NO PERDER LOS PEQUEÑOS MOMENTOS

Hoy en día vivimos de una manera en la que nos urge el tiempo y parece que todo conspira en contra de lo que deseamos; buscamos tener momentos de paz y en nombre de ellos, apresuramos todos los otros de forma que cuando logramos esos momentos libres, no los podemos disfrutar.

Es muy corriente que cuando alguien sale de vacaciones para desestresarse, los preparativos para salir y el viaje mismo lo estresen sobremanera cuando en realidad, esa persona buscaba relajarse; de hecho, a veces, la premura provoca accidentes y problemas que le arruinan el tan ansiado descanso que pretende en su tiempo de vacaciones.

De esta forma, en la ciudad, es normal que la gente se conduzca apresurada en todas sus actividades, y sobre todo, cuando es viernes o es una víspera de feriado. Asimismo, las obligaciones cotidianas se vuelven exasperantes y esto provoca que no seamos concientes de dejar pasar oportunidades que podrían darnos parte del respiro que necesitamos.

Es muy común que la gente se concentre en el resultado, por ejemplo en llegar al destino de sus vacaciones y se pierda el deleite de contemplar el viaje. La publicidad, los medios y el sistema nos empujan hacia el “YA”, impidiendo que disfrutemos de los pasos previos, como si estuviéramos ingiriendo la comida sin tomarnos el tiempo de saborearla, sólo para llenar el estómago y continuar con nuestras tareas.

De esa forma, dejamos de lado los detalles, y asimismo nos negamos el vivir los pequeños momentos, porque los salteamos con la vista puesta en los resultados finales. Resultados que cuando llegan, rápidamente dan lugar a la siguiente necesidad a ser cubierta y en definitiva vivimos con la vista en el futuro sin poder disfrutar del presente.

En cierta etapa de mi vida yo mismo era de los ansiosos que siempre tenía los ojos puestos en “más allá”, hasta que un día me pregunté: “¿Y qué pasa si lo hago lentamente, poniendo atención a cada paso, aprovechando ese instante intermedio, “saboreando” las instancias a medida que se van produciendo?”.

Entonces descubrí que había todo un mundo de detalles que me estaba perdiendo, de momentos que por el hecho de ser fugaces no dejaban de ser muy especiales; y allí comprendí que podía encontrar instantes de dicha en las pequeñas cosas, en las breves instancias, en esos aparentemente insignificantes momentos que había dejado de lado sin abarcar toda la riqueza que en ellos se podía encontrar.

Y así, fui aprendiendo a relajarme, con la sorpresa de comprobar que muchas veces, yendo más despacio, llegaba igual o más rápido y además, disfrutaba del viaje. Lo mismo con la comida, con el trabajo, con los momentos en compañía, con los momentos en soledad; relajado y atento, perceptivo, de pronto todo pareció teñirse de otro color, o pasar a tener color siendo que lo había visto pasar en blanco y negro.

“Vísteme despacio que tengo prisa”… frase asignada a Napoleón, a Fernando VII o a Carlos III, si bien se refiere a lograr apropiadamente nuestro propósito mediante la concentración, también puede estar señalando que apreciar los pequeños momentos, puede brindarnos una satisfacción no esperada.

En la vida actual, el sistema exalta al triunfador y de ese modo nos exige y busca apresurarnos para que al final no logremos la satisfacción esperada y eso nos motive a conducirnos más rápidamente a un nuevo proyecto, que tampoco nos dejará dicha satisfacción esperada, y así nos mantenga ocupados en constante movimiento para que no pensemos, no analicemos, no nos demos tiempo para saborear, y al final, consumamos más pero en permanente insatisfacción.

El hecho de no tener tiempo para analizar, nos impide ir creando consciencia, que es justamente la peor enemiga del sistema; cuanto menos analicemos, cuanto menos seamos capaces de discernir, más esclavizados estaremos y más fáciles de manipular, seremos.

Cuanto menos disfrutemos de los detalles, menos aprenderemos y mayor será la plasticidad a ser controlados, deformados e inducidos, y además, menos probable será que logremos descubrir o nos demos cuenta de los indicios sobre “la mano oculta” que nos dirige.

Por eso el sistema genera “distracciones” en todas sus formas, para que no podamos concentrarnos frente al diluvio de imágenes reales o virtuales, para que nos cueste más discernir, y seamos más fácilmente guiados en el sentido que nos indica “la tendencia” fabricada para robarnos nuestra energía y nuestro poder.

No es fácil detenerse a contemplar el panorama, pero si logramos hacerlo, descubriremos realidades insospechadas, nos habituaremos a una nueva forma de vivir, de razonar, de observar, de discernir, encontraremos una inesperada satisfacción en el proceder relajado y seremos mucho más resistivos al control y por lo tanto, más dueños de nosotros mismos.

Tal vez así nos daremos cuenta que podemos llegar a ser nuestros peores enemigos o nuestros mejores amigos, depende de la forma en que nos tratemos y consideremos cada uno de nosotros, a nosotros mismos como individuos. Y entonces, ya nunca más nos permitiremos perdernos el disfrutar del sabor de los pequeños momentos.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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