¿ERES UNA PERSONA SOLIDARIA?

Permanentemente estamos hablando o escuchando sobre el tema “solidaridad con los demás”. La solidaridad es un tema que requiere cierto análisis detallado, porque tiene aristas positivas y negativas en ello, como casi todas las cosas. Pero sobre todo, es un concepto que se presta a confusión.

Si nos referimos al concepto de la Sociología a ese respecto, se refiere al sentimiento de unidad que está basado en las metas o intereses comunes, y es un término que se refiere a ayudar sin recibir nada a cambio.

Por ejemplo, un requisito fundamental para la solidaridad, es que sea voluntaria y personal, no obligada por las circunstancias y no por que no nos queda otro remedio. Es decir, la persona solidaria debe sentir en su interior la vocación, el empuje necesario como para sintonizarse con la otra persona o personas que necesitan ayuda, lo que se conoce como empatía.

Esto nace casi en todos cuando se trata de un desastre natural tal como una inundación, un temblor de tierra, y cosas así, pero tal vez no nos damos cuenta que se puede ejercer fácilmente en nuestra vida diaria y nos perdemos muchas oportunidades de ser solidarios, con todos los beneficios que por lo general ignoramos que nos trae.

No siempre somos solidarios con nuestro prójimo, y tampoco deberíamos serlo en algunos casos especiales. Hay una confusión a este respecto, cuando se cree que la ayuda solidaria sería la solución a los problemas del mundo. Una cosa es ayudar a otros a cultivar la quinta y otra es darle verduras todo el tiempo.

A veces, ser solidario implica solamente colaborar con alguien cuando este alguien no puede él solo con una tarea y se encuentra en problemas debido a eso, un ejemplo cualquiera, cuando lleva paquetes que le impiden abrir una puerta, y en ese momento alguna mano amiga cede su lugar o su tiempo para ayudar a la persona en apuros.

Cuando me encuentro en el lugar del que lleva los paquetes y no puedo abrir la puerta, por ejemplo, sin dudar un momento me dirijo a la persona más cercana y le digo: “Por favor… ¿me podrías sostener la puerta mientras paso?”… y hasta ahora nadie nunca se ha negado a ayudarme. Por supuesto, no olvido darle las gracias con una sonrisa y luego dejo que siga con lo suyo.

Con esta acción he conseguido dos fines: uno, poder pasar con los paquetes, y el otro, tal vez más importante, hacer que la otra persona se sienta satisfecha e importante porque alguien le pidió un favor que no le costó nada y además, siente que se le otorgó un punto a favor, cuando es agradecido con una sonrisa y un “gracias”.

Otras veces, ser solidario no implica tener que ser necesariamente el héroe de la semana sino nada más, realizar una tarea callada y sencilla como ser el levantar un papel que alguien dejó caer sobre la vereda y tirarlo en el cesto de la basura, que es donde sería el mejor lugar para eso, contribuyendo así a la higiene pública.

Esto, en lugar de sentir fastidio por esa persona que tiró o dejó caer el papel, que en ese caso representaría un sentimiento negativo que no ayuda a nadie sino que perjudica nuestra salud, entonces, simplemente suspiramos y hacemos lo correcto, sin necesidad de increpar al otro porque no hizo lo que debía.

La idea de esto es mostrar el ejemplo; el ejemplo es lo que inspira y motiva a otros a hacer lo mismo. Y mucho más si también, lo hacemos de buen grado y con una sonrisa de satisfacción por el deber cumplido. Otra persona nos verá y pensará: “Él (o ella) se está sintiendo bien haciendo lo correcto, yo voy a probar de hacer algo similar, porque también quiero sentirme bien”.

Pero supongamos que hacemos lo correcto y nadie nos ve; no debemos pensar que no ha tenido eco en los otros. Tiene su resultado en nosotros, porque el hecho nos aporta bienestar, seguridad en nosotros mismos y autoestima; a su vez, consecuentemente emanará de nosotros otra vibración que aunque no se ve ni se siente, en alguna medida impactará a los que nos rodeen.

Y además, estaremos aprovechando la Ley de Atracción: sembramos positivismo, lo que nos ayudará a cosechar positivismo. Sí, hacer las cosas bien, aunque no se note, genera cambios en nuestra aura o campo exterior al cuerpo y eso no sólo deja una satisfacción en nuestro interior sino que se transmite como una onda en la superficie de una laguna, y alguien, lo captará. Alguien de nuestra cercanía de pronto se sentirá muy bien por el hecho de que nosotros nos sentimos bien.

Alguien cercano una vez me expresó: “Envidio tu alegría de vivir” pero lamentablemente no supo o no quiso tomarse el trabajo de descubrir el secreto: sólo esforzarse en vivir correctamente.

Nadie quiere acercarse o escuchar a aquellas personas adustas, malhumoradas, secas, amargadas. Por eso, una sonrisa, hoy sobre todo, que la gente tiene tantos problemas, tiene tanto éxito. Quien nos ve, primero que pierde el miedo a acercarse a nosotros, o bien que nos acerquemos, y segundo, internamente siente que quiere participar de nuestro bienestar.

A veces, ser solidario no significa solamente hacer algo por alguien; a veces, tan sólo un “gracias” estimula a la otra persona a continuar haciendo las cosas bien para otros, poniendo atención en quienes le agradecen su acción y recordándolos con el mejor concepto, dispuesto a repetir su acción cuando sea necesario porque sabe que su esfuerzo en algún momento será reconocido y apreciado.

