PERDÓN, CULPA, PECADO Y RESPONSABILIDAD

Vivimos en una sociedad muy hipócrita; pero esta hipocresía no es casual, tiene un objetivo inconfesable y perverso que es volvernos dependientes y sensibles a todo tipo de situaciones de manera de permanecer ocupados mentalmente para que no tengamos tiempo de pensar ni de discernir.

Se conoce como “discernir” al proceso de distinguir por medio del razonamiento, una cosa de otra. Se nos adiestra desde niños para buscar analogías pero muy poco para encontrar diferencias; las analogías nos sirven como comparaciones para entender un tema nuevo al relacionarlo con otro, y es aprovechado para que algo parecido a otro algo, no despierte sospechas en las personas. Así, el lobo se disfraza de cordero y pasa desapercibido, porque “parece” un cordero.

De esa forma, a través de las analogías, siempre han logrado vendernos gato por liebre; pero si estuviéramos mejor entrenados en buscar las diferencias, rápidamente seríamos capaces de distinguir, lo que justamente no le conviene al sistema.

Tan sólida es la costumbre asimilada, que las personas suelen molestarse con quien busca diferenciar  y discernir porque ese proceso les resulta más fastidioso que asimilar, y porque no logran generar empatía con esa persona.

Interpretan lo que expresa el pensamiento distinto de esta persona como que “quiere generar una transacción cruzada” aunque simplemente manifieste un punto de vista distinto, y tal vez más beneficioso, y esa interpretación limitada los lleva a rechazar no sólo a lo que expresa sino a la persona misma.

Discernir es el proceso de separar, de encontrar las pequeñas diferencias y en ese proceso de distinguir es donde podremos darnos cuenta de que algo es verdad o es mentira. Por eso al sistema no le agrada la gente que hace las diferencias, o dicho vulgarmente “que busca encontrar la quinta pata del gato”, y además, auspicia a las mismas personas para que no sean tan puntillosas con la idea de que hay que ser tolerante, y digerir cualquier cosa que haya sido previamente masticada a su gusto por otra persona que supuestamente sabe de lo que dice.

Cuanto menos diferenciamos, más agradables resultamos al entorno; cuantos más “Sí” pronunciamos, más simpáticos nos vemos a los ojos de la sociedad, pero cuanto más cuestionemos seremos menos simpáticos porque colocamos en una situación incómoda a aquel para quien todo resulta similar, y que por supuesto le resulta más grato otorgar a lo similar el mismo trato y la misma consideración.

Aún se ha distorsionado el proceso al grado de que aunque A sea distinta de B, es más cómodo considerarlas similares: (Tango “Cambalache” – E. S. Discépolo)

Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseados

Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor
Ignorante sabio o chorro
generoso o estafador

Todo es igual
nada es mejor
lo mismo un burro
que un gran profesor

Por eso, cuanto menos cuestionamos somos mejor recibidos por la sociedad, y seremos más agradables porque no obligamos a pensar al otro, pero más fácil resultará que seamos engañados por palabras bonitas o promesas imposibles.

En mi tarea como Astrólogo durante ya más de dos décadas he llegado a la misma conclusión que comentara privadamente cierto Astrólogo muy conocido en latinoamérica, que escribe libros de horóscopos anuales y que una vez confesó: “A la gente le encanta que le digan las cosas agradables de su personalidad, pero no le cae bien que le digamos la verdad”. Por tal razón, como Astrólogo, no confío en los horóscopos.

Es común que las personas den la bienvenida a todo aquello que les agrada y que les conviene escuchar, pero también que se sientan molestos cuando escuchan algo que les puede llevar a tener que replantearse su actitud o su forma de pensar o comportarse.

Por otro lado, debemos reconocer también que distintas sociedades étnicas tienen distintos parámetros y que en cada caso particular se establecen distintas reglas y normas de conducta. Sus “verdades” suenan distintas, tal como sus creencias y su sentido de lo correcto o de lo que no lo es.

