LOS SERES ELEMENTALES QUE VIVEN ENTRE NOSOTROS

Es normal que no tomemos conciencia de que compartimos esta dimensión con Seres Elementales, duendes, hadas, salamandras, etc. No solamente ellos coexisten sino que se mimetizan con los seres humanos, con apariencia totalmente humana y viviendo vidas humanas de la forma en que ellos entienden que se debe vivir para no ser detectados.

Pero, en primer lugar, no confundamos “Elemental” con “básico”; estos seres son Elementales porque han sido categorizados en tribus según sus características de los Elementos sublimados de Aire, Agua, Tierra y Fuego, pero no debemos caer en el error de que son inferiores a nosotros, los seres humanos. Ese error podría llegar bajo ciertas circunstancias, a ser fatal.

Estos Seres Elementales se infiltran entre nosotros, los humanos, a fin de aprender conductas y formas de vida que los eleven de su condición de elementales, que les aporten componentes y potenciales constitucionales de humanos, lo que no les resulta sencillo y la mayoría de las veces les trae frecuentes contratiempos, frustraciones y enojos.

Los seres humanos somos relativamente nuevos sobre la faz del planeta y provenimos no de una especie en particular sino de una hibridación de especies y mutación artificial del ADN que nos ha permitido obtener características especiales, sobre todo emocionales/espirituales, que no son tan comunes entre los Elementales. Sin embargo, cabe decir que existen Elementales de elevadísima espiritualidad, pero tal vez lo que nos diferencie sea la conciencia que tengamos sobre dicha característica.

Los Elementales tienen ciertos códigos entre ellos semejantes a las tribus de animales, como por ejemplo, el sentido de la territorialidad; conviven con algunas de sus otras especies pero esto ya está adaptado desde hace miles de años y no presenta problemas porque cada uno sabe perfectamente lo que puede y no puede hacer, y con quienes no le conviene meterse.

Los seres humanos, en cambio, si bien no somos tan reacios como ellos a mezclarnos entre nosotros, hemos ido estableciendo códigos de comportamiento que van mutando gradualmente con el tiempo y de forma casi imperceptible con cada nueva generación.

Y en tanto cada individuo, Humano o Elemental respete dichos códigos, no resaltará de entre el resto y tampoco llamará la atención hacia ser condenado y corregido.

Muchas veces condenamos el comportamiento de ciertas personas porque vemos en ellos una diferencia que no nos resulta acorde con lo que hemos aprendido como comportamientos correctos según los parámetros de nuestra sociedad.

Por ejemplo, en el Reino Elemental, la muerte no es considerada de la misma forma que entre la especie humana. Ellos tienen la plena conciencia de que el individuo al morir deja un cuerpo para luego incorporar naturalmente en otro nuevo, y por lo tanto, no lo asimilan como algo tan definitivo como lo hace el ser humano. Esto resulta así, porque ellos pueden ver el proceso y la mayoría de nosotros, no.

Tampoco lo consideran punible de la misma forma ni guardan en sí el sentimiento de culpa por haber ejecutado a otro Elemental o a un humano, si eso fuera necesario. Esto, a primer análisis, puede resultar chocante y grotesco, pero existen grandes diferencias en el concepto de la muerte comparando los parámetros humanos con los de ellos.

El humano a veces mata por necesidad, mientras que en otros casos lo hace por placer, o por egoísmos, o simplemente “por negocios” como se estila entre el hampa y los carteles de droga. El matar a otra persona se considera un acto extremo y es severamente condenado entre los humanos, pero no así entre los seres Elementales.

El Elemental no matará si no considera que es estrictamente necesario o que si no lo hace, peligra su integridad física. En algunas de sus tribus, está impuesto desde que el ser humano camina en dos patas en lugar de hacerlo en cuatro, como que la humana es una especie dañina y muy perjudicial para la vida en el planeta, por lo que ciertos Elementales, sobre todo con componentes muy fuertes de Agua y de Fuego están determinados a eliminar fríamente y totalmente convencidos a cualquier ser humano no bien se encuentren con él, y sin ninguna clase de remordimiento, así como aplastamos a un mosquito porque sabemos que si lo dejamos vivo, tarde o temprano, nos va a clavar su aguijón.

