ANTE LA CIRCUNSTANCIA DIFÍCIL… ¿INSISTIR, RENOVARSE O RENUNCIAR?

En esta vida no son pocas las veces que nos encontramos con algun impedimento difícil de sortear; a veces nos planteamos renunciar cuando ya estamos agotados de remar contra la corriente, pero nos detiene perder tanto el esfuerzo como el tiempo invertidos, sin contar con las expectativas a las que deberíamos dejar de lado, lo que no es fácil.

Renunciar puede que nos haga sentir frustrados. La frustración es un fantasma que vive a expensas de nuestra propia energía y que no se conforma con ello, sino que suma puntos en contra de nuestra autoestima, y así, amenaza la convicción que debemos mantener en nuestros futuros emprendimientos.

La frustración representa el amargo sabor que sentiríamos cuando ya estamos saboreando de antemano el caramelo, como si ya lo tuviéramos en la boca, pero de pronto tenemos que renunciar a él porque algo o alguien nos lo ha robado en el trayecto de la mano a la boca. Como advertencia, bien dicen los españoles: “Del plato a la boca, se pierde la sopa”.

¿Renunciar entonces sería peor que continuar, o a veces saber renunciar a tiempo es fruto de la sabiduría alcanzada por la experiencia? Una de las posturas que más cuesta asumir para muchas personas, es saber exactamente cuando dejar de luchar por una causa perdida; saber cuándo reconocer el momento en que las pérdidas serán menores, renunciando ahora que continuando.

Aquí entran en juego las emociones, las expectativas, los apegos, y ellos pueden conducir a la persona que se encuentra a medio camino del desastre, al desastre completo. O a veces, a recuperar terreno y a insistir de forma de lograr lo que se esperaba. La pregunta debería ser, entonces:

¿Renunciar o continuar a costo de qué? Muchas veces ganar no es lo importante si lo que se va a perder con ello representa la paz, el equilibrio, el buen sentido de vivir, la armonía.

Para dar un ejemplo real, insistir y resistir en la pretensión de conservar un negocio, cierta vez me llevó a perderlo todo; fue una experiencia terrible, pero el aprendizaje de haber pasado por ello a una edad en la que podía recuperarme, valió la pena. Fue como caer al precipicio, pero saliendo algo lastimado pero con vida, y conservando el aprendizaje de saber dónde no se debe pisar.

La otra opción es renovarse, en lugar de insistir y resistirse como ese dicho español que indica algo así como “el dar coces contra el aguijón” de aquel caballo picado por una abeja. Renovarse puede ser una opción muy conveniente cuando nos damos cuenta que por ese camino que llevamos no llegaremos a buen fin, y buscar el Plan B, como me gusta llamarle.

A partir de aquel fracaso rotundo, siempre busco el Plan B, y si se puede el C y el D, aunque el Plan A me parezca muy conveniente; generalmente apuntando a encontrar dos caminos diferentes que conduzcan al mismo punto final, o a veces que representen un resultado equivalente, pero que estén relacionados de forma de poder cambiarse al camino B cuando se ve que por el camino A, la situación parece estancarse.

Hacer ese juego de cintura, que admiro como tan natural en el Signo de Géminis, muchas veces significa encontrar el “bypass” que permita sortear el obstáculo y obtener el resultado deseado.

Podemos renovarnos y cambiar antes o sobre la marcha. Para renovarnos antes, deberemos ser muy hábiles en percibir las tendencias; para hacer cambios sobre la marcha, deberemos ser hábiles para realizar en el momento preciso, la “gambeta” como en el fútbol, para cambiar de dirección y continuar avanzando.

Esto último se podría llamar como “Fluir” en función de la necesidad que se presenta. Fluir representa aún, en ocasiones tener que renunciar a luchar y dejarse llevar por la corriente, recuperando fuerzas durante el intervalo. En este sentido me refiero a “fluir” como una actitud de cambio motivada por las circunstancias, sin que tenga una dirección definida: esto es, tanto desplazarse como quedarse quieto por un tiempo, acomodarse a las condiciones imperantes, no luchar en contra sino aprovechar los movimientos del entorno como un yudoka se sirve de los impulsos de su oponente sin hacer esfuerzos en desplazar el centro de gravedad del otro. De esa forma, un David puede vencer a un Goliath.

