¿CUÁNTO VALE TU AUTOESTIMA?

“Nunca me alegro cuando me ensalzan, ni me opaco cuando me vilipendian” solía decir el Maestro Sri SATHYA SAI BABA, conocido avatar hindú ya fallecido. Como siempre, en mi necesidad de discernir, cuando supe de su existencia me sentí impactado pero tuve dudas sobre sus publicitadas cualidades espirituales hasta que pude conseguir sus datos natales y elaboré su Carta Natal, resultando ser un Sagitario, Ascendente Sagitario, el Signo de los Maestros espirituales con su Sol brillando en su Ascendente, dado que nació a las 6:00 de la mañana.

Sathya Sai Baba, en realidad, fue un verdadero Maestro. De entre sus muchos libros (que en realidad él no ha escrito sino los que han escrito sobre él) pude rescatar esta frase notable que me impactó por su simpleza pero a la vez, por su clara profundidad; en muy pocas palabras expresaba el concepto y el resultado de la Autoestima.

Auto-estima, significa “aprecio o consideración que uno tiene de sí mismo” independientemente de la opinión de los demás. De inmediato me dispuse a poner en práctica este concepto, al grado que años más tarde, en ocasiones en que me han insultado he respondido inconscientemente con una sonrisa, resultado de observar que la otra persona es quien ha perdido el control.

Cuando alguien se altera suele decirse que “ha perdido el control”; la pregunta es: ¿Qué control? El control de sí mismo y por lo tanto, de la situación. Nadie juega al ajedrez enojado porque sabe que le es muy importante concentrarse en pensar, y enojarse se lo impedirá porque es una disipación inútil de energía y caerá sin querer en la trampa de su oponente.

Es fácil deducir que al enojarse, la persona ocupa gran parte de su combustible en acelerar en vacío y al hacerlo automáticamente ha cedido el control de la situación a la otra persona, o sea, que ha “entrado en pérdida” como suelen decir los aviadores cuando el avión ha perdido sustentación, y al no ser ya sostenido por la fuerza ascendente del aire, irremediablemente cae sin control hacia el suelo.

Esta alteración del ánimo cede al otro el poder del manejo de la situación y por lo tanto, puede ser aprovechada por la otra parte para obtener ventaja sobre la primera, o al menos, para mantenerse en un nivel superior al que muestra ésta. Por tal razón, nunca deberíamos alterarnos a ese grado, y si tenemos la suficiente autoestima, nos mantendremos equilibrados y estables como para fluir llevando la situación a nuestro favor o al menos, a estabilizarla para gradualmente apagar el incendio.

Nunca me gustó mirar por TV las peleas de boxeo, hasta que comprendí que esas personas no estaban enojadas entre sí, sino que eran deportistas concentrados sólo en derribar a su oponente y que sus amenazas e insultos eran sólo teatro ante sus fanáticos.

Me di cuenta que no se trataba sólo de fuerza bruta y agresividad, sino también de astucia, resistencia y concentración. El boxeo, similarmente a otros deportes, es una competencia de valores leoninos, es una lucha en la que vencerá no el más fuerte sino el más hábil y preparado.

El famoso boxeador argentino Carlos Monzón ya fallecido (un nativo de Leo, del cual tengo hecha la Carta Natal y por ello lo conocí profundamente sin conocerlo personalmente) no poseía el equilibrio de la autoestima pero lo compensaba, según él mismo declaró más tarde, subiendo al ring y pensando que esa persona a la que debía enfrentarse quería arrebatarle todo lo que tanto le había costado conseguir, y que debía evitarlo a toda costa.

Monzón no peleaba fríamente llevado por su autoestima; no era un boxeador pensante sino uno emocional. Con sus 5 planetas en Leo subía al ring y se dejaba llevar por la imagen mental de la desesperación de jugarse al todo o nada. Digo que no poseía el equilibrio de la autoestima porque de haberlo tenido, no hubiera arrojado a su compañera Alicia Muñiz por el balcón hacia la muerte; él se habría controlado y habría manejado la situación de otra forma más civilizada.

Pero durante una discusión con su compañera, un comentario hiriente de ésta lo afectó a tal grado que perdió el control y la tiró por el balcón sin ser conciente plenamente de lo que hacía, tratando de alejar a aquello que le hacía daño. Cuando reaccionó y comprendió la gravedad del hecho, se desesperó y presa de su arrebato emocional se arrojó él también por el balcón, en otra prueba más de descontrol y muestra de la falta de autoestima.

En todo caso, cualquier persona normal una vez pasado el enojo, sentirá para sus adentros una especie de callada vergüenza por haberse dejado llevar a esa situación. El enojo y el resentimiento que perduran, él cree que es contra su oponente, pero en realidad es hacia él mismo, por eso es que lo mantendrá entretenido masticándolo durante un tiempo.

