COMPETIR CONTRA UNO MISMO (Cómo convertir a un ladrillo en un espejo)

Aquel estudiante pasabas horas y horas sentado en la posición de loto, durante días enteros. Su maestro, al verlo repetidamente en esa posición de meditación, le preguntó:

– Ma-tsu, quiero preguntarte algo: ¿Para qué pasas tantas horas en meditación?-

Ma-tsu interrumpió su meditación y respondió:

– Quiero llegar a convertirme en un Buda, Maestro Huai-jang.

El maestro calló y al día siguiente, se colocó frente a Ma-tsu y comenzó a frotar un ladrillo contra el piso, haciendo un ruido que perturbaba las meditaciones del alumno. Al rato, cuando ya no pudo soportarlo, éste preguntó a su maestro:

– Maestro Huai-jang… ¿Para qué frotas ese ladrillo contra el piso?

– Para convertirlo en un espejo- respondió el maestro.

– Maestro, pero tú sabes que con sólo frotar el ladrillo contra el piso, no lograrás que se convierta en un espejo- dijo Ma-tsu.

– ¿Y cómo tú esperas convertirte en un Buda con solamente meditar?

En Oriente, durante el siglo IX, efectivamente existió un joven estudiante de Budismo llamado Ma-tsu, el mencionado anteriormente quien a pesar de todo, concentrándose en su espiritualidad, luego llegó a ser un gran Maestro Zen que produjo un notable avance en esa filosofía, transformándola para siempre.

Este Maestro logró impulsar a la filosofía Zen hacia nuevas metodologías y benefició en mucho a esa corriente espiritual al formar personalmente hasta 80 maestros de máxima jerarquía, enseñándoles su método llamado “el Método del Kôan”.

¿En qué consiste este método? Mediante este método puede lograrse un gran avance personal empleando una decidida disciplina y vocación cuando competimos contra nosotros mismos. El ser humano, en su potencialidad posee distintos componentes que lo integran: la capacidad del raciocinio, la emocionalidad, los sentimientos, la espiritualidad, aunque a veces algunos aspectos resultan ignorados por la persona o bien, aparentan estar enfrentados unos con otros.

Pero en esencia, somos seres duales: una parte que está en contacto con la materia física donde reina la Matrix, y otra etérea que está en comunicación directa con el mundo espiritual, que significa la libertad total.

Muchas veces no tomamos en cuenta a la segunda parte de nuestro ser, lo que no quiere decir que no la tengamos, sólo que aún no nos hemos atrevido a levantar el tubo del teléfono que nos comunica con ella o bien desconocemos totalmente que existe, en cuyo caso solamente empleamos la mitad de nuestra capacidad y aceptamos ser dóciles esclavos.

Competir contra uno mismo suena en primera instancia como una afirmación ilógica, pero esa falta de lógica sólo se presenta cuando nuestro típico análisis auspiciado por la Matrix considera a las personas limitadas a su existencia física y su pensamiento.

Esto resulta similar al caso de esta computadora en la que estoy escribiendo, que tiene una presencia física (hardware) y un “pensamiento” limitado (software) condicionado a los programas pensados por otro que no es ella. Tal cual así, existen muchas personas esclavizadas por su mente y por las programaciones del sistema que se aprovecha de ello.

Sin embargo, todos los seres humanos podemos alcanzar la Conciencia Cósmica aunque no hayamos tomado realidad de ello,  y entramos en una sana competencia contra nosotros mismos cuando nos atrevemos a dejar de lado por un momento al ego y acudimos a escuchar lo que esa Conciencia Cósmica nos dice.

No podremos escucharla mientras el ego persista en hacernos creer que estamos en efecto recorriendo el camino correcto a recorrer; sólo cuando nos preguntemos con abierta sinceridad y estemos atentos a recibir y aceptar la respuesta, para nuestra sorpresa, el Maestro interior, esa Conciencia, se manifestará.

Posiblemente lo que ella nos diga no estará de acuerdo con nuestra idea “pensada”, en cuyo caso, de ser así estaríamos entrando en competencia con nosotros mismos. Esto, de entrada nos provocará un conflicto ciertamente desconcertante, pero resulta la mejor manera de crecer y elevarnos cuando ese conflicto sea aceptado y considerado seriamente, enfrentado e incorporado en forma responsable.

Cierta vez, tras haberme separado después de diez años de difícil convivencia y desesperado por las trabas y complicaciones en el trato con mi ex, incluso para poder compartir las visitas para verme con mi pequeña hija, utilicé ciertas técnicas superiores de Control mental.

