¿CONOCES LA LEY DEL AMOR?

Ésta es una historia real, que me sucedió cuando tenía 25 años. Yo era el Instrumentista electrónico (el que se encarga de que el instrumental de control automático funcione) de una planta industrial automatizada de origen italiano que fabricaba hilo de nylon, en las cercanías de La Plata, en Argentina.

Nuestro horario de trabajo era de 6:00 AM hasta las 2:00 PM. Sin embargo, todos entrábamos diez minutos después y salíamos 10 minutos antes, porque el reloj que marcaba las fichas estaba manipulado, atrasado al entrar y adelantado al salir.

Los 300 operarios le robábamos a la fábrica 20 minutos diarios, y esto se hacía en rebeldía porque la empresa se negaba a aumentarnos los sueldos y como estábamos en pleno gobierno militar, muy poco era lo que se podía hacer. Menos que menos, protestar.

Para funcionar, el reloj que marcaba las tarjetas tomaba pulsos de la frecuencia del generador de la usina de la empresa, y entonces, al atrasarlo en la entrada, marcaba más lento y así entrábamos 10 minutos después siendo que en la ficha constaba que lo habíamos hecho a las 6:00 en punto; a la salida, se aceleraba la frecuencia de la línea y el reloj se apuraba a marcar las 2:00 PM cuando en realidad eran la 1:50 PM.

Los jefes llegaban a las 7:00 AM y hasta esa hora nadie movía un dedo, y a las 12:00 se iban a almorzar hasta la 1:00 PM, o sea, que nadie trabajaba durante esas dos horas, además de haber robado 20 minutos por día en el horario.

Los supervisores no se arriesgaban a ponerse en su contra a los 300 operarios y por lo tanto, ésa era la consigna y nadie se atrevía a quebrarla; pero en general, de las 8 horas diarias, trabajábamos 140 minutos menos, los que yo aprovechaba para estudiar ya que en esas épocas cursaba en la Facultad de Ingeniería.

En total, 3.080 minutos al mes no eran trabajados, lo que representaba unas 50 horas, y esto, unos 6,4 días, lo que significa una semana sin trabajar dentro de las 4 semanas que tiene el mes.

Le robábamos una semana de trabajo a la empresa porque la empresa nos robaba al pagarnos nuestros mínimos salarios, que no equiparaba al aumento del costo de vida.

Cuando llegaba la hora de comprar los repuestos y la tinta de los registradores automáticos, en lugar de comprar los originales, los encargados compraban tinta para sellos, que no tenía la misma densidad.

Esto hacía que los registradores funcionaran mal, y los operarios de la planta ya se habían acostumbrado a registrar con la máxima presión los rodillos de los instrumentos para poder leer los gráficos que indicaban las variables del producto.

Todo esto, más otros factores técnicos, determinaba oscilaciones en la temperatura del nylon (que debía mantenerse exactamente a 180 grados centígrados) lo que hacía que durante el hilado, ciertos tramos del hilo tuvieran distinta dureza y al estirarlos, se rompían, lo que disminuía la calidad del hilo y no se podía exportar, quedando restringido para el uso nacional por ser de segunda calidad, con la consiguiente pérdida para la empresa.

Con el tiempo, la planta fue deteriorándose y también las relaciones con el personal, hasta que un buen día, hubo que cerrarla por ineficiente. Todo el mundo a la calle, y entonces les decían: “no les pagaremos indemnización, hagan juicio”.

Todos ellos se habían burlado de mí porque yo había ido a plantear por mi cuenta al director el estado de deterioro y la urgente necesidad de dar un giro en el timón, lo que no sólo no fue escuchado sino reprimido.

Entonces, fiel yo a mi temperamento de mis 25 años, acusé formalmente a los directivos de los errores de diseño y de montaje de la planta, dado que tenía pruebas y conocimiento como para denunciarlos (y además, razones demostrables), armando un revuelo que para ser apagado debieron expulsarme (que era lo que yo quería) y para tranquilizarme y que no siguiera “levantando tierra”, tras una negociación novelesca, me indemnizaron correctamente en efectivo.

A todos los otros que se burlaron porque decían que yo era un buscapleitos, los echaron también pero sin indemnizarlos. Al poco tiempo, me hice de un trabajo independiente y pasé a ganar el doble con la mitad del tiempo empleado, ganando así muchas horas para el estudio.

Pero mis ex-compañeros, todos a la calle y sálvese quien pueda, sin sueldo, sin indemnización y sin ninguna capacitación porque en la fábrica sólo apretaban botones, y sólo eso sabían hacer. Y la empresa tuvo que cerrar esa planta y montar otra nueva.

“Yo robo, tú robas, ellos roban, todos robamos”. Y eso, representa nada más ni nada menos que una falta de amor. Y sin amor, las cosas no funcionan, y las personas, tampoco.