Pero, reitero, ellos no sienten placer en ello ni lo hacen para obtener alguna ventaja, sino que los moviliza una necesidad de sobrevivencia; en algunos casos, para no tener que hacerlo, suelen mudarse huyendo de los avances en la colonización humana, dirigiéndose a regiones inhóspitas y a veces inalcanzables para el ser humano por las condiciones extremas climáticas.

Otras veces se internan en profundos bosques y selvas de montaña, ayudados por su capacidad de mutar su forma física de tal modo que aún cuando un humano pase caminando junto a ellos, creerá que solamente es un árbol o una piedra. Esto tiene el objetivo de no dañar innecesariamente a la persona que pase por allí, pero más que nada para no alertarlo de su presencia.

Un típico ejemplo es el del llamado “Hombre de las nieves, Yeti, Piegrande o Sasquatch (EEUU)” un Elemental de una tribu de Aire-Fuego que jamás ha sido capturado vivo por su poder de mimetización que le permite convertirse en un animal cuando fuera necesario, o en otro ser viviente e incluso en una piedra, salvo que se encuentre tan enfurecido que decida atacar y dar rápidamente muerte a su víctima, que ni sabrá lo que lo atacó.

Otros seres de mayor evolución, como Duendes, Genios y Hadas suelen incorporarse, no sin esfuerzo, a las comunidades humanas encarnando en cuerpos humanos, a los que sin embargo, les cuesta adaptarse y en muchos casos en dichos cuerpos presentan deformidades que les resulta muy difícil evitar.

Muchos de ellos, pierden su conciencia sobre ser Elementales cuando encarnan, manifestando sin embargo que no se sienten ser del grupo humano y que no están a gusto entre ellos, generalmente con dificultades para incorporarse a un colectivo humano ya que para ellos, esto representa un constante esfuerzo de representación.

No suelen mantener amistades de intenso lazo afectivo, ni tampoco ser partidarios de los grupos siendo en cambio muy afectos al aire libre y a la soledad, lo que necesitan para recargar su energía y mantener su vínculo tribal, aunque más no sea, por proximidad.

Por ejemplo, las Hadas, dado que no suelen utilizar los pies en su forma natural sino las alas, tienden a mostrarse con defectos natales en piernas y pies, y sus alas plegadas pueden causar problemas en la espalda.

La diferencia natural que los separa con el Ser Humano es su conciencia; para ellos es muy difícil distinguir los valores sociales que nosotros naturalmente denominamos como “bien” y como “mal”.

No comprenden exactamente las diferencias y esto los mantiene confundidos, en cuyo caso lo que hacen es copiar o modelar la conducta humana, es decir, por ejemplo: si identifican una situación en la que se supone que es graciosa y los humanos se ríen alegremente, ellos también reirán.

Por el contrario, si creen que se encuentran en una situación penosa en la que los humanos lloran, ellos llorarán o al menos fingirán que lo hacen, con total perfección. Lo notorio es que cuando se les reprocha tal actitud, inmediatamente y sin que exista un período de tránsito, ellos cesarán desconcertados y se retraerán en actitud defensiva, alertados y confundidos porque su estrategia no ha dado los resultados esperados.

Tienen muy buena memoria y no volverán a cometer ese error bajo las mismas circunstancias; su objetivo es aprender y saben perfectamente cómo hacerlo. Si se supone que hay que mantener determinada actitud, ellos la mostrarán, a fin de convencer al humano que ellos también son humanos; si todos ríen, ellos también reirán aunque no comprendan el porqué.

