LA NUEVA MUJER DE HOY

Fácilmente puede detectarse hoy en día que la mujer en general está dirigida en un proceso de cambio, sobre todo aquellas cuya edad transcurre de los 50 años para abajo. Es conocido, que como todo proceso que se inicia, éste lógicamente necesita pasar por una previa etapa de caos a fin de organizar el tiempo y el quantum de energía necesario y suficiente como para adaptarse a la mecánica del cambio.

Nada pasa de un estado a otro sin transitar por un tiempo intermedio en el cual la situación inestable puede ser calificada como una crisis; la crisis es el disparador del cambio, sin ella éste no se vería realizado debido a la natural inercia humana de permanecer dentro de la zona de confort.

Esto nos dice que la mujer hoy está en crisis, abandonando sus viejos parámetros camino a encontrar su nueva postura ante la vida.

Antes de lograr la siguiente situación estable, para lograr el equilibrio el sujeto necesariamente debe caminar hacia el extremo opuesto; si no se realiza esto, es imposible encontrar el punto medio. Es el caso típico del introvertido que un buen día se transforma en extrovertido, probando distintos estados y niveles a fin de reconocer cual es el punto exacto de equilibrio, para conseguir ubicarse finalmente en el mismo.

Esto es justamente lo que le está sucediendo a la mujer, sobre todo a aquellas que tienen menor edad y menos prejuicios, y mayor capacidad de rebelarse ante las limitaciones que soportaba en tiempos anteriores.

La mujer, naturalmente ella primero antes que el hombre ya que posee mayor sensibilidad emocional y psíquica, está sintiendo que se hace necesario un tiempo de caos para encontrar el nuevo estado que se vuelva acorde con las circunstancias del momento.

La mujer se siente disconforme y no sabe bien contra qué, pues intuye que debe hallar una nueva manera pero aún está en el proceso de crearla y por lo tanto no puede visualizar el panorama completo.

Ese tiempo de caos es muy normal que no pueda ser manejado con prudencia, dado que de otro modo no sería caos. La palabra “caos” puede ser malinterpretada, e incluso ser descalificada por el desconocimiento de que el caos es un estado de libertad y pureza necesarias donde la energía se dispersa en busca de reagruparse de otra manera.

En palabras sencillas, para pasar de un estado a otro nuevo y distinto del anterior, debemos necesariamente transitar por la situación de caos, que naturalmente reconoceremos como crisis. Bien, lo que quiero expresar entonces es que la mujer de hoy está en crisis, camino a encontrar su nuevo estado de comportamiento, su nueva manera de manifestarse, e incluso su nueva identidad.

Esto lo podemos comprobar en que ella ya no se contiene como antes y no teme expresarse, a veces violentamente, sin mayores recaudos y sin tampoco afectarle cómo será interpretada su reacción por el entorno.

Ella ya no puede evitar “salirse de las casillas” pues la pulsión interna hacia el cambio es tan intensa que la lleva a reaccionar emocionalmente, muchas veces sin darse tiempo a pensar en lo que hace o en lo que dice.

En esa búsqueda inconsciente de su nueva identidad, muchas veces la mujer echa mano de comportamientos tradicionalmente masculinos, confundiendo su esencia en la intención de probar si esa actitud puede formar parte de su nuevo equipaje.

Hoy no es frecuente pero tampoco sorprendente ver que una mujer saque su cabeza por la ventanilla del auto para gritarle un insulto tradicionalmente masculino, a otro conductor que al parecer de ella, merece ser calificado de tal o cual manera. Ésa era antes una exclusiva y típica reacción masculina de un hombre fuera de control.

Las expresiones con las que se maneja hoy la mujer, al manifestar su opinión en Facebook, por ejemplo, son mucho más aventuradas y directas que en los primeros tiempos, llegando, en algunos extremos, a ser hasta insultantes y agresivas.

Resulta notorio (otro ejemplo) que siendo que antes se consideraba a la mujer en general mucho más confiable en su honestidad que un hombre, hoy tenemos hasta mujeres ubicadas en altos puestos jerárquicos que dan motivos para ser acusadas de corrupción; en sudamérica tenemos varios ejemplos de ello.