En mi ejemplo que he relatado, todos perdieron; la empresa, los directivos, los accionistas, los operarios. Yo no, porque supe cómo manejar la situación a mi favor y ya estaba asqueado de rodearme de tanta mediocridad, deseando que me echaran y me indemnizaran.

Sin embargo… si observamos hoy a nuestro alrededor, todos roban. Cuando en un comercio entra alguien y dice “buen día” y nadie le responde, le estamos robando nuestra realimentación positiva al no responderle. Eso es una falta de amor.

Cuando hacemos nuestro trabajo con el mínimo esfuerzo y escasamente terminado, estamos robando, por falta de amor a nuestro trabajo. Cuando en la política (hoy muy de moda en todo el mundo) el responsable no hace lo que debe o se queda con un “vuelto” que no le corresponde, estamos robando, por falta de amor. Y así les está yendo a estos países del mundo.

No nos damos cuenta, pero estamos faltando a dos Leyes Cósmicas muy importantes y por ello, generando un karma mundial. Estas leyes son poco conocidas, salvo por los Iniciados en los grupos Esotéricos de cierto nivel.

Ellas son, entre otras, la Ley de Amor y la Ley de la Economía de la Vida. Nada puede funcionar correctamente si se falta a estas leyes. Nadie irá preso por ello, pero los resultados terminarán siendo desastrosos, tal como se está viendo cuando uno enciende el TV.

Falta amor cuando talamos bosques enteros, lo que provoca grandes inundaciones; falta amor cuando contaminamos el medio ambiente y contribuimos al cambio climático. Falta economía cuando no reciclamos nuestros deshechos, cuando el dinero del Estado se evapora debido a los negociados, cuando no nos importa que algo se dañe o se derroche porque, total, es de todos y no es de nadie.

No nos podemos quejar después de las inevitables consecuencias: aguas contaminadas, tierras contaminadas, alimentos contaminados, aire contaminado, crisis financieras, terremotos, tsunamis, huracanes… todos generados por los desequilibrios humanos sobre la Tierra.

La falta de amor, mata. No podemos luego quejarnos de la muerte, porque la hemos provocado por falta de amor, por falta de la apropiada distribución de la riqueza, por la falta de buena voluntad al trabajar, por la corrupción, por el delito, por el derroche, por la falta de consideración para nuestros semejantes: estamos creando un Karma mundial del que nadie se escapa.

Pero aún hay un aspecto que no ha sido mencionado: nuestro inconsciente se acostumbra a nuestra forma incorrecta de comportarnos. Él se dice: “A éste no le importa, a éste no le duele, a éste no le molesta; éste (nosotros mismos) gusta de hacer las cosas a medias, gusta del robo, gusta del maltrato, gusta de la corrupción…” y entonces concluye: “bueno, pues entonces, así debe ser como él/ella quiere vivir, eso quiere y eso tal cual le daré, porque así parece que le gustan las cosas”.

Si lo miramos desde el punto de vista de la Ley de Atracción, pues entonces, nadie puede pretender el éxito mientras se comporta como un perdedor; a los malos hábitos, a las conductas inadecuadas, a la falta de amor, nunca puede corresponderle la dicha, la prosperidad, la armonía, el bienestar. Así funciona la Ley de Atracción: atraes lo que eres, lo que piensas, lo que haces, lo que expresas de la forma en que lo expresas.

Como sabiamente decían nuestros abuelos: “Siembra vientos, y recogerás tempestades”…

¿Cuándo el ser humano se dará cuenta de su error? Tal vez se da cuenta, pero no le importa, porque no considera que lo que arroja fuera de sí, le regresará por la espalda cuando menos se lo espere.

Y así seguimos caminando hacia el precipicio, a pesar de los carteles de advertencia. Y así seguimos sufriendo la ausencia de amor mientras avanzamos por la vida negando al amor.

Y así, sin que pareciera importarnos, seguimos suicidándonos y “suicidando” al planeta sobre el que vivimos. Y luego nos reímos del chiste en el que el estúpido serrucha la rama del árbol sobre la que se encuentra sentado…

Sólo estamos ignorando, dos de las Leyes fundamentales de la vida, alegremente, inconcientemente, sin que nos importe: la Ley de la Economía de la Vida, y la Ley del Amor.

¿Tenemos derecho a quejarnos si es que no estamos vigilando estrictamente nuestra propia conducta? ¿Tendremos derecho a ser amados, si egoístamente nos negamos a la Ley de Amor?
Alguien pensará… “pero si es un karma mundial… ¿qué puedo hacer yo?”.

Puedes sembrar la semilla de lo que es correcto, solamente. Brillar en medio de la oscuridad, solamente. Amar a lo que haces y a los que te rodean, respetándolos, solamente. Hacer lo que se debe hacer de la forma en que se debe hacer, solamente. Luchar contra tus debilidades, solamente. Hacerte responsable de tu forma de vivir, solamente. Dar lo mejor de ti, solamente… Con eso bastará. Obtendrás paz, armonía y bienestar… solamente.

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Bendiciones. Leo

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