LA FÁBRICA DE POBRES
En todo el mundo, y sobre todo en Latinoamérica se está dando el fenómeno exitoso de crear las condiciones para generar un producto de alto rendimiento y rédito económico: la pobreza. A pesar de los adelantos tecnológicos, los nuevos descubrimientos en salud y los revolucionarios criterios educacionales, en el mundo cada día hay más gente en condición de pobreza, enfermedad e ignorancia.
En tiempos de la antigüedad, la gente que vivía en el campo era poco instruída y pobre, y la riqueza y la educación se concentraban en las ciudades, pero ahora el fenómeno de la pobreza y la ignorancia se ha multiplicado en todas partes, y esto se debe a una intencionada manera de controlar a la población de parte del sistema.
Hoy en día, el negocio es fabricar pobres, porque el que es pobre tiene pocas oportunidades de educarse y de esa manera, se garantiza que seguirá siendo pobre e ignorante, inconsciente de que podría dejar de serlo.
Así también, sus hijos seguirán su ruta de pobreza y de esa manera, se garantiza mantener postergada a una clase de escasos recursos, vulnerable a ser conducida como la fábula del burro y la zanahoria, donde se suspendía la zanahoria delante de las narices del burro pero a pesar de que éste caminaba hacia la zanahoria, nunca la alcanzaba ya que pendía de una varilla que sostenía el que montaba al burro. El burro se movía hacia la zanahoria pero la zanahoria se alejaba del burro en igual medida.
Con una zanahoria se hace caminar al burro y con una promesa y un escuálido obsequio se hace caminar al pobre. Por otro lado, se busca instalar popularmente la creencia de que el pobre siempre será pobre aunque se esfuerce, lo que convence al pobre a que desista de esforzarse.
Así, el pobre siempre carece de esperanza y por lo tanto, de futuro. El pobre vive el hoy porque no sabe si mañana seguirá existiendo; por lo tanto, el poco dinero que reciba lo gastará de inmediato, a veces en comida y otras, en superficialidades que le brindarán al menos un momento de alegría y consecuentemente, a falta de una planificación metódica, siempre seguirá siendo pobre.
El pobre tiene la tendencia a tener muchos más hijos que quien no lo es, porque la alegría resignada y la esperanza acotada de un pobre, se basa sólo en tener un hijo ya que no puede tener otras cosas. De esa forma, la familia del pobre siempre tiene varios hijos, que difícilmente puede mantener y educar y que por lo tanto, engrosarán la masa de los pobres.
Esto se convierte en un círculo vicioso que será explotado por cualquier gobernante demagogo, porque los pobres aunque no tienen muchos derechos, sí tienen el derecho de votar, y generalmente lo hacen por quienes los mantienen en esa categoría social a cambio de darles una limosna, pero no más allá para que no se conviertan en personas con un cerebro desarrollado y educado que les permita pensar, discernir, adoptar otra mentalidad, visualizar un futuro y dejar de ser pobres.
Analicemos. Dos rasgos importantes para distinguir un niño de un adulto son la capacidad de hacerse responsable de sí mismo y además, la decisión de tomar decisiones respecto de su futuro. El pobre difícilmente puede hacerse responsable de sí mismo y por otro lado, está inhibido de tomar decisiones respecto de su futuro porque está convencido que no hay un futuro para él.
Por lo tanto, la fábrica de pobres logra mantener a la familia pobre, aún siendo adultos, en la posición de niños carenciados que siempre necesitarán y dependerán de quien asuma la posición de adulto y tome decisiones por ellos.
Desde tiempos inmemorables, siempre el esclavo tomó partido por su amo, porque es lo único que tiene, lo único que le da sentido de pertenencia y de donde obtiene los mínimos recursos para sobrevivir. Así, el esclavo defenderá a su amo, porque se aferra de su limosna.
Al esclavo se le han quitado todas las esperanzas de libertad y más aún, se le ha enseñado que la libertad no representa una opción valedera porque es peligrosa, ya que en tal caso el esclavo debería tomar sus propias decisiones para las que sabe que no está preparado, y porque se encontrará vulnerable al entorno sin seguridad de que pueda sobrevivir por sus propios medios.
Lo opuesto a esta política de fabricar pobres sería enseñarles que existe la posibilidad cierta de que mediante cambiar su actitud, revisar sus creencias, aplicar su voluntad y su esfuerzo, pueden dejar de ser pobres si se motivan hacia aprender algún conocimiento que les permita ser útiles e insertarse en la sociedad.
También sería lo opuesto, enseñarles sobre el valor del respeto hacia sí mismos y de la dignidad de conseguir su sustento y el de sus familiares por medio del esfuerzo propio y el desarrollo permanente hacia obtener nuevas habilidades o bien, perfeccionar las que ya tienen para convertirse en seres más valiosos.
Cuando dicto clases a mis alumnos suelo interponer ciertos comentarios sobre los oficios para que se vayan preparando a encarar sus emprendimientos, y siempre sostengo que si desean siempre tener buen trabajo, les conviene aprender a solucionar problemas, porque problemas son los que nunca faltan, así como personas que pagarán gustosas a quien les ayude a solucionarlos.