Cuando las situaciones han sido superadas en base a autoestima, la persona siente una satisfacción interna, que a su vez, realimenta positivamente su autoestima y eso le brinda una mayor seguridad personal.

¿Y por qué a veces siente vergüenza? Porque sabe íntimamente que ha perdido el respeto por sí mismo, que en realidad aunque haya pretendido ofender a su opositor solamente ha logrado rebajarse y ofenderse a sí mismo al comportarse primitivamente ante otro, y es peor aún cuando ese otro no se ha alterado, ya que de esa manera le demostró que es más civilizado.

Por lo tanto, cuando alguien te insulte, sólo míralo a los ojos y sonríe, porque en su intento de rebajarte, él sin saber se está rebajando a sí mismo, está regalando su poder y está “entrando en pérdida” y entonces, lo único que debes hacer es dejarlo que se estrelle por sí mismo. No lo ayudes, porque es su aprendizaje; no lo odies porque es digno de compasión aquel que se revuelca entre sus propias heces.

Hace muchos años, cuando yo era adolescente (muchos muchos años), me enfrenté en una discusión con un compañero de estudios y evidentemente le dije algo tan ácido que éste se alteró al grado de tirarme de pronto un puñetazo a la cara sin mediar palabra; en esa época de juventud mis reflejos eran tan veloces que sin ceder un sólo paso incliné mi cabeza a un costado evitando su golpe, que sólo encontró el vacío.

Sorprendido y enfurecido por haber fallado, y porque yo había esquivado su sorpresivo ataque sin necesidad de defenderme, intentó golpearme con la otra mano, pero yo también por reflejo corrí la cabeza hacia el otro lado y nuevamente erró el siguiente golpe.

Lo miré fijamente y en silencio, y entonces, él bajo la cabeza al ver que yo no me defendía, y viéndose impotente y avergonzado, se retiró sin hablar. Nunca volvimos a hablar de esa situación, pero tampoco nunca volvimos a enfrentarnos. Yo entendí que no debía molestarlo y él entendió que era inútil enojarse conmigo.

Ésa fue mi primera experiencia de este tipo, lo que no dejó de sorprenderme al ver cómo se había desactivado sola, y allí entonces comprendí la importancia de no alterarme, cosa que en ese momento era algo prácticamente imposible de lograr para mí, acostumbrado a trenzarme con mis compañeros a la menor provocación creyendo defender lo que pensaba que era mi autoestima.

El hecho me llamó la atención y no supe bien cómo interpretarlo, pero quedó vívido en mi recuerdo hasta que más tarde comprendí el efecto psicológico y el juego de energía que había tenido el hecho de que yo no me permitiera perder la calma: él había cedido su poder y por lo tanto, se rindió calladamente y no pudo continuar con la agresión porque se quedó sin fuerzas que lo animaran, como si sintiera estar luchando contra un fantasma.

Esto está íntimamente relacionado con la autoestima; en un caso así yo me advierto para mis adentros que “no puedo permitirme” caer (entrar en pérdida) en una situación de violencia de esta clase, que debo controlarme a toda costa para no entrar en el juego de poder. Esto implica tener respeto por uno mismo, y como el respeto está íntimamente ligado al amor, entonces hablamos de auto-estima.

Por eso Sai Baba no se permitía alegrarse cuando lo ensalzaban, para no perder el equilibrio, ni tampoco se permitía opacarse cuando lo vilipendiaban; mostraba una muy sabia estabilización del ánimo a fin de no ceder energía ni a la alabanza ni al ataque.

Esta disposición está íntimamente ligada a la actitud llamada Templanza, que se define como una cualidad humana que induce a usar o a hacer las cosas con moderación, con equilibrio, fluyendo con estabilidad. El arquetipo emocional de “La Templanza” está representado en el Arcano 14 del Tarot en el que se ve (figura superior) a una mujer (en realidad, al Ángel de la Templanza) que trasvasa agua desde una vasija a otra y vuelve a hacerlo repetidamente sin que se derrame una sola gota, es decir, balanceando con equilibrio perfecto; ni más para un lado que para el otro, pero en continuidad fluyendo como si fuera una danza.

Además, observemos que el Ángel de la Templanza se encuentra solo y concentrado en su tarea. Esto significa que la autoestima no debe depender de los demás sino de un trabajo interno; “no debo compararme, sino más bien, autoconocerme, aceptarme, respetarme y amarme”.

Sin embargo, la cualidad de la Autoestima está representada por el arquetipo del Arcano “La Fuerza”, el número 11, (figura superior) que muestra a una mujer que mantiene cerradas las fauces de un león, de forma equilibrada, haciendo sólo la fuerza necesaria para que el león no pueda abrir su boca.

Ella no quiere vencerlo ni aniquilarlo, sino solamente mantenerlo dominado con el menor esfuerzo posible: las fauces del león tienen mucha fuerza para cerrar, pero muy poca para abrir, y por eso ella las mantiene cerradas utilizando la menor fuerza posible.