Establecí contacto con la mente de mi enfurecida ex esposa y le pregunté porqué me maltrataba así, porqué volvía mi vida un infierno enloqueciéndome de esa forma. Fuera ya de la racionalidad, percibí claramente su respuesta, que me dejó sumamente perplejo; para mi gran confusión ella respondió serena y hasta tiernamente, de inmediato: “Porque te amo”.

Ése fue un ejemplo claro de contradicción racional que me dio claras muestras de la existencia de un mundo paralelo en el ser humano; posiblemente, ni ella misma tenía conciencia de esa respuesta, porque nuestra comunicación fue establecida a niveles superiores a los de la razón. Con el tiempo, afectado por su “respuesta” de la que nunca se enteró, fui cambiando mi disposición hacia ella y logramos conversar como amigos, lo que confirmó que la respuesta había sido verdadera.

También como ejemplo, Ma-tsu, gracias a su maestro, logró darse cuenta que no bastaba con la meditación, y eso le produjo un conflicto que lo llevó a competir consigo mismo y a superarse de tal forma que pasó a ser uno de los Maestros más importantes mencionados en la filosofía Zen cuando creó el método del “kôan”, y más tarde llegó a ser Maestro del Maestro Hwei-hai, el primer fundador de los monasterios Zen.

El “kôan” (traducido del chino como “asunto público”) consiste en un cierto tema a tratar de difícil respuesta porque no tiene sentido lógico, tema que el Maestro creará y planteará al alumno, y que no puede ser resuelto mediante la razón. Este mecanismo obliga al alumno a conectarse con su Ser Interior y a suspender momentáneamente su dependencia de la razón establecida por la Matrix.

Esto se debe a que comprende que el análisis mental no le proporcionará ninguna respuesta lógica a una pregunta aparentemente ilógica y abandona entonces el prestar atención a su raciocinio; es el método que tras muchos años, vuelve sabios y hasta incomprensibles para muchos, a los Maestros orientales.

En el proceso de enseñanza el Maestro llamará al alumno con una campanada, y el alumno acudirá avisando mediante dos campanadas que se acerca a su Maestro. Éste le asignará el kôan y el alumno, luego de los correspondientes saludos y reverencias, se alejará a meditar en silencio sobre el kôan que se le ha asignado y a procurar recibir su respuesta en su intuición y no en su razonamiento.

De esa forma le llegará, pero no de su mente, la respuesta apropiada para una pregunta sin respuesta razonable, y así se familiarizará gradualmente hacia establecer contacto directo con su Ser Interno.

Cuando ya haya logrado cierta comprensión, acudirá a su maestro a referir lo que ha obtenido, y éste le hará nuevos planteos desafiantes sobre ese tema (nuevos conflictos y enfrentamientos) para ayudarlo a que asimile los conceptos pero sin emplear la razón, hasta hacerse de la respuesta apropiada al kôan que se le ha planteado.

Un kôan conocido es por ejemplo, la pregunta: “¿Cual es el sonido del aplauso con una sola mano?”, otro puede ser: “¿Cuál es el cuerpo del vacío?”, o bien “¿Quién es Buda?”. Por supuesto, una reflexión mental no podrá resolver estos interrogantes dado que la mente racional, desconcertada, los rechazará de inmediato por considerarlos sin sentido, pero si la pregunta es planteada seriamente y considerada como un interrogante válido, en algún momento se hará luz a la respuesta.

Este método de replanteo es el que podemos usar cada uno de nosotros para adquirir conciencia y superarnos, como una herramienta más que nos abrirá la mente a nuevas dimensiones. Muchas veces aunque la respuesta obtenida no tenga lógica razonable, será la mejor respuesta que cabe a esa pregunta; más tarde, otro día, de pronto abarcaremos su significado, y nos sorprenderemos de su brillante verdad, lo que significará una iluminación.

Posiblemente no tengamos un Maestro ni un monasterio Zen cerca de nosotros, pero todos sí contamos con nuestro Maestro interior, nuestra Conciencia si es que queremos llamarle así; se trata del mencionado “teléfono” que está conectado al TODO, donde se encuentran todas las respuestas a cualquier interrogante y la solución a nuestro “kôan” del momento.

Sabemos que “competencia” significa lucha o comparación, por lo que bien podemos encarar nuestra lucha interna propia y la comparación entre lo que nos grita el ego y lo que nos susurra nuestra conciencia. Debemos COMPETIR entre ambas partes de nuestro ser si es que pretendemos evolucionar y aprender a escapar aunque sea por momentos de las ecuaciones racionales de la Matrix.

