¿CUÁL ES EL PRINCIPAL OBSTÁCULO QUE NOS IMPIDE AVANZAR?

Aquella noche, el policía encontró a un borracho dando vueltas y buscando en el piso debajo de un farol; decidió bajar de su móvil y averiguar de qué se trataba el asunto, por lo que preguntó al borracho qué era lo que estaba haciendo a esas horas de la noche. El borracho, en su media lengua, le respondió:

– Estoy buscando la llave de mi casa, que se me cayó y por eso no puedo entrar.

El policía se dispuso a colaborar ayudando a buscar la famosa llave, pero al rato, al no encontrarla, decidió preguntar:

– ¿Está seguro de que se le cayó por aquí? El borracho negó con la cabeza y respondió:

– No, se me cayó allá, a mitad de la cuadra.

– ¿Y por qué la está buscando aquí, entonces? Y el borracho respondió, algo fastidiado:

– ¡Porque aquí hay luz!

En principio puede parecernos cómica la actitud del borracho, pero eso es lo que normalmente hacemos todo el tiempo; buscamos la causa de nuestros impedimentos, pero no donde realmente se encuentran, sino donde pensamos que vamos a encontrarla más fácilmente.

En su profunda filosofía, los antiguos griegos ponían mucho hincapié en el dicho espartanognóthi seautón”, es decir, “Conócete a tí mismo”, que estaba inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos. Tal vez pueda parecer un dicho sin importancia, pero es fundamental asimilarlo para que todo ser humano pueda llevar adelante su vida con los menores tropiezos, para que alcance los mayores triunfos materiales, y asimismo, pueda desarrollar la mayor evolución espiritual durante la presente encarnación. Es decir, para que por fin “encuentre la llave que abre las puertas de su vida”.

Resulta claro que las dificultades que encontramos pueden ser externas o internas. Cuando son externas no es tan difícil localizarlas como cuando son internas. Por ejemplo, todos sabemos que una causa fundamental por la que cualquier mecanismo o procedimiento no puede alcanzar los objetivos para los que fue creado, es que adolezca de una falla, es decir, que tenga un defecto.

Como caso frecuente, pasa que a veces nuestro auto no alcanza su velocidad máxima y ha aumentado el consumo de combustible porque algo se ha estropeado en su interior.

Es decir que puede existir internamente algo que resulta incongruente con los fines que se esperan, que está presente en dicho mecanismo o procedimiento, de manera que dificulta o impide la obtención del fin esperado.

Supongamos que en este caso se trata de algo interno, inherente al mecanismo o al procedimiento: en principio forma parte del mismo y está muy disimulado dentro de su estructura por pertenecer a él, impidiendo que se obtenga el final exitoso para el cual fue diseñado dicho elemento.

Pero sabemos que normalmente resulta mucho más fácil de identificar la presencia de un obstáculo externo que se vuelve localizable por no pertenecer al sistema; está allí, afuera, en clara y visible oposición, (tiene una camiseta de distinto color, parafraseando la actividad deportiva) y constituye un evidente objetivo que debe ser enfrentado y superado para seguir avanzando.

Es por esta razón que el ser humano en general siempre tiende a buscar AFUERA (“donde hay luz”, diría el borracho del cuento) las razones que le impiden avanzar y lograr sus fines, dado que así le parece que será mucho más sencillo localizar el impedimento.

Por el contrario, sucede que cuando el obstáculo se encuentra DENTRO del proceso mismo, o sea formando parte del mismo individuo o sistema, no resulta igualmente identificable como cuando se encuentra afuera.

Con esto me refiero a un concepto que debería resultar evidente: los peores obstáculos a los que nos enfrentamos son los fallos internos.

Como analogía, en cualquier organización que posea un fin determinado, la principal causa de su impedimento o fracaso muchas veces suele deberse a la presencia interna de un “enemigo”; si se hablara de una organización humana, diríamos que se trata de “un traidor” físico o institucional, que tanto puede ser el proceder de una persona como una falla del procedimiento, y que por estar dentro mismo de la organización se mimetiza y puede producir más daño o dificultad que si fuera fácilmente identificable al estar fuera de la misma.

Esta reflexión pone en evidencia que nuestros peores enemigos se encuentran dentro de nosotros mismos, y normalmente es lo que podríamos llamar “defectos”. Pero que en realidad, sólo se trata de espejismos, creencias, prejuicios o vicios de conducta que nos conducen a destinos equivocados.

Cierta vez pregunté a mis Guías Espirituales sobre cuales eran los defectos que existían en mí, a fin de tomar la debida cuenta de ellos y trabajar para corregirlos. Para mi sorpresa, Ellos me respondieron que desde su punto de vista, no existían defectos sino solamente actitudes erradas que podían resultar en obstáculos que impidieran que yo lograra mis objetivos.

Ellos no mencionaban “fallas estructurales” en la persona sino más bien maneras más o menos felices de encarar las cuestiones de la vida, y que por lo tanto, logrando identificarlas, podían ser corregidas o mejoradas.