En principio cualquiera podría sentirse algo fastidiado por esta actitud hipócrita que describo, pero en ellos esto no es hipocresía: ellos buscan “humanizarse” y adaptarse al medio humano que los rodea, a cambio de vivir experiencias que los enriquezcan y les permitan hacerse del secreto de las cualidades humanas que ellos no poseen. Hasta es probable que ellos mismos no se reconozcan como Elementales y se consideren humanos, aunque sientan que no encajan del todo en los grupos humanos, que no pueden vibrar en sintonía afectiva.

No están locos ni tampoco es que sean tontos; son como niños pequeños que buscan aprender. Pero del mismo modo que un niño pequeño no tiene la conciencia clara de un adulto, son peligrosos en el sentido en el que harán lo que se supone que hay que hacer, sin distinguir las variantes y los peligros que eso encierra.

El verdadero peligro es que si este Elemental con forma humana, llega a la fría conclusión que hay que matar, matará en forma sumamente efectiva, sin el menor remordimiento y en pleno convencimiento de que eso es lo que correspondía hacer.

En general, vivir de esta forma antojadizamente humana, la cual no comprenden del todo, suele llevarlos de fracaso en fracaso porque les falta ese detalle final, como el secreto de una buena cocinera que jamás fracasará al hacer una torta. Este fracaso, cuando se reitera, los arrastrará irremediablemente a la frustración y de inmediato al enojo. 

Y cuando un Elemental se enoja es sumamente peligroso porque retorna a manejarse con sus parámetros naturales, y como estos seres son poseedores de una gran energía, sus reacciones pueden llegar a ser gravemente peligrosas para cualquier otro Ser Humano normal porque no tienen conciencia que los detenga.

Una persona humana puede sentir un enorme odio y una gran necesidad de matar a otro, pero en el momento final, tantos siglos de concientización lo detendrán porque sabe que estaría cometiendo un acto criminal o una locura.

El Elemental no ha incorporado plenamente estos mecanismos de freno; no está en condiciones de distinguir lo que “está bien” de lo que “está mal” porque se encuentra fuera de sí, ha perdido todo condicionamiento humano y actúa como todo Elemental, haciendo lo que considera que es necesario hacer. Esta característica es considerada psicopática por los humanos, pero consiste en un mecanismo natural de supervivencia del Elemental que no perderá por ser ancestral, aún adquiriendo la más profunda adaptación humana.

Como confirmación de esto, mirado desde otro ángulo, suelen ser considerados “personas” de gran capacidad de colaboración, porque si se convencen o son convencidos que “eso es lo que hay que hacer”, pues eso justamente es lo que harán sin quejarse, hasta el límite de sus fuerzas. Su poder de autoconvencimiento y callada entrega es sorprendente.

Esto también se comprende desde el punto de vista de que el Elemental considera que se eleva a sí mismo a través del servicio y la ayuda, porque eso es lo que recuerda del origen y motivo de su creación; se comportarán como “personas” sumamente serviciales, sintiéndose muy a gusto si comprueban que su tarea es útil y les otorga un lugar en la sociedad humana, por lo que siempre necesitan reconocimiento como realimentación positiva.

Cuando no consiguen palpar dicho reconocimiento se frustran y de inmediato, se enojan, siendo su ira digna de cuidado, porque sus reacciones pueden ser inesperadas. Como todos los Elementales serviciales, ellos necesitan comprobar de algún modo “que la plantita que riegan y cuidan, crece”, y eso lo saben los campesinos que los confortan con ofrendas como dulces y caramelos, a fin de que sigan estimulando la mejora de sus cosechas. Así, el Elemental reconocerá como agradable lo dulce y como rechazo, lo salado o amargo.

Muchos de ellos llevan siglos reencarnándose como humanos, adquiriendo conocimiento y características humanas, pero su esencia natural es Elemental y nunca dejarán de serlo en el fondo. Esto les trae fracasos recurrentes en sus relaciones familiares y sociales, en las que fallan en sus intercambios afectivos y a pesar de que sus potenciales no les permiten entristecerse, no deja de ser, mirándolo desde el punto de vista humano, una triste realidad.

