¿PARTICIPAR DEL MUNDO ES BENEFICIOSO O ES PERJUDICIAL?

Leyendo algunos escritos orientales, uno puede encontrar opiniones similares respecto a hacer abstracción de “las cosas del mundo” como respuesta a los distintos estados de ansiedad por los que pasa el ser humano, provocados por su interacción con esas tales cosas del mundo. ¿Son realmente “las cosas del mundo” lo que nos provocan ansiedad?

Por ejemplo, el escritor chino Huanchu Daoren, del siglo XVIII, dice en uno de sus aforismos:
“Cuando estás apegado al mundo sólo ligeramente, ligero es también el efecto del mundo sobre ti. Cuando estás intensamente envuelto en ocupaciones diversas, sus enredos también se intensifican. Así pues, para las personas iluminadas, la simplicidad es superior al refinamiento, y la libertad preferible al cumplimiento de las formas.”

Voy a analizar cuidadosamente sus palabras, por ejemplo: “Cuando estás apegado al mundo sólo ligeramente, ligero es también el efecto del mundo sobre ti”. Por supuesto, por Ley de Acción y Reacción, si no dejo que me importe lo que sucede en el mundo, el efecto de ello sobre mí será mínimo o no tendrá ninguna importancia.

Esta forma de tomarse la vida es una decisión personal, para muchos, muy acertada. En mi caso particular, considero una variante opcional, más correcta para mi crecimiento, y voy a justificarla como corresponde.

Estoy aprendiendo a vivir, gracias a tomar ejemplos del mundo; por ejemplo, uno no puede aprender a pensar si no interpreta a otros pensadores, ni aprender a escribir sin haber leído a otros escritores. Uno no puede valorar su estado de bienestar si no ha tomado en consideración el estado de bienestar de otros. Afortunadamente, he aprendido a discernir a fuerza de ser engañado muchas veces.

Como profesor de Inglés, de tantos años, te aseguro que no puedes aprender a hablar un idioma si no comienzas por escuchar a alguien que habla en ese idioma. No puedes saber qué y cómo es la vida y el mundo si no te sumerges hasta el cuello en la vida y en el mundo, con todos tus sentidos dispuestos a aprender de ese mundo.

En esencia, no participar, no “envolverse en ocupaciones diversas” es un estado muy cómodo, como quien se retira al silencio de una cueva a meditar en el medio del campo. Allí le será muy fácil sintonizarse con la naturaleza y permanecer largos ratos en paz. ¿Representa eso Maestría? Recuerdo que el ya fallecido Maestro hindú Sai Baba no miraba con buenos ojos a sus coterráneos que se encerraban entre las montañas a meditar, y en ese momento yo no comprendía el porqué.

El aforismo de Daoren finaliza con: “Así pues, para las personas iluminadas, la simplicidad es superior al refinamiento, y la libertad preferible al cumplimiento de las formas.” La evolución de la civilización, aprovechada correctamente, nos permite no sólo aprender, sino expresarnos. No sólo conocer lo que es estar prisionero, sino, gracias a eso, aprender a liberarnos. ¿Cómo puede uno liberarse sin haber estado antes prisionero? ¿Cómo puede apreciar el estar limpio ahora si antes no se ha ensuciado?

Por ejemplo, si alguien no hubiera participado del progreso humano diseñando la laptop que estoy utilizando para escribir y no hubiese “buscado el refinamiento”, y muchos otros no se ocuparan de mantener funcionando a Internet, acentuando “ese refinamiento”, este escrito nunca llegaría a nadie para que lo lea.

Por supuesto, la simplicidad de las señales de humo resultan más económicas que el abono de Internet, pero en una misma tarde, estando yo en Argentina, no podría haber tenido la satisfacción de conversar sobre los viejos tiempos oyendo la querida voz de un amigo en Miami, haber tratado sobre temas esotéricos con otro viejo compiche de las épocas de facultad residiendo él en Buenos Aires, y divertirme bromeando con otro amigo que vive en Colombia, para luego chatear sobre temas casuales con una amiga en México y después, concertar temas de trabajo profesionales con otra amiga en Egipto.