Cuando sembramos buenas vibraciones, cuando menos lo esperamos, esas buenas vibraciones nos traerán un regalo; pero no lo hagamos por el regalo, debemos hacerlo con nuestra mejor voluntad e intención, como una flor que regala su aroma al viento en la montaña. De esa forma, estamos siendo solidarios con el mundo, porque si todos lanzáramos buena onda, el mundo danzaría a su compás.

Muchas veces alguien me recibe en un negocio, donde voy a comprar algo y al atenderme supuestamente está cumpliendo su función porque de ello obtiene una ganancia. Tal vez se piense que el agradecimiento debe partir de esa persona porque yo le estoy comprando y con eso, de por sí, beneficiándolo.

Pero mirémoslo del otro lado: esa persona está haciendo algo por mí, para mí, me está facilitando la obtención de algo, está ocupando su tiempo para mí, me está brindando un servicio, y eso, merece al menos un “gracias”.

Así sea un servidor público, una enfermera, un policía, un administrativo que recibe un sueldo para esa tarea, nada me impide que se lo agradezca, de forma de predisponerlo a que también ofrezca con satisfacción su servicio a otra persona; de esa forma, estoy siendo solidario con esa otra próxima persona, aunque yo no sepa quién será . Es decir, sembremos buena onda y la solidaridad aparecerá sola, y todos nos beneficiaremos.

Cierta vez un empleado de un negocio me respondió mal cuando yo sólo quise ayudarlo a realizar su tarea; se sintió ofendido y me preguntó quien era el que sabía el oficio, de muy mala forma. En lugar de enojarme y responderle para ponerlo en su lugar, me callé y lo dejé hacer. Por supuesto, se complicó solo, demoró más tiempo del necesario, se ensució sin necesidad y debió esforzarse siendo que yo le estaba señalando una manera más rápida, limpia y sencilla.

Cuando terminó, pagué el servicio en la caja y luego me acerqué a él, le sonreí, y le di una buena propina, mirándolo a los ojos y diciéndole “gracias”. Por supuesto que este muchacho no se olvidará de mí y tal vez, mi conducta le estimule a cambiar su trato con los clientes.

¿Qué gané yo? La satisfacción de no dejar que el incidente me arruinara el día, y además, darle el ejemplo de que podemos manejarnos con los demás de forma beneficiosa y cordial, haciendo amigos en lugar de enemigos.

¿Qué pasaba si yo discutía con él y me iba a quejar al dueño del negocio? Tenía todo mi derecho, pero en ese caso, ambos perdíamos, yo por cederle el poder de quitarme el buen humor, y él, como empleado, porque iba a recibir una queja de un cliente que sería manifestada a su patrón.

¿Con la propina premié el mal comportamiento? No, hice un movimiento inesperado en lugar de un reproche y le enseñé una lección provechosa; el mensaje era “Trata bien a los clientes y te dejarán otro sueldo aparte”. Con esto sólo intenté sembrar buena onda; de él dependerá si entendió el mensaje, y por supuesto que ahora ya es un problema de él.

Pero en ese mismo momento, un par de señoras mayores, al contemplar el episodio, se me acercaron fastidiadas por la actitud del joven, pero cuando yo les sonreí y lo excusé, me respondieron: “Usted estuvo muy correcto, y le dio una lección”. Esto indica que nada pasa desapercibido, y que comportarse de buena manera con el prójimo, siempre termina dando buenos resultados, a la corta o a la larga.

Regresando a la solidaridad, no deberíamos olvidar la cita bíblica que dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, y discernir que nos indica amar al prójimo, pero también debemos amarnos a nosotros mismos, no solamente al prójimo. Muchas veces tenemos también que ser solidarios con nosotros mismos y no dejarnos para lo último.

Un ilustrativo ejemplo de solidaridad lo muestra un bañero cuando se lanza al agua a rescatar a una persona que se está ahogando. Pero sin embargo, si las olas los empujan contra un poste del muelle o contra una roca, las instrucciones del entrenamiento del bañero le indican colocar el cuerpo del que está en problemas entre el obstáculo y él mismo.

Uno pensaría que no es correcto porque arriesga a la víctima a sufrir un golpe, pero si pensamos mejor nos daremos cuenta que si el golpe lo sufre el bañero, no sólo que ya no podrá rescatar a la víctima sino que se ahogarán dos personas en lugar de una.

En cambio, así, el bañero estará de cara al obstáculo y tendrá mayores probabilidades de salir mejor de la situación, salvándose él al mismo tiempo que queda en condiciones de salvar al que se ahogaba, y además, indemne para seguir salvando más vidas a continuación.

Por eso, el tema de la solidaridad no es tan sencillo como parece. Existe un viejo refrán español que dice: “La caridad bien entendida, comienza por casa”. No estaría bien intentar ser el héroe que alimenta a los hijos de otro, siendo que sus propios hijos pasan hambre.

De todas maneras, no es necesario que nos plantemos en una esquina para esperar a que surja la oportunidad de ayudar a una viejita a cruzar la calle, y así, poder ir a dormir a la noche contentos de haber cumplido la misión diaria del boy-scout. Hay muchas maneras de ser solidario y no necesariamente implica dinero de por medio; podemos hacer muchas cosas por nuestros semejantes, estén en apuros o no, que no nos costarán nada y serán de utilidad para otro y por acción y reacción, para nosotros mismos.

Sólo es cuestión de estar atento y sentir empatía por los demás, es decir, ponernos en los zapatos del otro y reconocer que si estuviéramos allí, nos vendría muy bien que nos ayuden con un simple gesto de colaboración, o tal vez con un simple “gracias”, o un “disculpe”, o simplemente un “buenos días”. No solamente es bueno ser solidario, también lo es “sembrar la solidaridad”.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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