Esa mentalidad activa está vedada al pobre, por lo que siempre permanecerá pobre y además, favorecerá a quien hará lo imposible para mantenerlo pobre y sumergido, porque quien está sumergido nunca alzará la cabeza para ver qué es lo que hay más allá. No vaya a ser cosa que descubra que siempre es posible dejar de ser pobre y abandonar el bando perdedor para pasarse al bando ganador.
Claro que si dejara de ser pobre, entonces no necesitaría de las limosnas que le regala quien lo oprime sin que el pobre se dé cuenta. Tal vez, en ese caso, descubriría la verdad de que en realidad su pobreza es justamente la que sustenta la riqueza de quien lo mantiene en el nivel de pobre.
Los que han descubierto y regentean los conceptos de la riqueza, tienen muy en claro que cuando el pobre resurge se convierte gradualmente de clase pobre a clase media. Pero que la clase media no le conviene a la clase rica, dado que la clase media no gasta el dinero que obtiene como el pobre, sino que trata de ahorrarlo e inclusive, de invertirlo para asegurarse.
La persona de clase media lo administra cuidadosamente y no suele consumir con tanta liviandad los productos que las fábricas de los ricos producen; es decir, el pobre gasta de inmediato sus recursos mientras que el de clase media los administra y trata de invertirlos en algo sólido.
La clase media no le resulta grata a los ricos; a ellos les conviene que todos los demás sean pobres, que se mantengan endeudados porque así se les cobra intereses, y que si llegan a disponer de una tarjeta de dinero plástico, la usen y la expriman de manera que sus deudas y compromisos futuros los mantengan atados indefinidamente y generen grandes ganancias a los que han inventado el sistema económico y financiero.
Tiempo atrás yo recuerdo que muy pocas personas poseían una tarjeta de crédito; quien era poseedor de ella se suponía que pertenecía a una clase especial, más elevada social y económicamente; eran aquellos que el sistema consideraba que podían endeudarse porque luego podrían responder y cumplir con sus compromisos.
En cambio, hoy en día, no bien los bancos descubren que una persona tiene un ingreso fijo, por mínimo que sea pero que pueda ser rapiñado, compiten en ofrecerle y regalarle tarjetas de crédito con tal que se endeude y lo puedan exprimir con sus intereses leoninos cuando el poseedor se descontrole o la necesidad lo lleve a gastar más de lo que tiene.
Llegado a la edad en que me jubilé, comprobé que “había escalado en la escala social y económica” porque varios bancos se fijaron en mí, y de ser un perfecto desconocido pasé a ser incorporado a sus listas de quienes pueden gastar y a quien pueden cobrarle, por lo que intentaron seducirme con ofrecerme tarjetas, descuentos de compra y créditos de forma que yo hipotecara mi jubilación.
Ellos querían obtener su tajada de la escasa porción de torta que supe conseguir luego de 45 años de trabajo y aportes al sistema previsional. Que más que previsional es provisional, pues representa apenas pan para hoy pero hambre para mañana.
Como en todo país subdesarrollado, una jubilación común sumerge a un trabajador o a un comerciante a ser un esclavo de una asignación limitada que nunca llegará a cubrir el costo de la canasta básica de alimentación, por lo que para el condenado sistema, jubilar a un empleado luego de toda una vida de trabajo significa triunfar en finalmente, volverlo pobre.
Como se ve, el sistema siempre se las arregla para fabricar pobres, de una forma u otra, a veces mediante jugadas financieras que hunden a quienes comienzan a emerger o a quien apenas sobrevive con su emprendimiento tratando de no caer en la pobreza. La fábrica de pobres nunca tiene descansos, ni vacaciones ni respeta feriados, trabaja 24 hs los 365 días del año, y si pudiera, 366 días.
En ocasiones hay quienes surgen desde el fango y descubren la forma de fabricar pobres, en tal caso mediante maniobras de todo tipo y color, por lo general, políticas. Se desprenden del fango donde han nacido y pasan entonces a convertirse en fabricantes de pobres, elevando su nivel económico a ritmo vertiginoso y alcanzando posiciones astronómicas a las que llegan, por supuesto, pisando por sobre las cabezas de los pobres sin respetar la ética, la moral y los principios de la Justicia, porque ahora tienen dinero hasta para comprar jueces.
Por eso es que necesitan pobres, porque son los escalones sobre los que establecen su posición, sobre todo, en los círculos políticos rasgándose hipócritamente las vestiduras al referirse a los “pobre gente estos pobres” y enarbolando banderas reivindicadoras que solamente convierten a los pobres en más pobres y a ellos en más ricos gracias a los pobres.
“Haz lo que yo digo y no lo que yo hago” es el lema de aquellos que se amparan en catedrales, fingen ser pobres, pero en realidad, viven de las limosnas de los pobres, para tomar otro ejemplo distinto del ejemplo político mencionado, aunque en definitiva, de uno u otro modo, hablamos de lo mismo.
Hablamos de los “mercaderes del templo”, ya sea el templo una iglesia de cualquier orientación, o el templo sea una institución bancaria o un congreso con columnas y fachadas ostentosas. La cuestión siempre se trata de la misma melodía: son estrictamente necesarios los pobres y de la manera que sea, es necesario producirlos en masa y mantenerlos siendo pobres, para lo cual es imprescindible que nunca baje sus persianas, la fábrica de pobres.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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