Esta categorización a la que antes no deseaban exponerse de ningún modo, se notaba por ejemplo en la actitud de administrar el dinero, que en otras épocas era muy cuidada por la mujer ya que interpretaba a la corrupción como una forma de prostituírse, concepto muy delicado para ellas que ponían atención en no involucrarse a fin de no ser categorizadas de ese modo.

Asimismo podemos ver en todo momento en la TV, en distintos ambientes, cómo numerosos ejemplares femeninos dejan de lado su femenidad para trenzarse a las patadas y trompadas con quien sea que ellas consideren necesario.

Un claro ejemplo de ello son las peleas entre las chicas a la salida de un boliche, por ejemplo, que se observan aún más encarnizadas y violentas que las peleas entre los muchachos; ellas no le temen al enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Las chicas de hoy no se parecen en nada a las chicas del ayer. Antes, cuando ya no soportaban una situación, estallaban en llanto; hoy, muchas también estallan pero en violencia física, en agresión contra quien sea, un hombre o bien, otra mujer.

Actualmente la nueva mujer, que desconoce su estado final y por eso es que lo está buscando, comete muchas veces el error de copiar actitudes tradicionales del hombre (desgraciadamente imitando los aspectos negativos del varón) masculinizándose sin tener conciencia de que no le pertenecen, que no son dignas de ella, ya que corresponden a vicios del otro género y que en lugar de imitarlas debería buscar otra forma de expresarse más elevada y acorde con su calidad femenina.

Esto desorienta al hombre de hoy, cuyos ejemplares sensatos tienden a apartarse de las mujeres con estos comportamientos, y los insensatos sólo atinan a reaccionar de una manera aún más violenta.

Desde siempre la mujer ha sido víctima de la imposición del hombre que ha esgrimido su mayor fuerza física sobre ella, pero hoy la mujer no parece estar dispuesta a seguir tolerándolo ni a permanecer en un segundo lugar.

Lamentablemente se generan cada vez más agresiones y muertes sin sentido sobre una mujer a manos de un hombre que libera sus bajos instintos o bien, que no sabe reaccionar de otra manera para hacer frente a la situación. Por otro lado, hoy la mujer cuenta con mayores recursos y no duda en utilizarlos; es su nueva forma de encontrarse a sí misma, pero a algunos hombres esto los saca de quicio porque no saben cómo enfrentarlo.

Lo sorprendente es que en situaciones similares, es decir, de conflictos entre hombres, los desencuentros muchas veces se solucionan y se negocian sin llegar a mayores extremos, pero se vuelve muy difícil la negociación entre los géneros opuestos.

Evidentemente, la mujer sin darse cuenta (pero tampoco el otro género) está motivando emocionalmente al hombre a que apele como recurso a la violencia extrema; esto es comprensible porque la carga emocional puesta en juego en un conflicto hombre-mujer es siempre muy superior a la que existe en el conflicto hombre-hombre.

En el conflicto entre hombres todo parece deberse a una cuestión de competencias o liderazgos, pero entre un hombre y una mujer, la característica básica es distinta, asimilándose a una lucha por supervivencia.

Entre los hombres, suele incluso darse el caso que luego de un conflicto grave entre ellos, terminen zanjando la cuestión en una pelea a trompadas y con el tiempo, esta liberación de energía puede llevarlos a ubicarse en una situación muy similar a la convivencia resignada e incluso a la amistad, lo que difícilmente ocurrirá en un conflicto hombre-mujer, o mujer-mujer, dada la elevada energía emocional puesta en juego, donde queda como residuo el rencor.

Si se pone atención, la actitud de la mujer ante la vida está cambiando; ella hoy busca el reconocimiento cuando ésta característica antes era principalmente masculina. Ella quiere destacarse en un mundo de hombres, y si se presenta la oportunidad, vencerlos en su propio terreno compitiendo con ellos.