Remarcaban que interiormente el Cristal espiritual del cual yo estaba constituído se encontraba perfecto (es lógico porque se interpreta como que somos Hijos de la Luz), y que en todo caso lo que yo consideraba como “defectos” si bien para ellos eran sólo comportamientos inarmónicos, indicaban que se trataba nada más que de un concepto humano, que dependía de mi estado de conciencia al respecto.

Allí, con algún desconcierto, yo comprendí que “del otro lado del Velo” se consideran los aprendizajes como atributos en forma absoluta y no cualitativamente o cuantitativamente como en este plano (Para comprender mejor, se sugiere leer el artículo: EL OTRO LADO DEL VELO https://www.elsenderodelser.com.ar/2017/09/15/el-otro-lado-del-velo/)

Como ejemplo, la habilidad que se desarrolle “de este lado” es considerada sólo como una experiencia de aprendizaje que se obtiene y que enriquece las frecuencias o armónicos que constituyen nuestra aura (O “colores” como ellos los llaman a fin de que los que estamos en este plano comprendamos mejor), es decir, los destellos del mencionado Cristal que dependen en su coloración de la experiencia adquirida.

No parece importarles cómo ha sido obtenida esa habilidad; contrariamente a las creencias religiosas sobre el pecado, no existe del otro lado el concepto humano cuestionable de legalidad o ilegalidad como el que rige nuestra conducta sobre esta tierra.

Y si nos ponemos a pensar un poco, muchas veces lo que es legal en ciertas zonas del planeta bien puede ser ilegal en otras, siendo que la Humanidad es una sola pero sus principios de vida son distintos.

Regresando al tema principal, entonces, es factible concluir que lo que nosotros denominamos como “defectos” humanos, son simplemente incompatibilidades internas que entorpecen nuestro accionar, tal como si quisiéramos marchar en línea recta y un problema de visión tendiera a desviarnos hacia un costado.

Pero también queda claro que es más difícil comprender que debemos concentrarnos en corregir a “nuestra visión” (factor interno), la que nos tiende a desviar de la recta, que hacer el esfuerzo en compensar cualquier inclinación del suelo sobre el que nos desplazamos (factor externo).

Esto significa que el principal obstáculo que nos impide avanzar en nuestra vida por lo general se encuentra dentro de nuestra propia personalidad, lo que hace que sea más difícil de reconocer y enfrentar que si fuese un obstáculo exterior.

Paralelamente, según los criterios de la Astrología solemos expresar que nuestro peor enemigo, ese enemigo oculto (Casa XII) que siempre sabotea nuestros planes, no se encuentra afuera, sino que se trata de nosotros mismos, con nuestra disposición incorrecta o con nuestra falta de conciencia, por lo que en tal caso resultará sumamente  valioso lo que decían los antiguos griegos: “Conócete a tí mismo” de forma de localizar más fácilmente el error.

También nos resulta más fácil encontrar la paja en el ojo ajeno que ver la viga en el propio, y eso es natural porque cuando se trata de otra persona somos más objetivos que cuando se refiere a nosotros mismos, ya que en este último caso nos comportamos subjetivamente.

Entonces, la mejor manera de encontrar ese obstáculo que nos impide avanzar, es, además de observarnos en el espejo y trabajar en conocernos a nosotros mismos, por nuestro propio bien practicar la objetividad de manera que no nos resulte tan doloroso reconocer que no estamos procediendo de la forma correcta.

Sería deseable cambiar inmediatamente de actitud, agradeciendo interiormente la eventual observación externa que nos permitirá corregir la desviación, a fin de favorecernos hacia lograr mejores aciertos en nuestra actividad.

Más aún, a veces recibimos una crítica de parte de otra persona y eso nos fastidia y hasta puede llegar a resultarnos insoportable; justamente en ese momento es cuando debemos bajarnos del caballo y mirarnos en el espejo, porque ese otro puede estar viéndonos con una objetividad que nosotros no tenemos hacia nosotros mismos y su crítica, sea del tenor que sea, tal vez representa una excelente oportunidad para corregir y mejorar nuestra performance.

Tal vez nos esté ayudando inconscientemente a obtener más beneficio al señalar algo que nosotros mismos hemos pasado por alto. Un verdadero amigo se arriesgará a perder su relación con nosotros cuando se atreva a preguntarnos si consideramos estamos caminando con destino cierto o por la senda errada; otro que no sea tan valioso, nos aplaudirá aún cuando se de cuenta de que estamos errando, porque sólo buscará adularnos y quedar bien.

Esto, al principio, no nos resultará sencillo, pero con la correspondiente voluntad, la cuota de humildad necesaria y la constante práctica terminará siéndonos muy útil para vencer el principal obstáculo que nos impide avanzar: esa razón oculta que se encuentra camuflada dentro de nosotros mismos. Tal vez entonces logremos comprender cual es el principal obstáculo que nos impide avanzar.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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