UTILIZANDO LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

La primera vez que escuché este término, debo confesar que me sorprendió. Hasta ese momento yo tenía muy en claro que la inteligencia era racional, y las emociones, irracionales, por lo que no terminaba de asimilar a la Inteligencia Emocional como algo sensato dado que ambos componentes para mí eran claramente disímiles, no parecían tener alguna cosa en común. Es más, me parecían una combinación de agua y aceite.

Cuando comencé a investigar sobre el tema, mi primera concepción se vio “revisada, ampliada y corregida” tal como la segunda edición de un libro. Eso me llevó a comprender que…

***La Inteligencia Emocional es la capacidad de manejarse con las emociones, tanto las propias como las ajenas***

Tanto los pensamientos como las emociones, más éstas últimas, implican una gran inversión de energía de la persona. Uno no se da cuenta que pensar es un gasto de energía porque lo hace naturalmente todo el tiempo, pero sí toma conciencia que las emociones involucran energía porque después de una descarga de ira, por ejemplo, cuando la persona se relaja se nota cansada.

Todas las emociones involucran una gran cantidad de energía; el miedo, la ira, por ejemplo. Cuando una persona tiene miedo su organismo disipa una gran cantidad de energía porque el miedo lo pone en tensión, en alerta, y moviliza su sistema endocrino, preparándolo para la eventual defensa ya que el individuo anticipa un peligro, imaginario o real.

Lamentablemente, estas emociones conducen a la persona a una actitud descontrolada; podríamos decir que las emociones se adueñan de su razón, le cuesta pensar, le cuesta darse cuenta cuál es su mejor elección. En estas condiciones, ponerse en marcha implica cierto riesgo cierto de equivocarse, y con ello, pueden crearse situaciones negativas para la persona y para su entorno.

Para lograr identificar claramente la diferencia entre lo mental o conveniente, y lo emocional o inconveniente, tomaremos al Sol y la Luna como parámetros que nos sirvan para localizar rápidamente lo que nos es beneficioso y lo que no lo es.

El Sol representa lo que soy, lo mío, mi voluntad, mi bienestar, mi felicidad, mis objetivos de vida e incluso hasta mi propia existencia y mi vitalidad. El Sol brilla, es dinámico, activo, luminoso y generoso en energía. El Sol produce energía y por lo tanto, crea y alimenta. Emite luz y representa mi verdad.

La Luna, en cambio, representa a lo pasivo, lo que siento en lugar de lo que pienso, las emociones, sentimientos y apegos. También podríamos incluir los instintos. La Luna no brilla, sino que absorbe y refleja la luz del Sol, por lo tanto, la Luna no tiene una verdad que mostrar sino que simplemente es como un espejo, en el que podemos ver nuestro interior emocional.

Existe un tercer punto importante, llamado Ascendente, que es un punto virtual; como si fuese la puerta de calle de nuestra persona, y a través del Ascendente lo exterior entra en comunicación con nosotros y a su vez, nosotros actuamos a través suyo con lo externo. El dominio de esta relación tiene que ver con el 25% adicional de energía que disponemos cuando ponemos al entorno a nuestro favor.

El Sol, entonces, representa nuestros valores, nuestro YO; la Luna nuestras emociones y sentimientos, y el Ascendente, el punto de comunicación con el mundo exterior.

Esto nos indica que podemos categorizar todo lo referente a nuestra vida, lo que sale o lo que entra por nuestro Ascendente e identificarlo como Solar o Lunar.

Las emociones, a pesar de ser irracionales (no interviene la razón) pueden ser reconocidas y claramente identificadas, a poco que pongamos atención y nos fijemos en ellas. Ya no se trata solamente de “me siento mal” sino que debemos acostumbrarnos a detectar qué es lo que nos pasa y a qué emoción corresponde, en lugar de dejarla estar como algo molesto o transitorio.