Los hechos condenables en una sociedad pueden no serlo en otra, pero los individuos de cada sociedad acatarán sin chistar esas normas particulares y se acostumbrarán a ellas de forma muy natural, sin siquiera cuestionarlas.

Por ejemplo, para un caníbal del Amazonas cruzar un semáforo en rojo no significaría nada fuera de lugar, y comerse a otra persona, tampoco. Para él eso sería muy normal y no se consideraría “en pecado”. Él no pasaría por ninguna necesidad moral de pedir disculpas porque no se sentiría culpable en absoluto de hacer algo tan normal como digerirse a un contrincante.

Paralelamente, los “civilizados” hacemos lo mismo, pero de otra manera más sutil y un tanto hipócritamente: nos horrorizamos del caníbal pero en nuestra sociedad drenamos la energía emocional de la otra persona, parasitándola, por ejemplo. Le estamos robando, pero sin sentir el menor remordimiento o culpa.

En nuestro mundo explotamos y aprovechamos en lo posible las energías laborales esclavizando al subordinado al máximo, y en el ámbito comercial es lo normal que una compañía devore a otra, o bien un país invada y se apropie de otro robándole su petróleo y sus recursos, pero todo esto se toma como NORMAL en nuestra sociedad que también es caníbal, pero de la clase hipócrita: “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”.

Y del mismo modo, hipócritamente, estrujamos nuestro corazón, ponemos la cara compungida acorde a la circunstancia y pedimos perdón (a veces; en otros casos ni eso) a la persona damnificada, pero otras veces nos aliviamos solamente al confesar nuestros “pecados” en el confesionario de una iglesia.

Con eso suele solucionarse todo, como en el caso de aquellos curas pedófilos que luego se confiesan, piden perdón con una oración en silencio y listo, ya están habilitados para seguir sodomizando a otros niños.

Y a eso, ellos le llaman muy naturalemente “sacarse los demonios del cuerpo” pero habiendo sido perdonados luego del “incidente” por otro pedófilo, se sienten libres para continuar con su vida y sus conductas aberrantes, sin acusar culpa alguna.

Es normal que se condenen esta clase de hechos, pero sin embargo, para dar un ejemplo de la incoherencia en que vivimos, y para desconcierto de muchos, “detrás” del Velo, nadie de los que allí habitan considerará que el Hombre comete errores (Mayores referencias en el artículo de este mismo blog: EL OTRO LADO DEL VELO, https://www.elsenderodelser.com.ar/2017/09/15/el-otro-lado-del-velo/).

Ellos, del “otro lado” y liberados de las cadenas físicas, disponen del 100% de inteligencia como para apreciar en la conducta del Hombre una necesidad de aprendizaje que solamente él puede lograr actuando, ejecutando, tomando decisiones, acertando y aún equivocándose según los parámetros terrenales y sociales, pero siguiendo su Plan de Vida personal.

De allí que Ellos no consideran que el Hombre deba pedir perdón; es más, saben perfectamente que “el perdón” es un invento de esta tierra, y que debería ser reemplazado por “aceptar”. Esto se considera así en pro de evitar la manipulación del hombre por el hombre, procedimiento que evidencia la imposibilidad de sentir verdadero amor.

El perdón terreno se hace necesario sólo como consecuencia de sentir culpa, y Ellos no consideran que haya culpa alguna, sino sólo experiencias tomadas por el Hombre como funcionales o como disfuncionales, pero interpretadas equivocadamente por él como “buenas” o como “malas”.

El perdón, la culpa, el bien, el mal, el pecado, la penitencia, son conceptos fuertemente impuestos por la religión, de modo conveniente de fortalecer la dependencia del hombre y poder así manipularlo a su gusto y necesidad, según sus intereses inconfesables: poder y dinero.

Esto no significa que uno no pueda pedir sinceramente disculpas y dar las correspondientes explicaciones cuando comprende que su proceder ha perjudicado a un tercero, y sobre todo cuando ese tercero no lograr ver más allá de la punta de la nariz y no comprende (o no quiere ver) que él también suele cometer “errores” similares y fastidiar a otros, tal vez de otras formas y muchas veces, sin darse cuenta.

