ha sido tan sutil que nadie puede acusar ni comprobar la mala intención puesta en juego. A eso se le llamaría entonces “tirar la piedra y esconder la mano”.

Podremos ver claramente, que dicha persona busca hacerse de la energía de ese poder que le han cedido los demás y lo suele lograr porque inocentemente el entorno le sigue el juego. Pero hay otra intención más perversa detrás, y es provocar ese caos que hace a los presentes liberar sus presiones inconscientes en forma de discusiones y enfrentamientos; energía que el provocador absorberá como un vampiro energético.

Para que se comprenda este tema, hago un comentario sobre los sueños eróticos; existen seres habitantes de la cuarta dimensión, que provocan en la persona que duerme sueños del tipo erótico porque de esa forma el durmiente libera la energía de su líbido, que por partir del chakra raíz es sumamente poderosa, la que succionará como alimento representando dicha vampirización un enriquecimiento de su propia energía a costa de parasitar al durmiente.

En aquel primer caso que se trata, el provocador busca poder y eso es justamente lo que no debemos darle; por el contrario, enojarse con él, engancharse en su juego o contraatacar no hará otra cosa que brindarle en bandeja el alimento que busca. Se nutre del caos, de la reacción acalorada, de los pasiones que desata.

Lo mejor que se puede hacer en esta situación es no cederle poder, es decir, no colaborar con su intención que es justamente robar esa energía; se debe hacer justamente lo contrario de lo que busca de forma que no tenga impacto visible su estrategia sutil.

Una situación de este tipo deja a todos los participantes agotados y por el contrario, muy rozagante a quien ha provocado el conflicto. El provocador “ha revuelto el avispero” y se ha salido con la suya cuando no se ha sabido reconocer su intención y no se la ha neutralizado de entrada; así, los demás se han prestado a “jugar” un juego que no les conviene.

En la mayoría de los casos, el entorno no descubre la maniobra hasta que ya es demasiado tarde, momento en el cual están muy ocupados intentando resolver el conflicto creado como para tomar cuenta de cómo se ha iniciado.

Reitero que lo mejor que se puede hacer en esa oportunidad es callar y apartarse, no perder el control, no acoplarse a su jugada ni cederle energía a esta persona tóxica en forma de discusiones o enfrentamientos, y dejar que cada quien reaccione a su manera hasta que se calmen las aguas.

Con el tiempo, se irá haciendo perceptible que cada vez que esa persona provocadora interviene, la situación se descontrola, y entonces, uno a uno, los participantes deberían dejar de prestarse a jugar ese juego perverso donde el único beneficiado es aquel que sabe a qué se está jugando porque es quien ha iniciado el juego, esa manipulación perversa.

La mejor respuesta entonces, es hacerle el vacío cuando se percibe que inicia su provocación. De ninguna manera hay que acusar recibo porque eso justamente es lo que busca, la reacción emocional. No se trata de contraatacar intentando ganarle, ya que eso implicaría cederle un poder y un lugar que es el que busca para conseguir sus fines egoístas.

La conducta apropiada será ofrecerle un desapasionado “no” a sus intentos de conducir la situación a su terreno, permanecer en calma, no responder y por el contrario, prestar atención a su jugada sin involucrarse a fin de descubrir los mecanismos sutiles que despliega para salirse con la suya, tácticas que suelen ser reiterativas.

La manipulación es un juego de poder, cuya energía aporta el que se presta a ser manipulado, el que se engancha en el juego. Ese poder embriaga de forma similar al amor, pero quien no sabe disfrutar del amor sano y obtener su confortación por ese medio, acudirá al manejo del poder.

Confunde la energía del amor que podría disfrutar y compartir en una entrega inocente, con la energía unidireccional que se absorbe ejerciendo el poder, y ello constituye su alimento, razón por la cual el manejo del poder es tan adictivo y quien lo ostenta nunca estará dispuesto a cederlo, luchando con uñas y dientes como un animal salvaje que defiende su presa recién capturada.

Lo que se debe hacer es llevarlo a comprender que ése no es el camino, pero difíclmente reaccionará a la palabra porque no querrá entender por más que lo entienda; el vampiro siempre tiene miedo de quedarse vacío, porque en realidad está vacío, y por eso es que hay que brindarle afecto cuando procede normalmente pero un notable vacío que contraste con la situación anterior cuando pretende empoderarse, de forma de que se dé cuenta que su juego está al descubierto.

El procedimiento es tal como se enseña a un cachorro que se premia con alimento cuando hace algo correcto pero que se le niega y se lo ignora cuando se comporta incorrectamente.

Posiblemente más tarde comprenderá que la forma de no quedar solo/sola es comportándose de acuerdo con los parámetros sociales, es decir, correctamente. El triste final de los manipuladores/as es la soledad, que es precisamente lo que más temen, cuando los demás se cansaron de ser utilizados y se fueron; lo compruebo permanentemente en las historias de muchas personas en mi consultorio.

Los hijos, los amigos, las parejas, se apartan y lentamente el manipulador se va quedando solo, secándose, debilitándose, envejeciendo aún a ojos vista y por supuesto quejándose de “la ingratitud” de los que se alejaron porque él (ella) no quiso entender que el camino no estaba por esa vía; pero a la vez, suele asumir públicamente la actitud de víctima siendo que justamente ha sido el victimario.

Por lo normal, y muy lamentablemente, no es durante la juventud que los manipuladores comprenden que deben moderarse porque aún se conservan lo suficientemente fuertes como para presentar batalla y resistir.

La ira profunda y el enojo es su más evidente reacción cuando no obtienen lo que buscan. Hasta se les nota en su expresión facial la frustración de cosechar la lógica reacción del entorno, que ya ha descubierto y se ha alejado de estos manipuladores que en su ignorancia y en su egoísmo, han abusado de ese juego perverso retratado en el refrán que dice: “es costumbre de villano tirar la piedra y esconder la mano”.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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