Se trata de una voluntad de lucha y de comparación buscando separar solicitaciones de distinto origen, y como resultado de ello, obtendremos la respuesta a nuestro “kôan” cotidiano, la que deberíamos aceptar como cierta aunque nuestra mente nos incite a negarla porque en principio carece de sentido.

Actualmente me dedico a saborear (más que a estudiar) profunda y detalladamente las materias de Ingeniería, hallando maravillosas lecciones de su lógica matemática; me interno en la Matrix dialogando con los procesos de mi computadora que me vuelven más eficiente en el plano terrenal, pero paralelamente me planteo mis “kôans” periódicos para deslumbrarme también con su brillo y su lógica que no pertenece al “concepto matemático y científico de lógica” de nuestro mundo.

Me deleito en la perfecta lógica del idioma de mi ordenador, adoctrinando mi mentalidad a ser perfeccionista, dedicado y responsable dado que una coma puede hacer una enorme diferencia.

Pero también buceo en las maravillas de la “lógica del sistema de fuera de la Matrix”, que puede no parecernos lógica pero que sí forma parte de la matemática de la Realidad del TODO. Se trata de otro tipo de “lógica” establecida que tal vez no la consideramos “lógica” al no entenderla porque estamos condicionados por la fría lógica de la Matrix.

La gravedad, el tiempo, las distancias, tantas constantes que dejan de serlo al observarlas desde el punto de vista espiritual. Que puede que se cumplan en un plano físico pero que resultan elásticas, insignificantes o inexistentes en el otro.

Así, cuando hemos planteado nuestro kôan, un detalle cualquiera, hasta un sonido, por ejemplo, puede resultar el disparador de la comprensión, ya que la respuesta estará flotando a nuestro alrededor hasta incorporarse en nuestra conciencia cuando estemos listos a abrirnos a ella y hayamos dejado de lado el miedo inherente a perdernos en el caminar paralelamente por ambas dimensiones.

Esto es muy comprensible. La principal dificultad del individuo de hoy es que hemos sido entrenados por el sistema (nuestros padres, nuestros maestros, el vecindario) para buscar la respuesta utilizando sólo la razón y su lógica, mirando hacia afuera exclusivamente.

Esto nos limita severamente y nos hace más fáciles de influenciar por el sistema, que busca esclavizarnos dentro de la Matrix establecida con ese propósito. La Matrix exhibe una indiscutible y maravillosa lógica matemática y así lo aceptamos desde niños; creemos vivir dentro de una programación ideal y en realidad, sólo nos mantienen entretenidos nadando dentro de una pecera.

Pero dado que en un monasterio Zen no se encontrará nada particular que no sea lo estrictamente necesario para sobrevivir, el estudiante se verá obligado a dejar de lado su razón que mira hacia afuera y se volverá sabio mirando hacia adentro, hacia su interior.

¿Dónde podremos encontrar nuestro monasterio? Dentro de nuestro propio ser. Sólo planteándonos el interrogante, nuestro kôan, haciendo silencio interior y aprendiendo a ignorar el parloteo vano de nuestra mente racional. Entonces podremos escuchar claramente el susurro de la respuesta, que bien sé que muchas veces nos resultará incomprensible y hasta incompatible con lo evidente.

Otras veces la respuesta no es un susurro, sino que tiene la contundencia de un martillazo en la nuca como cuando pueda tratarse de un cabezadura intelectual como suelo ser yo; pero ésta ha sido la única forma de que reaccionara y aprendiera a escuchar, ya que desde joven uno sólo se deja deslumbrar por lo que ven sus ojos y aprecian sus limitados sentidos. Así encarnamos el pobre pensamiento limitante de Tomás, el apóstol de Jesús: “Si no lo veo, no lo creo”.

Sin embargo, hoy, al haber comprendido que debo escuchar en silencio mental y simplemente aceptar la respuesta sin cuestionarla, entonces hago silencio, acallo mi mente, planteo mi kôan y espero por la respuesta que suele llegar a muy corto término, a veces, de inmediato, en forma contundente cuando menos lo espero y cuando mi mente está en silencio. Debo confesar que demora “en llegar” lo que demore mi mente cerebral en hacer silencio.

Así, obtengo la respuesta; pero la respuesta no proviene de mi mente puesto que mi mente solamente está distraída con la pregunta, que al no tener respuesta racional, será descartada como algo inútil que no tiene sentido. Pero para ello, uno deberá estar dispuesto a internarse en el desafío misterioso de competir con uno mismo.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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