¿ES BENEFICIOSA LA EXIGENCIA?

Ayer tuve la oportunidad de realizar una Lectura de Registros Akáshicos a una persona exigente; exigente en el buen sentido de la palabra, con quien me he identificado en algunos aspectos.

Al principio noté cierta reticencia de sus Guías a responderme sus preguntas, que por supuesto, eran muy concretas. ¿Sí o no? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué hago? Ellos no son partidarios de responder de forma de condicionar las decisiones de las personas para no interferir en su libre albedrío, y además, la resolución de los problemas tiene tantas maneras como formas tenga la persona de mentalizarse y fluir con la situación.

Esta persona no buscaba consejos sino soluciones, siendo que las soluciones llegan a través de comprender y aceptar los consejos que llevan a una actitud positiva que convierte los problemas en beneficios. Además, cósmicamente, la forma de solucionar las situaciones corresponde al albedrío y a la responsabilidad de cada quien y de nadie más.

Por otro lado hace tiempo me di cuenta que a una persona exigente la vida se le presenta exigente, porque su inconsciente tiene bien aprendido que lo sencillo y lo simple no son de su agrado.

En un momento Ellos me indicaron que debía elegir cuidadosamente las palabras para transmitirle sus mensajes, con lo que estuve muy de acuerdo porque me di cuenta que a esta persona no le interesaba el aprendizaje sino la solución mágica de sus problemas inmediatos.

Consecuentemente, aquí se presentó un conflicto. Lo que para nosotros humanos encarnados es de vital importancia, para los Guías, que por supuesto tienen una visión mucho más amplia, son solamente circunstancias pasajeras y lo que verdaderamente les importa es que la persona corrija su actitud equivocada a fin de que aprenda a superar con éxito conflictos tales como los que lo trajeron a la Lectura en el momento presente.

Obviamente, los Guías ignoraron las respuestas directas respecto de qué hacer y cómo hacerlo, y respondieron según lo que consideraron más valioso para la persona y no tanto sobre los aspectos puntuales que ella me preguntaba, o que preguntaba a sus Guías a través de mí.

Esto comenzó a exasperar a esta persona, que dado que proponía preguntas concretas en el ámbito material, esperaba recibir respuestas concretas; ella quería recetas para solucionar sus cuestiones materiales. Pero los Guías le indicaron que sus dificultades radicaban en una forma incorrecta de abordar los problemas, y que por lo tanto, si lograba corregir su punto de vista, los problemas se iban a ir resolviendo por su propio peso.

Pero no, como se trataba de una persona exigente, ella pensaba que la Lectura de Registros consistía en un concurso de preguntas y respuestas, y al final, se sintió defraudada porque en su exigencia, no pudo soltarse a abrir su mente de forma de absorber los sabios conocimientos que le estaban brindando sus Guías Espirituales en su visión global que aprecian desde la otra Dimensión.

Por mi parte, como siempre yo escuchaba muy atentamente las respuestas que se fueron volviendo más fluídas a medida que avanzaba la Lectura porque sabía muy bien que también podían servir para mí, y luego, volviendo a escuchar cuidadosamente cada palabra de la grabación, logré asimilar su enseñanza.

Ellos indicaban que para que sus asuntos mejoraran, ella debía adquirir otro punto de vista más suelto y dado que sus problemas indicaban proceder de su inadecuado manejo del entorno, debía reducir el grado de exigencia que proyectaba hacia los demás, que yo comprendí que era su principal obstáculo cuando se movía en el grupo.

Nadie gusta de estar en presencia de una persona exigente porque sabe que puede resultar exigido o al menos, será cuidadosamente observado, y por lo tanto, naturalmente el entorno rechazaba a esta persona, lo que ella interpretaba erróneamente como que no valoraban su excelente performance laboral, y eso la tenía desquiciada, rabiosa, y resentida por sentir la falta de reconocimiento por parte de su entorno.

La persona exigente siempre piensa: “Si yo puedo soportarlo o hacerlo ¿Porqué los demás no lo soportan o no lo hacen?”. Y de esa forma está incluyendo inconscientemente en su club a otras personas que puede que prefieran asociarse a otro club muy distinto.

Más tarde, lógicamente, se sentirá defraudada porque ella asoció a estas personas a su equipo y les colocó su camiseta aunque ellos no lo sabían o no lo querían de esa manera; por lo tanto, al final lo percibirá como una falta de colaboración o incluso, de una traición a sus ideales por parte de sus “compañeros” que nunca lo fueron porque no se identificaron “con su club” y además, no tenían porqué hacerlo.