Considero que una cosa no tiene porqué excluir a la otra; no veo porqué el “refinamiento” no puede contener asimismo “simplicidad”, y no puedo entender que uno no pueda sentir “libertad” mientras realiza “el cumplimiento de las formas”. ¿Por qué tienen que resultar antónimos?

Mi concepto personal (remarco “personal” pues sólo es mi expresión, mi pensamiento) de la Iluminación no puede ser otro que la interpretación apropiada del mundo en que vivimos y su conexión necesaria que nos lleva hacia la elevación espiritual.

No considero que alguien sea un “Iluminado” porque se retire al desierto a meditar; más valoro la actitud de aquel que, participando de su intención de “refinamiento” (para utilizar las mismas palabras que las del aforismo) busca además su “simplicidad”. No entiendo que no se pueda hablar sobre temas refinados utilizando palabras simples.

La “libertad” es una actitud personal que yo no siento que esté reñida con “el cumplimiento de las formas”; pueden experimentarse ambas cosas, y combinarse. Yo me siento muy libre cumpliendo las formas, al comprender que es necesario que haya “formas” para que se pueda dar lugar al estado de “libertad”.

Puedo pasarme una semana entera encerrado en casa disfrutando de mi libertad de cuatro paredes, mientras realizo tareas como ésta, por ejemplo. La libertad está en la disposición del ser frente a los sucesos de la vida, no en escapar de esos sucesos. ¿Cómo sabría si puedo sentirme libre estando encerrado físicamente, mientras otros se sienten libres en este momento justamente porque están descansando a la orilla del río en este domingo de primavera?

Alguien podría encadenarme de pies y manos, y mi mente volaría libre por donde yo quisiera y mi alma disfrutaría con las ocurrencias de mi imaginación o de mis recuerdos.

Puedo hacer, como es mi costumbre, por ejemplo, una meditación que alimenta mi espíritu mientras estoy esperando a que me toque el turno para ser atendido por el cajero del Banco, en medio del ruido del tránsito, de las voces de la gente, en un lugar donde voy a ocuparme de mis asuntos MUY materiales.

Puedo sentirme libre tanto en el medio de la montaña y abrazarme a la Naturaleza, como observar y sintonizarme admirando por la ventana la aventurada resiliencia de un Diente de León que esgrime su flor fuertemente amarilla mientras lucha por sobrevivir entre las baldosas de una vereda transitada por gente apresurada.

Admiro y me emociona la majestuosidad de la montaña tanto como el afán de lucha de la plantita que muestra su naturaleza en medio del tránsito y el contaminado ambiente de la ciudad. No soy partidario del “huir” a buscar la “Iluminación”. La Iluminación, de encontrarla algún día, será dentro de mí mismo. Desde joven fui enseñado a que la paz, la seguridad y la libertad sólo son conceptos válidos cuando existen realmente incorporados dentro del ser; no los busquemos fuera de él, porque sólo resultarán efímeros.

Por ejemplo un ejercicio que proponía años atrás a mis alumnos de Control Mental era sentarse en un banco de la plaza, al borde de una calle sumamente transitada y buscar allí la relajación necesaria como para entrar a Nivel Alpha, y trabajar activamente en meditación vibrando en esa frecuencia; aún inclusive cuando uno está manejando y desea encontrar el lugar apropiado para estacionar su auto, justamente para encontrarlo.

O sintonizarme con la onda del tránsito y con mi control interior como para regular la velocidad del vehículo logrando que todos los semáforos se vayan poniendo en verde a medida que circulo entre una horda de automovilistas apurados, fastidiados, muy poco corteses y estresados.