No implica malgastar la propia energía en luchas desesperadas, sino adaptarse para obtener ventaja en función de lo que surja en ese momento. A veces, puede resultar ventajoso ceder cierto terreno al enemigo, como demostraron los rusos cuando lo hicieron con los nazis en la Segunda Guerra mundial, venciéndolos por causa del frío.

En resumen, en ocasiones es mejor renunciar, en otras insistir, en otras renovarse y en definitiva, en general, fluir con la corriente a medida que ésta cambia de dirección. Adaptarse y modificar cuando sea necesario. No me imagino a un boxeador pegado al piso firmemente en su lugar lanzando trompadas cuando se le acerca el contrincante, y que así tenga posibilidades reales de triunfar.

Más bien lo veo saltar, girar, desplazarse, rodear al contrincante, avanzar, retroceder, resistir contra las cuerdas, salirse de ellas, agacharse, pararse, o afirmarse en el suelo para lanzar un golpe. Acomodando su estrategia de lucha a las condiciones que se presentan en función de la estrategia de su oponente.

Cuando niño, acostumbrado a las peleas de la salida de la escuela, me parecía éste un deporte muy bruto, pero cuando lo observé en un ring profesional, desde otro ángulo comprendí que se necesitaba mucha habilidad, no solamente fuerza y resistencia.

Todas las opciones son útiles; tanto a veces mejor renunciar perdiendo menos, que llegando al extremo de perderlo todo. También puede ser útil renovarse a fin de adaptarse a las nuevas circunstancias, en tanto la estrategia se emplee con habilidad e inteligencia sin emociones de por medio.

Es conocido, por ejemplo el caso del jugador empedernido que ha perdido absolutamente todo porque no ha sabido ver el momento apropiado en que debió retirarse; resistir e insistir, para él, no dio el resultado esperado.

Renovarse puede ser muy útil siempre que se actúe paralelamente, porque tampoco vale renovarse fuera de tiempo, o sea actuar fuera del momento oportuno. Mi padre era fruticultor y a mis 14 años, trabajando con él, yo veía que no se obtenían los resultados esperados. Arriesgándome a una tunda, un día le sugerí que vendiera el campo y se dedicara a otro negocio antes de que fuera tarde y al escuchar esto casi me muele a palos, respondiendo que yo era un ingrato con la tierra que me daba de comer.

Dado que la tierra sólo daba para comer y no para vestirme, para mis gastos y para estudiar, a los 17 años decidí abrirme a otros horizontes; veinte años más tarde de esto, cuando yo había tomado otros rumbos económicamente más exitosos, él decidió vender su tierra… cuando nadie quería comprarla, porque todos sabían que ya no era un negocio productivo.

La ironía de la vida consistió en que mi padre era boxeador amateur, pero no supo aplicar a la vida, las técnicas que se usaban en el ring, le faltó la cintura necesaria y el sentido comercial. El esfuerzo de toda su vida se resumió por haber reaccionado demasiado tarde; nunca olvidaré esa experiencia. El viejo no supo dar el paso atrás en el momento apropiado; no quiso tirar la toalla y al final, perdió por knock-out.

En esencia, en la vida se trata de fluir inteligentemente, siendo sensible y perceptivo a los cambios, y dando los giros necesarios a medida que el ambiente lo reclama. Por esa misma razón es que asigno un 25% del triunfo al buen manejo del entorno, otro 25% a la voluntad de la persona, y un restante 50% a los potenciales y a las capacidades de que se dispongan en lo personal.

La voluntad depende de cada quien, pero es algo que uno puede disparar hacia la acción, si quiere. El manejo del entorno, en algunas personas es natural, pero en otras, es posible aprender a gestionarlo en mayor o menor medida. Los potenciales, generalmente no se disponen totalmente hasta que no se aprende a administrarlos; muchas veces la persona misma no sabe que tiene condiciones para esto o para aquello. La mayoría de las personas no se conocen a sí mismas, y eso lo comprueba cada uno con los años, por lo que es difícil disponer totalmente desde el inicio, de ese 50%.

Entonces, para finalizar, afortunadamente hay muchas variables y posibilidades, cuando hay capacidad para aprender. Las palabras claves serían “aprender a fluir”, lo que implica muchas veces, tener que discernir claramente si es mejor insistir, renovarse o renunciar.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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