Una característica fundamental es que ellos desconocen el estado natural de “tristeza” y de “felicidad”, ellos no se deprimen ni tampoco se exaltan pues éstas características humanas justamente son parte de lo que buscan aprender compartiendo el ambiente humano. En el mismo caso en que un humano se entristecerá, ellos encontrarán desconcierto y de inmediato, ira.

La ira es característica de los Elementales, siendo la oportunidad en que se libera su enorme energía, que puede servir tanto para construir como estar dirigida para destruir.

Para mayor claridad comentaré que cierto Ser Elemental con el cual conviví, me expresaba que “admiraba mi alegría de vivir”, que por supuesto, dicho personaje no comprendía y era incapaz de emular. Cuando yo reía, reía conmigo porque “es momento de reír”; cuando yo comentaba exprofeso algo que se suponía que era cómico, también reía porque era lo que se suponía que debía hacer, con una forma tan aprendida que es imposible de descubrir para quien no sea un profesional o tenga experiencia en este conocimiento.

Al igual, cuando se suponía que era momento de tener miedo, su actitud postural lo manifestaba tan claramente que hasta llegó a convencer a cierto psicólogo bajo cuyo tratamiento estaba. Al instante siguiente, terminada la sesión, de la puerta para afuera, retornaba a su postura original como quien lleva un contador a cero con sólo apretar un botón. Desconcertante para quien no lo entiende.

Este tipo de comportamiento es muy difícil de distinguir salvo que uno se disponga a desenmascarar al Elemental poniendo sutiles trampas disimuladas en su camino, pero con sumo cuidado y estratégicamente porque se trata de seres muy inteligentes, por lo que no es inteligencia lo que buscan obtener del Hombre, sino adquirir su capacidad emocional, de la cual carecen por naturaleza y no terminan de comprender del todo.

Es admirable la vocación de aprendizaje que tienen porque les fascina ese comportamiento emocional humano, al cual son capaces de presenciar atentamente sin sentirse en lo más mínimo afectados por el mismo, es decir, sin la menor empatía y por mera curiosidad.

Observarán como sufre la persona tal como uno mira un video para aprender algo que no conoce, pero no por perversidad sino por carencia de sintonía emocional; ellos no vibran como lo hace el ser humano y se preguntan qué es eso que ellos no logran sentir. Su comportamiento es binario, están bien o están enojados, sin tonalidades emocionales entre medio.

Las Tribus de Aire de estos Elementales son sumamente curiosas y hábiles cuando aprenden el arte de la mentira, que para ellos es sencillamente una táctica más, un juego intelectual, y su expresión coincide perfectamente aún cuando uno sabe que están mintiendo, pero difícilmente uno pueda comprobar que es así.

Y cuando lo aprenden, lo incorporan tan naturalmente como la gambeta de una liebre cuando huye de su depredador, pero siempre, aclaremos, como parte del juego y no con la perversidad y la emoción de mentir, por lo que es muy difícil darse cuenta ya que lo convierten en una parte de su realidad.

En ciertos casos que en otro artículo trataré con mayor extensión, describiré que muchos de estos Elementales superan ampliamente la inteligencia humana, sumado esto a sus capacidades naturales energéticas que los humanos, salvo en casos muy especiales, no podemos emular.

Esto nos señala que lejos de sentir temor, debemos ir aceptando que no estamos solos como especie, que nunca lo estuvimos y que desde hace siglos y aún antes de que el Humano fuera sembrado, estos seres Elementales ya existían y hoy comparten el mundo con tanto derecho como nosotros, siendo que nosotros somos los intrusos.

Y también convendría que aceptemos que también compartimos a diario en la calle con otros seres de especies extraterrestres, aunque no lo notemos a simple vista porque su elevada inteligencia los convierte en maestros del disimulo, más allá de la conspiración humana que por intereses de poder, colabora a intentar convencernos de que no existen.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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