Esto podría sugerir entonces que el concepto de “culpa” sin duda debería ser transformado por el Ser Humano en “responsabilidad”. ¿Pero por qué el Ser Humano prefiere hacerse cargo de la culpa en lugar de la responsabilidad? Porque le han enseñado que la culpa puede ser lavada rápidamente por el perdón (una mentira lava a la otra), y en cambio la responsabilidad necesariamente deberá ser compensada de una forma o de otra cuando no se ha asumido correctamente.

La culpa se evapora mediante el perdón, la responsabilidad persiste a través del tiempo.

Esto produce un enorme daño en las personas, porque menosprecian el proceso de Karma que inevitablemente les llevará a cosechar exactamente lo que siembran sin que haya formas de “perdonar” al infractor a la Ley.

Del otro lado del Velo, en el reino del Amor y la Verdad, se considera como válida a la “responsabilidad” pero no la culpa. Y se sabe que pedir perdón, o ser perdonado, no cancela la responsabilidad, porque cada quien lleva su registro Akáshico personal pormenorizado de cada uno de sus actos, como un diario personal, y cada individuo habrá de ser más tarde su propio “juez y verdugo” según nuestro concepto humano; o bien, “su propio Maestro” según el sabio criterio que rige tras el Velo.

Ninguno de Ellos, los que permanecen tras el Velo, se siente en condiciones de “lavar” nuestra responsabilidad porque sabe por un lado, que es imposible, y por el otro, respetan por amor el libre albedrío del que goza el Hombre y saben bien que no se debe jamás interferir en esto.

Esos conceptos son incompatibles con los “relatos” de la religión humana, donde se remarca que un “Salvador” ha venido a limpiarnos de todos nuestros “pecados”, y que por ello hemos adquirido una culpa que deberemos lavar mediante el perdón que llegará sólo a través de una penitencia, que por supuesto ha de predisponer a la persona a ser más generosa con quien ha oficiado de intermediario con “alguien superior” para conseguir su perdón.

Se trata de un relato infantil y de una manipulación elemental, que es curioso ver como miles de millones de personas se han tragado este cuento (¿Por ignorancia o por conveniencia?) y más aún, por ello, se sienten iluminadas y bendecidas por una confesión ante su sacerdote.

Según los criterios de “detrás del Velo”, no existe un “salvador” sino más bien un “Ejemplo” o una “Enseñanza” sobre nuestras responsabilidades; ni tampoco existen “pecados” sino experiencias y aprendizajes. Esta manera de considerar las cosas se observa muy distinta a la que estamos acostumbrados y a la que nos subordinamos como corderos según las creencias que se nos han impuesto.

Ahora, tomemos un ejemplo cotidiano: ¿Castigamos a nuestro hijo pequeño cuando ha tocado la estufa prendida y se ha quemado el dedo? No, al contrario, por amor lo consolamos y hacemos lo posible por sanarlo; el “castigo” ha sido reemplazado por la experiencia y su aprendizaje, porque él a partir de ahora, ha aprendido por sí solo que no debe poner su dedito allí.

¿Le imponemos una culpa y una consecuente penitencia? ¿Le amenazaremos con que irá derechito al Infierno por habernos desobedecido? ¿Esa clase de padres somos? Dicen que dijera Jesús: “Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen”.

Aseguro por experiencia personal que es francamente maravilloso bucear dentro de los “Parámetros” que existen tras el Velo e intentar comprenderlos y asimilarlos, así como tomar conciencia de su amorosa armonía y aprender de sus principios,  porque ésos son Parámetros de Amor y de Verdad, y aunque todavía no podrían emplearse libremente en nuestra “civilización” (recordemos que la Verdad de Jesús resultó clavada en una cruz de madera) darán mucha satisfacción a nuestra alma que así se sentirá complacida por comprobar que la Conciencia física está reaccionando orientada hacia el Camino Angosto, nuestro Camino que nunca debimos abandonar.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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