Cuando se ha conseguido el control de la fuerza interna (Arcano Nº 11) se adquiere iluminación (Arcano Nº 12) para conseguir hacer el cambio interior (Arcano Nº 13) y entonces se alcanza la paz de la templanza (Arcano Nº 14).

La Autoestima se basa fundamentalmente en lograr el autocontrol y hacerse dueño de sí mismo, y la Autoestima de la mujer en el Arcano 11 le permite controlar sutilmente al león sin siquiera luchar contra él, aplicando sólo la serenidad y la inteligencia que no podría disponer si pierde los estribos y se altera, en cuyo caso el león haría fácil presa de ella.

Una mujer contra un león, y sin embargo, ella gana por su equilibrio estando segura de su autoestima. ¿Y por qué no un hombre? Porque el hombre buscaría matar al león, creyendo que de ese modo aumenta su valía como hombre, y en realidad el tema de lograr autoestima es un tema sencillamente personal, interno, de amor por sí mismo en lugar de buscarla a través de los demás.

La Autoestima entonces se logra a través del equilibrio representado por El Colgado, Arcano Nº 12, sin necesidad de esfuerzos, con el autocontrol necesario para dosificar la fuerza sin dejar que se pierda la estabilidad.

En el Arcano La Fuerza, la mujer que representa la faz emocional de la persona, está situada en la cima de una montaña, lo que significa que ha logrado ascender dejando atrás las tribulaciones de haber escalado hasta esa posición, o sea, las pruebas que representan las situaciones que ha debido superar hasta aprender y llegar a alcanzar ese nivel.

Ella no necesita demostrar nada a nadie puesto que se encuentra sola y ya de por sí, su ubicación (la cima) y su autocontrol (el control de sus propias emociones representadas por el león) están señalando su dignidad, representada por sus ricas vestiduras y su corona. Quien quiera mirarla, que la vea; a ella no le importa pues sólo está concentrada en mantener el control de sus emociones, de su parte interna feroz y agresiva.

Su corona está dibujada como el signo de “infinito” que indica el apoyo incondicional de lo Cósmico, y los rayos del sol que respaldan su brillo de por sí, y que señalan la gloria del triunfo indiscutido de la persona que ha alcanzado la cima de su poder ejerciendo el absoluto control sobre sí misma.

En Astrología se suele decir que el verdadero triunfo del guerrero es el triunfo sobre sí mismo, autoconociéndose y autoregulándose hasta alcanzar el equilibrio dinámico de elevar su autoestima hasta el lugar pertinente. La autoestima no significa entonces un logro por pasar por encima del otro, sino por estabilizarse y apreciarse a sí mismo haciendo el cambio interior (Arcano Nº 13) sin perder la templanza ni el equilibrio.

Hay personas que naturalmente, por sus potenciales leoninos, fácilmente reconocen y logran elevar su autoestima. Otras, más carentes del Elemento Fuego, la desconocen hasta que con el tiempo a través de los hechos de la vida, la irán reconociendo.

La autoestima no es orgullo ni amor propio, es sólo amor por sí mismo, es valoración y reconocimiento de los potenciales propios independientemente de los elementos ajenos, se trata de lograr conciencia de sí mismo y que a su vez, se basa en la satisfacción de saber que no se va a perder el control ante factores externos.

Para eso, antes la persona debe conocerse a sí misma, iluminarse y luego aceptarse en sus pros y sus contras, tal como sea que es. Y luego poner su esfuerzo en mejorar su posición ante sí misma haciendo el cambio interior para controlarse, educarse, capacitarse, formarse, estabilizarse, ponerse a prueba y vencer a sus fantasmas internos.

Esto significa trabajar para ser mejor persona cada día, asegurándose de hoy ser más firme (interiormente) que ayer logrando mayor calidad humana, y seguir trabajando mañana, pero no haciéndolo por los demás sino por uno mismo, por su propio respeto, aprecio y consideración.

De esa manera uno también estará haciendo algo por mejorar el bienestar de los demás, haciendo más fácil y agradable nuestra compañía, dando un ejemplo válido a seguir, para que vea quien quiera ver, mostrando el trabajo que se debe hacer para encontrarse consigo mismo.

La autoestima es un capital del que nunca nadie se arrepentirá de poseer, que siempre le ayudará a salir de los aprietos, que le brindará paz interna y un firme sentimiento de seguridad porque sabe que puede confiar en sí mismo; y que pase lo que pase en el exterior, eso no atravesará su piel, no llegará a su reino íntimo donde, como se observa en la figura del Arcano La Fuerza, reina su dignidad interior a plena luz del día, en la cima de la montaña.

Ahora, viene la pregunta difícil… ¿Puedes calificar cuánto vale tu autoestima?

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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