Mirado desde cierto ángulo, por ser integrante igualitaria de la humanidad, esto forma parte de sus derechos; pero por ejemplo siempre los trepadores fueron hombres mientras que ahora podemos ver a astutas mujeres intentando trepar por sobre ellos, a costa de lo que sea.

Antes, en otro aspecto, la mujer se cuidaba en el acercamiento sexual, esperando la iniciativa masculina, en todo caso auspiciándola o insinuándose, mientras que hoy muchas veces prefiere ir directamente al frente.

Tal vez la irresponsabilidad del hombre haya hecho que muchas mujeres hayan tenido que ser madres y padres al mismo tiempo, obligadas a ser las proveedoras del hogar además de criar a sus hijos, y eso las ha fortalecido y les ha dado la convicción de que pueden igualarse, y aún, superar al hombre.

De todos modos, esto ha motivado en parte una pérdida del romanticismo, porque cuando una mujer se acerca a un hombre que ha pasado ya por varias situaciones difíciles, éste hoy comienza a sacar cuentas sobre cuánto es lo que le va a costar ese acercamiento, porque ve en el nuevo comportamiento de la mujer un peligro eventual y desconocido que ella trae consigo en forma latente.

En conclusión, el trato con las  nuevas mujeres de hoy está llevando a los hombres a proceder de otra forma, y de ese modo, la transformación de la mujer también lleva al hombre a cuestionarse en sus viejas maneras. Antes, las golpeadas eran las mujeres, siendo que ahora, están apareciendo casos de mujeres golpeadoras, que no sólo saben defenderse sino que saben agredir y ejercer la violencia contra el hombre.

Por ejemplo, en los ámbitos forenses en tiempos anteriores, si una persona era asesinada con armas, se buscaba principalmente a un responsable hombre, mientras que si moría envenenada, dicha técnica señalaba más hacia una mujer, porque tradicionalmente la mujer evitaba la violencia. Hoy ya no se cumple en el mismo porcentaje.

De todas formas, es evidente que se está replanteando una nueva forma de relación entre la mujer y el hombre, que puede ser bienvenida en tanto contribuya también a auspiciar en éste un cambio positivo y ambos géneros evolucionen hacia la excelencia en el trato.

Lo ideal sería que la mujer encuentre su justo lugar y logre firmeza en su posición, siendo deseable que no tuviera que luchar por sus derechos sino que éstos le fueran naturalmente reconocidos; pero no tenemos que olvidar que reivindicar un derecho también trae consigo la correspondiente responsabilidad.

Esta responsabilidad debería también asumirse en equilibrio sin que la mujer perdiera su ancestral atractivo, siendo que muchas de ellas no comprenden que una mujer naturalmente femenina y sugestiva resulta irresistible para un hombre que sepa valorarla, y en cambio masculinizándose, la vuelve competitiva en la visión del hombre y esto cambia necesariamente el tenor de la relación.

Observo hoy en los noticieros una desagradable tendencia: en muchos casos, la mujer “pisa” al compañero de programa y se adueña del tiempo de aire, incluso elevando desagradablemente el volumen de su voz, lo que a la larga resulta chocante ya que rompe la armonía que debería tener con su pareja de trabajo.

Es muy agradable la participación de la mujer y también escuchar su punto de vista, pero observo la tendencia en algunos casos a romper el equilibrio natural que debería existir para que el programa resultara atractivo para ser visto.

Es realmente una incógnita cual será el estado final y las consecuencias que provocará esa búsqueda de identidad de la nueva mujer de hoy. Pero, sin duda, todo dependerá de cómo logre hacer que el hombre asimile ese cambio, con naturalidad y sin reaccionar en su contra, sino por el contrario estimulando y colaborando en el cambio masculino hacia un nuevo hombre en camino hacia la evolución.

Muchas de ellas son inteligentes y deberían ser capaces de encontrar la manera apropiada, para hacerse de su lugar sin consecuencias desagradables, y para ser bienvenidas asentándose como la nueva mujer de hoy.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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