CUANDO QUIERES COMPARTIR LUZ

“Cuando uno descubre una solución para su vida, es natural que desee compartirla alegremente para que los que lo rodean también sean felices. Sin embargo, hay que pensar que ellos tienen también su derecho a descubrir sus propias soluciones, a su manera y a su tiempo; y por eso, no hay que insistirles, sólo mirarlos con amor porque están en su Camino, aún cuando se nieguen a escuchar.” (Libro AMOR Y HUMOR, 1.001 frases y reflexiones, Profesor Leo)

¿Te ha pasado ya que la mente o el alma se te iluminan con una verdad y quieres salir corriendo a compartirla con quienes aprecias? Muchas veces, cuando haces eso, te miran con cierta compasión, bajan la vista o miran para otro lado, y entonces comprendes que deberías haber callado.

Recuerdas con algún sonrojo en ese momento la vieja frase bíblica “no darle perlas a los cerdos” (Mateo 7:6) pero en realidad, no estás haciendo eso. Estás compartiendo, aunque no te escuchen, aunque murmuren por lo bajo que cada día que pasa estás más raro; sólo estás abriendo tu corazón, con sinceridad, con la esperanza de un mundo mejor, con el afán de compartir, con la intención de que todos se sientan tan felices como vos, de haber descubierto algo que te eleva.

Aunque tal vez, el camino no sea el apropiado. Deberías solo dejar que ese brillo de verdad que has descubierto, te ilumine por dentro y cuando esa luz llegue a salir de tu piel hacia el exterior, ellos verán sin ver, que algo extraño te pasa. Y se preguntarán… ¿qué es lo que tiene? ¿Qué es lo que le pasa? ¿Qué algo tan distinto hay en él? Allí entonces despertarás en ellos una ansiedad legítima, cuando llegue su tiempo, su momento de ver lo que no se ve.

Recuerdo a mis 20 años cuando estudiaba y comprendía deslumbrado algún principio Rosacruz, que mi entusiasmo se exaltaba y quería compartirlo con otros que al final terminaban riéndose y burlándose del “loco” Rosacruz, como me llamaban. Me dolía, me pegaba muy fuerte cuando yo sólo quería decirles que ellos también podían ser parte de esa gracia, de ese conocimiento, y me refugiaba dentro de mí mismo entristecido por la incomprensión.

Pero en realidad, la incomprensión era mía, no de ellos. Yo no comprendía que cada pimpollo tiene su momento para expandirse en flor, y no antes; lo comprendí años después y me di cuenta de que en realidad yo, más que ayudándolos, los estaba fastidiando y ellos sólo estaban reaccionando. Ellos tenían su pleno derecho de comprender o no, a su tiempo, en su forma y a su manera; y que en realidad yo los estaba invadiendo. Yo no estaba respetando sus derechos como individuos, sus tiempos sagrados.

Me llevó algún tiempo perdonarme esta intromisión en sus vidas, en su manera de pensar, pero más tarde lo logré porque me hice conciente de mi ignorancia, y que además no había tenido ninguna intención de molestarlos. Y también perdoné sus burlas y la segregación a que me sometieron, entendiendo que no había nada que perdonar; ellos solamente se estaban defendiendo ante alguien que les venía con “cosas raras”, a complicarles su vida tan sencilla y tan feliz, aunque tan primitiva.

Le escribía a la Logia, extrañado de que no me enviaran más material para el estudio y ellos me respondían que lo habían enviado en tiempo y forma. Así, hasta que descubrí que quien recibía las cartas era nada menos que mi madre, que las tiraba a la basura “para que el nene no ande en cosas raras”. También me llevó un tiempo comprender y perdonar esa intromisión en mi correspondencia, lo que yo consideraba un sacrilegio por el nivel de la información que me estaban enviando y yo no estaba recibiendo.

Hasta que un día asimilé que de ninguna manera las Respuestas de la Luz pueden ser acalladas, ni el brillo de la Verdad puede ser opacado. También comprendí que tales hechos habían sucedido porque probablemente eran para mi protección, porque aún no estaba en condiciones de sumergirme sin ropas en el mar hirviente del descubrimiento de lo más elevado. Tal vez aún no sabía nadar, quizás era sólo que aún no era mi tiempo.

Más tarde o más temprano, el buscador hallará su tesoro, inexorablemente. Aún cuando llenen de piedras su camino; puede que esas piedras lo endurezcan, lo fortalezcan y lo entrenen para seguir su viaje iniciático. Una vez leí por allí que el cuerpo y la mente deben ser entrenados y fortalecidos, cuando uno quiere emprender un camino espiritual. No lo entendí, en ese momento.

¿Qué tiene que ver el cuerpo y la mente con el espíritu, con las necesidades del alma? Luego logré verlo; el árbol necesita que sus raíces puedan llegar hasta el Infierno si es que sus ramas aspiran a llegar hasta el Cielo. Y su tronco debe ser fuerte para soportar los embates de las tormentas del Mundo. Tal vez en ese entonces, no tenía yo la fortaleza suficiente y debía esperar hasta lograrla.

Después de eso, nunca una tormenta pudo (ni podrá) echar abajo al árbol que tanto me costó hacer crecer; allí, en esas confrontaciones, comprendí que la firmeza y la seguridad no pueden encontrarse en el exterior de la persona, sino en sus convicciones internas.

Por eso, hoy, a tantos años de eso, puedo recomendar que abras tus hojas al rocío aún cuando veas que los demás protestan y reniegan del desierto, porque ellos no están aún preparados para sentir el alimento de esa humedad. No es su tiempo, no es su lugar, no es su oído para el llamado, no te preocupes por ellos porque ellos tienen su propio Plan de Vida, y no debes interferir en él. Ni aún con la mejor intención.

Es su albedrío, su instante, su derecho divino; no debes arengarlos a que despierten. Sólo brilla, limítate a iluminarte por dentro; de esa forma es la única manera en que iluminarás el Camino para otros, aún cuando sean tus propios hijos, tu propia familia, tus amigos queridos. Deja que ellos decidan cuando, cómo y dónde compartir la Luz. De otro modo, más tarde puede que sintieras que no has sido justo con ellos. Ni contigo mismo.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

Puedes compartir libremente este artículo o bien, el enlace a www.elsenderodelser.com.

www.elsenderodelser.com – www.profesorleo.com.ar – profesorleonqn@gmail.com

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Realizado por Viviana Espín Ibarra. Diseño y Desarrollo Web.