En cierto momento, esta persona de la consulta preguntó: “¿Por qué me siento tan enojada con el mundo?”. Allí sus Guías le respondieron de inmediato, casi sin que hubiera terminado de preguntar: “Estás enojada contigo misma, aunque crees que estás enojada con los demás”.

Yo sonreía por dentro porque sabía que sus Guías también estaban hablando para mí, y asimilaba los sablazos aunque en menor medida que lo hacía ella, porque comprendía la situación. Ellos lanzaban el sombrero y yo me apresuraba a colocármelo, aunque supuestamente el sombrero iba dirigido a ella, aunque ella parecía que no se daba por enterada.

En determinado momento le respondieron que estaba muy bien que fuese exigente, porque de esa manera su actitud la llevaría a perfeccionarse, pero que en todo caso, su exigencia era SU exigencia y no tenía porqué ser aceptada tal cual por los demás de su entorno; estaba bien para ella, pero no tenía el derecho de proyectarla hacia los demás, los que por supuesto la castigaban con el vacío y lo que ella llamaba “falta de reconocimiento”.

En su labor, probablemente ella era considerada no tanto como una colaboradora eficiente sino como un mal necesario, lo que era entendido por ella como que la usaban cuando la necesitaban pero luego le negaban su devolución.

Allí sus Guías mencionaron la palabra mágica: “Aceptar”. Indicaron como que para ella sería más conveniente aceptar que los otros no tienen los mismos parámetros que ella. Yo noté que ella se revolvió diciendo: “¿Cómo puedo aceptar que otros no sean responsables o que sean inclumplidores en lo que prometen?”.

Esta persona hasta ahora actuaba en política y se sentía asqueada por lo que había observado tan de cerca. Traté de calmarla comentándole que yo comprendía su sentir porque me había pasado algo similar, pero que la política era así, y si quería continuar en ella, debía aceptarlo aunque no participara de esa mentalidad nefasta.

Hasta le comenté que mis propios Guías, ante una situación similar, me habían explicado: “Ellos están puestos allí para algo, están haciendo su trabajo aunque no saben cual es; considéralos a nivel de decorado porque ellos ni siquiera son actores principales, y por sobre todo, aunque te desagrade lo que hacen, NO LOS INSULTES” (Esto último fue notablemente enfatizado).

Si hay algo que amo en esta vida es esa comunicación maravillosa con los Guías, a los que considero “mi verdadera Familia”, sean los Guías de otra persona como que sean los míos propios, que buenos coscorrones me dan porque cuando inicié el contacto Ellos comenzaron paternalmente a darme sutiles consejos a lo que yo les respondí que no se anduvieran con vueltas, que yo me consideraba suficientemente preparado como para que me vinieran de frente y sin tanta sutileza, que quería respuestas claras y concretas, no importa cuán cruel fuera la verdad.

Entonces Ellos, mis propios Guías, en ese momento recogieron el guante alegremente y entiendo que decidieron dejar de lado su manera gentil y muy suave de decir las cosas para planteármelas sin anestesia en la mismísima cara, y generalmente lo hacen sin que yo los convoque, cada vez que me estoy planteando un interrogante.

Muchas veces me dejan perplejo, mientras que en otras no puedo contener la carcajada porque milimétricamente sus respuestas dan en la cabeza del clavo (mi cabeza) y debo reconocer que saben hacer lo que hacen.

Pero en este caso, pude comprobar que consideraban el caso de mi consultante como problemático y por eso me recomendaron mucha prudencia y delicadeza para transmitir la respuesta a esta persona a fin de que no cerrara su mente a recibir las respuestas.

A través de estos procesos creí entender como mensaje para mí, que hay personas que como todos vienen a este plano a aprender, a experimentar la vida pero sin apuro, por lo que aprenden poco pero disfrutan mucho, según su Proyecto de Vida.

Pareciera que otra clase de personas, son sumamente curiosas y por lo tanto, aprenden fácilmente en base a su poder de observación. Hay otra clase más, que se siente mejor buscando siempre a alguien que les enseñe, tal vez creyendo que subordinándose a quien les enseña, van a aprender mejor porque suponen a su mentor como que es alguien que por haber experimentado el tema, necesariamente sabe lo que dice. Lo que no siempre es cierto, puesto que “hay muchas maneras de pelar un gato” como dicen los españoles.

Pero hay una clase muy particular de personas que aprenden por voluntad propia y luego disfrutan explicando lo que aprendieron de forma que a su vez aprenden más de esa experiencia al enseñar a otro, perfeccionando sus conocimientos en la medida que profundizan en ellos.

