¿QUÉ HAREMOS CUANDO NADA PARECE SALIR BIEN?

En ocasiones suele suceder que por más voluntad y esfuerzo que apliquemos a un asunto, la resolución del mismo se atrasa, o bien, termina resultando un fiasco, lo que lógicamente nos inclinará hacia la frustración.

¿Qué hacer en este caso? ¿Se trata acaso de una señal que indica que no deberemos insistir sobre ese asunto? ¿O bien, es un indicador de que debemos aplicarnos en caliente, con mayor insistencia hasta lograr lo deseado?

Cuando nuestros asuntos no marchan como queremos es como si estuviésemos llamando por teléfono a alguien, pero con el número equivocado. Insistir hasta el cansancio no nos dará otro resultado que el agotamiento y la frustración.

Lo que deberíamos plantearnos es respirar profundo, detenernos, reflexionar y sobre todo, aceptar la situación. Esto último es nada más ni nada menos que reconocer que estamos en medio de una crisis, de mayor o de menor importancia, y aceptarla de buen grado es una resolución muy inteligente que muchas veces no vislumbramos porque estamos cegados por la frustración.

Aceptar es el paso previo a comprender, y comprender es la antesala de obtener la respuesta hacia encontrar la solución. Hasta que no nos serenamos, tomamos asiento frente a la situación y nos disponemos a analizar sus términos, no entenderemos qué estamos haciendo mal y por eso, como dijera Einstein en un pensamiento lógico y sencillo, “Si seguimos haciendo lo mismo de la misma forma, obtendremos los mismos resultados”, es decir, fracasando una vez más.

No es fácil aceptar, en eso estamos de acuerdo; pero aceptar no significa resignarnos. Resignarnos tiene un amargo sabor a derrota, es como agachar la cabeza y decirnos: “Esto no es para mí” y abandonar la lucha. Resignarnos es rendirnos, de algún modo; sería como tirar la toalla en el combate sobre el ring.

Aceptar es otra cosa; es decirnos: “Está bien, voy a detenerme por un momento y analizar cómo está yendo esto; necesito comprender cómo funciona para saber cómo repararlo, o bien, encontrar el camino o la forma correcta de que funcione”.

A mis alumnos de oficios técnicos, siempre les repito: “Si no logran comprender cómo funciona y qué es lo que debe hacer este artefacto cuando funciona, nunca podrán arreglarlo”. Lo mismo sucede con todo lo demás.

Como primera etapa, se debe aceptar, lo que implica detenernos y reconocer la existencia del problema, abrirnos a entenderlo. Es como darle su lugar a nuestro enemigo y valorar lo que significa, ni en más ni en menos, analizándolo cuidadosamente para poder planificar la estrategia apropiada y tratar de entender qué es lo que pretende.

Entretanto, nuestro Ser Interior, nuestro inconsciente, la intuición o como queramos llamarlo, estará trabajando en el problema, y cuando nos detengamos, le daremos la oportunidad de sugerirnos la idea de cómo hacer para resolverlo.

Aceptar significa reconocer de buen grado que el problema está allí, darle la importancia que merece, o sea ubicarlo donde corresponde y emplear nuestras energías no en combatirlo sino en observar y razonar, dado que si estamos enojados, de ningún modo la respuesta llegará a nuestra mente.

En la resolución de las crisis, aceptar es el paso previo al cambio que dará como resultado que la cuestión se resuelva. El cambio puede ser tanto buscar otra manera, como esperar el momento adecuado, como hacer una transformación interna en nosotros mismos que a veces solamente consiste en mudar el punto de vista, en mirarlo de otra forma.

Tal vez estamos intentando escalar la montaña del lado equivocado, simplemente porque no hemos analizado a la montaña y no la conocemos. Puede que sólo hayamos puesto nuestra mirada en la cima y restado importancia al modo en que puede llegarse allá.

Puede que hayamos partido con todo el entusiasmo, “a comernos la montaña” derrochando energías, y a la mitad de camino, nos hemos quedado sin combustible. Eso no significa que la montaña no pueda ser escalada, ni tampoco que ese emprendimiento no es para nosotros; éso es sólo una señal de que debemos detenernos para reflexionar y retomar fuerzas, y quién sabe si no, modificar la estrategia, o hasta incluso, retroceder para comenzar por el otro lado.

¿Las cosas están saliendo mal? Calma, es solamente que no estamos haciendo las cosas como la situación lo requiere, no estamos usando la llave correcta para esa cerradura, no le echemos la culpa a los factores externos; un barco a vela, apropiadamente timoneado, puede avanzar aún con el viento en contra. Es sólo comprender la forma apropiada de hacerlo.

Pero “si nada parece salir bien” no nos enojemos con el mundo, ni siquiera con nosotros mismos; guardemos esas energías y pongámoslas a funcionar a nuestro favor, con la táctica adecuada al caso. Aceptando, comprendiendo, sabiendo esperar, haciendo los cambios necesarios, eligiendo el momento oportuno, y volviendo a comenzar. Y entonces habremos aprendido qué hacer cuando nada parece salir bien.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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