Podemos interpretarlas y darnos cuenta si lo que nos pone mal es enojo, es miedo, es frustración, etc. a fin de localizar la fuente que ha dado origen a esa emoción. Tal vez esa emoción es solamente tristeza o simplemente desánimo, pero debemos identificarla como algo que drena energía en lugar de aportarla, y por lo tanto, no nos beneficia.

Si con un poco de atención sobre nuestras emociones, ya podemos reconocerlas, entonces hemos dado un gran paso a favor de nosotros mismos. Las emociones son energía propia que en lugar de malgastarla, podemos aprovecharla y mantener nuestro poder sin que se nos escape. Si mantenemos el control retenemos el poder; si nos descontrolamos, con seguridad, el paso que demos en ese momento será disfuncional para nosotros y daremos la ventaja a la otra parte.

Imaginemos que tratamos con otra persona o con un grupo de personas; si nos descontrolamos, no solamente la otra parte lo notará, sino que la disgustará o al menos, la pondrá en una situación incómoda o de alerta.

No queremos molestar a ese 25% de poder que representa el entorno, porque entonces lo tendríamos en contra, y además, estando alterados (en actitud lunar) no seremos capaces de administrar el 25% que representan nuestros potenciales activos, perdiendo el poder, que también representa otro 25%. De esa forma, habría un 75% de energía en nuestra contra; o sea, que nos estamos entregando de manos atadas a la situación o a la otra parte que nos enfrenta.

Además del control y buena administración de nuestra energía mental y emocional, deberemos mantener a nuestros potenciales bajo control: nuestro entusiasmo, perseverancia, empatía, proactividad, optimismo, motivación y asertividad, que en otros artículos comprenderemos mejor.

Ninguna de estas cualidades podrá ser apropiadamente administrada si perdemos el control y nos dejamos llevar por nuestras emociones, o por la influencia que tengan sobre nosotros las emociones ajenas. Estas cualidades mencionadas representan nuestros potenciales positivos, que necesitaríamos para dar en el centro del blanco, para tener la certeza de lograr nuestros objetivos.

Para que no se estire demasiado el artículo, resumiendo, tenemos que considerar que lo Solar siempre nos beneficia porque coincide con nuestros objetivos, y en cambio lo Lunar nos perjudica porque drena energía de nuestro Sol y nos quita atención, control y equilibrio. Esto lo necesitamos siempre que vayamos a dar un paso al frente; ningún atleta se pondrá en marcha o dará el salto si antes no ha logrado equilibrarse.

Diríamos que la Inteligencia Emocional nos servirá para identificar nuestros estados emocionales e impedir tomar decisiones en ese momento; es similar a como siempre se indica: “Si está bajo los efectos del alcohol, no conduzca”. Tal vez sirva tomarse unos momentos, respirar hondo, tomar un vaso de agua, contar hasta 10… antes de ponerse en acción. Y mejor, si se lo piensa dos veces antes de decir o hacer algo que luego no pueda repararse.

Entonces, reconociendo que estamos inclinados hacia lo Lunar en vez de lo Solar, eso debería funcionar como una luz de advertencia respecto de tomar decisiones. Si nos dejamos llevar por lo sentimental, lo emocional, lo irracional en general, no podemos esperar lograr buenos resultados personales; saber administrar nuestro costado Lunar podría llamarse estar gestionando la Inteligencia Emocional de forma de sumar porcentajes a nuestro favor.

Podemos autorizarnos a tomar decisiones que incluyan a nuestros sentimientos, pero desde el vamos tenemos que saber que esa energía no representará beneficio alguno para nosotros; en cuanto a lo comercial, por ejemplo, lo Lunar es siempre perjudicial. Es más, en otro momento se tratará la influencia funcional de tomar contacto con lo emocional del cliente (Lunar) en el resultado de la venta. Estos temas serán ampliados, para su mejor comprensión, en artículos posteriores, donde continuaré tratando la Inteligencia Emocional.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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