Eso en cierta medida es proporcional a la exigencia de cada persona, siendo éste último grupo el más exigente y suelen tener una marcada vocación de ser docentes. A este respecto, los Guías de mi consultante, luego de intentar infructuosamente ser comprendidos por esta persona, decidieron eliminar todos los preámbulos y sugerencias sutiles, e ir al grano reafirmando: “Tienes tu derecho de ser exigente y eso es bueno para tu persona; lo que no tienes derecho es a pretender que los demás tengan que guiarse por tus propios criterios de exigencia”. Flor de cachetazo, diríamos en el lenguaje argentino cotidiano.

Ella acusó el golpe, porque es una persona inteligente que conoce el valor y el peso de las palabras. Yo, para mis adentros, sonreía mientras reconocía “también me lo están diciendo a mí para que aprenda”.

Este concepto recién vertido es muy importante para dejar de sufrir por las incompetencias y defectos mundanos ajenos, incluyendo en ellos al egoísmo, a la soberbia, a la avaricia, a la corrupción, a la falsedad, a la hipocresía, al doble discurso, que por supuesto nunca observaremos nada de esto en nosotros porque no nos conviene, pero sí claramente vemos muy destacado en muchos personajes, hoy figuras de noticieros sociales, políticos y económicos.

En otras palabras, sus Guías le indicaron que cada quien tiene su camino y su manera de aprendizaje, y que esa forma no tiene por qué ser juzgada y condenada por otra persona que camine a otro ritmo o en otra dirección; hasta llegaron al extremo de explicarle que no vendría mal para atenuar el conflicto que sentía en su interior, que se suministrara una cierta dosis de humildad.

Yo observaba cuidadosamente la expresión facial y corporal de esta persona para ver cómo acusaba las respuestas, y tal cual lo constaté cuando al final de la lectura Ellos le aconsejaron que tal vez le convendría ser menos exigente y en cambio buscar ser más feliz.

En el consultorio, muchas veces suelo encontrar personas que no pueden disimular su disgusto cuando no escuchan las palabras que claramente vinieron a escuchar, siendo que mi responsabilidad implica serles de utilidad y en esos casos, aunque sé lo que pretenden (irse elogiados y con una sonrisa) debo serles sincero y directo, tal como los Guías me han enseñado a ser, para propio beneficio de estas personas.

El diccionario virtual define como Exigencia: “Requerimiento o necesidad forzosa para que se produzca una acción”. Esta definición indica claramente que si estamos exigiéndonos, obtendremos resultados (la acción), pero que si lo proyectamos hacia otra persona, ésta puede interpretarlo como una agresión solapada o bien, una coacción  o hasta una limitación a sus libertades personales. Y entonces, obviamente lo rechazará íntimamente aunque con desgano lo esté asintiendo con la cabeza.

En el caso de recibir la exigencia desde alguien que se supone que está en una posición superior, como ser un jefe, un docente, una autoridad de algún tipo, la exigencia puede ser aceptada con resignación y hasta no llegar a causar rechazo o resentimiento. Pero igualmente, las personas acusarán cierto desagrado en mayor o menor medida; de allí los conceptos populares sobre los jefes o sobre las suegras (chiste).

Las personas exigentes emiten un halo fácilmente reconocible por el entorno, aunque no sea ésa su intención. Y la percepción de ese halo no suele resultar agradablemente recibida por quienes los rodean, los que inconscientemente se predispondrán en su contra, por lo que la vida del exigente se le vuelve en consecuencia muy exigida.

Esta persona de la consulta preguntaba cómo hacer para salir de su situación, a lo que yo tuve que responderle: “Vigilándote”. En un principio no lo comprendió, pero luego sentí que no le gustó cuando lo interpretó claramente como un “mírate en el espejo a ver qué te dice”. Y escúchalo atentamente, debí agregar.

A estas personas exigentes hasta se les nota en el ceño fruncido o en la expresión facial, por lo que en mi caso intento intercalar mi mejor sonrisa por las dudas para que nadie se sienta agredido, ya que de ningún modo es mi intención agredirlos, pero mi propia exigencia hacia mí mismo sí puede llegar a agredirlos si son capaces de percibir el halo mencionado.

Por todo esto puede deducirse que la exigencia mal interpretada terminará resultando en un arma de doble filo; por un lado, contribuye a que se produzcan beneficios como resultado pero por otro, debido a la reacción del entorno, puede atraer tanto rivalidades como conflictos indeseados que retrasarán nuestros planes.

Por eso es tan necesario que sepamos administrar apropiadamente esta cualidad y dimensionar en qué medida la exigencia puede ayudarnos o perjudicarnos, para no resultar finalmente siendo víctimas de nuestra propia exigencia.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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