Para encontrar la Maestría y la Iluminación no es necesario escaparse de lo material del mundo; la verdadera comprobación de nuestro propio estado se realiza cuando se está inmerso en situaciones adversas. Encontrar la paz en medio de la guerra, y por qué no, irradiar y comunicar esa paz para que cese la guerra. Enfrentar a un adversario muy alterado con una actitud pasiva y relajada, por ejemplo, puede eventualmente desactivar su descontrol.

Una persona amiga me contaba que al ser asaltada por dos delincuentes, de pronto inexplicablemente sintió por ellos una inmensa ola de amor y no dudó en compartirla con ellos; los delincuentes quedaron desconcertados, se miraron entre ellos y decidieron huir.

Posiblemente esta persona haya salvado su vida milagrosamente por la intervención de una Entidad Superior (un Ángel, o su propio Yo Superior) que la iluminó en ese momento, con todo el amor que este Ser pudo irradiar, pero que ella supo sintonizar y participarlo con quienes buscaban hacerle daño.

Estoy absolutamente convencido que el asunto no trata sobre aislarse sino solo en lograr el “desapego” justamente necesario hacia las cosas y las circunstancias, como recomendaba el sacerdote hindú y psicoterapeuta Anthony de Mello en sus conferencias.

Participar activamente pero sin involucrarse (y sin poner en peligro nuestra integridad emocional) parece ser la fórmula; distinguir perfectamente el “afuera” del “adentro” y hacer la conveniente separación in situ, es decir, en uno mismo, sin necesidad de huir a buscar el silencio y la soledad.

Allí veo yo al verdadero “Maestro” de sí mismo, participando con el afuera mientras alimenta el adentro con lo potable del afuera, cuidadosamente seleccionando, rescatando lo que le resulta útil y desechando lo que no. Resiliente, controlado, libre, amoroso, independiente, desapegado, asertivo, feliz de participar y de contribuir.

¿Se puede ser feliz sin participar con “Algo más allá” o al menos con alguien especial? ¿Sirve ser feliz sin compartirlo? ¿Puede existir amor sin conexión con la fuente de ese amor? ¿Puede sentirse realmente el amor sin alguna clase de interacción? No lo creo.

El ser humano es un animal social, y en función de esa sociedad es que logra sus metas; aprende lo que debe hacer y lo que no se debe hacer al observarlo en sus semejantes, que de ese modo le sirven de espejo, y lo perfecciona (y se perfecciona a sí mismo) y realiza “el refinamiento” al expresarlo entre sus semejantes.

El mismo Huanchu Daoren trabajó como funcionario estatal en China, seguramente “cumpliendo las formas” (en China no se concibe de otra manera) y eso probablemente le enseñó a interactuar con sus semejantes. ¿Puede haber algo más grato que interactuar con nuestros semejantes? ¿Puede haber algo más ingrato que interactuar con nuestros semejantes? Sólo depende de uno mismo, de la actitud funcional o disfuncional que uno esgrima ante ello.

¿Puede alguien aprender sobre la vida en un curso acelerado y “refinado” recluyéndose en soledad? ¿Podría yo haber aprendido tanto sobre la vida si no empatizara con mis consultantes en tantos años de consultorio, o con esos viejos 40 años de compartirles conocimientos a mis alumnos en el aula?

Todo depende de la actitud personal de cada uno; las cosas no resultan ni buenas ni malas, sólo se presentan funcionales o disfuncionales cuando uno las hace pasar por su filtro personal. Cuando uno es capaz de hacer alquimia elemental y convertir el plomo pesado, inerte, venenoso y oscuro, en oro brillante, valioso, reconocido y agradable, cuando está inmerso en la realidad de estas tres dimensiones.

Tienes la libertad de tomar en consideración mis conceptos, o quedarte con los de Huanchu Daoren, o también integrarlos (o negarlos) y obtener tu propia conclusión. Esto último, tu discernimiento, hará que se haya cumplido mi propósito al escribir este artículo; sea cual sea el resultado, tu ejercicio de discernimiento será mi satisfacción.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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