LOS DULCES FRUTOS DEL EQUILIBRIO

Siempre se nos ha hablado sobre la situación de equilibro como la situación final ideal. Esto representa un concepto romántico pero no corresponde a la realidad aunque puede tener su cuota de verdad, dependiendo del tiempo y del punto de vista. Consideramos al equilibrio como el punto final del conflicto, como el estado ideal al que llegaremos luego de una lucha por alcanzar el punto medio a partir de haber pasado por los extremos.

Wikipedia define al equilibrio como: “Estado de inmovilidad de un cuerpo sometido a dos o más fuerzas de la misma intensidad que actúan en sentido opuesto, por lo que se contrarrestan o anulan.” sin hacer referencia a su fragilidad y a su estabilidad en el tiempo.

Tenemos la creencia como que una vez alcanzado el equilibrio podremos relajarnos en paz y disfrutar de sus cualidades. Ansiamos lograr el equilibrio porque se refiere a un concepto que trae consigo la imagen de la belleza; por ejemplo, físicamente hoy en día la relación entre los datos biométricos de la cara de una persona determinan su grado de belleza porque se toman las equivalencias entre distintos parámetros (distancias, ángulos, coincidencias y simetrías del rostro para decidir su calidad de armonía visual).

Desde el punto de vista espiritual, cuando logramos aquietar nuestra mente damos paso a la expresión de nuestro interior y así conseguimos un estado de equilibrio ideal que nos conducirá a la paz interna. Una vez encontrada dicha paz, el sentimiento de agrado y de confort es tal que tendemos a permanecer relajados en tal estado.

Todas estas consideraciones nos pueden llevar al convencimiento de que el equilibrio es un estado perfecto en el cual nos encontramos a igual distancia entre ambos extremos y por lo tanto, la armonía y la belleza que contiene nos cautivará y nos confortará de forma estable.

Contrariamente, cuando nos sentimos desequilibrados, la sensación es de fastidio o de angustia y malestar, algo así como una pulsión hacia encontrar otro estado en el que se resuelvan dichos malestares y podamos encontrar la calidez de la paz y seamos capaces de percibir un perfecto estado de bienestar que antes no contemplábamos.

Suele decirse que en ese estado de equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu, hasta nuestra salud se restablece, lo que resulta absolutamente cierto porque estamos en ese momento fluyendo con la energía del Universo, el Chi, y en sintonía perfecta con las energía curativas del mismo.

Digamos entonces que ese estado de equilibrio puede ser considerado como el fin al que tenderemos como punto máximo de armonía y bienestar, en todo sentido.

Si lo consideramos desde el punto de vista material, sabemos que una situación económica equilibrada, estable, compensada, nos permitirá estar confiados y relajados, oscilando suavemente alrededor de nuestro punto de equilibrio, sin preocupaciones ni sorpresas desagradables que puedan afectarnos.

Podría deducirse entonces, considerando lo mencionado, que el estado de equilibrio es un fin al que normalmente deberíamos tender buscando la armonía entre extremos y podríamos asociarlo con bienestar, paz y hasta con felicidad.

Pues bien, lamento llevarte a despertar de tan bello sueño, porque eso no es del todo cierto. Si, es real que el equilibrio es el final ansiado del problema pero tal vez no hayamos notado que es justamente el inicio donde comienza a germinar la semilla del siguiente problema. Alcanzar el equilibrio nos lleva a acomodarnos dulcemente en nuestra zona de confort, pero deberíamos considerar que el equilibrio funciona como un medio y no como un fin.

El equilibrio alcanzado como fin de la vieja situación dará lugar a una nueva situación, y por eso expreso que es un medio y no un fin. ¿Un medio para qué? Un medio para alcanzar un nuevo estado de equilibrio de más alta armonía que el anterior.

El equilibrio necesariamente debe ser dinámico, no estático; no podremos quedarnos a vivir en él instalándonos cómodamente en forma permanente. Una vez alcanzado el punto de equilibrio comienza de inmediato a gestarse un imperceptible nuevo estado de caos al que deberemos asimilar y controlar a fin de alcanzar nuevamente el siguiente punto de equilibrio, pero si prestamos atención, este nuevo punto de equilibrio no corresponderá exactamente al anterior; se encontrará en otro nivel.

De eso se tratan los procesos vivientes: consecuentes estados de caos – equilibrio – nuevo caos – nuevo equilibrio y así, porque ésa es la única manera que tenemos de crecer y evolucionar en estas 3D. En el Árbol de La vida, la Cabalah define ciertos grados o estaciones de equilibrios transitorios por los que vamos viajando espiritualmente cuando nacemos proveniendo desde el Origen de la Luz (Kether) en forma escalonada (las estaciones llamadas Sephirots) hasta llegar al Plano Tierra (Malkhut), oscilando desde la Rama de la Clemencia (derecha) regida por los planetas Urano y Júpiter (los creadores) hasta la Rama del Rigor (izquierda), expresada por la energía consolidante del planeta Saturno, y de allí nuevamente a la Rama de la Clemencia en forma cíclica. El camino inverso será recorrido de forma análoga cuando el alma regresa a su Energía Origen.

En Astrología consideramos necesaria la presencia de una energía solidificante (Saturno, que representa los límites, el cemento, la piedra, la materia) para fijar alguna de las infinitas posibilidades de la creación caótica (Urano) donde la materia se encuentra disgregada y dispersa en estado energético de elevada vibración, dispuesta a ser moldeada para crear algo; este proceso infinitamente repetido es necesario para que podamos existir como seres humanos.

La comprensión de este mecanismo es la que complica a la Ciencia que busca justificar mediante ecuaciones matemáticas, todavía muy elementales y limitadas para ese fin, que un electrón se comporte como energía y a la vez, en otros fenómenos, simultáneamente como materia. La energía, consolidada apropiadamente, se convierte en materia; la prueba está en la creación de haces concentrados de luz LASER capaces de perforar el acero que hoy utiliza la industria para cortar y dar forma a piezas metálicas.

Einstein hizo sus mejores esfuerzos para llevarlo a un esquema físico-matemático, sabiendo en su interior que estaba buscando interpretar la Respiración rítmica de la Creación, (el rostro de Dios, para los creyentes) aunque sin comunicarlo abiertamente para que no lo tomaran por loco.

Para concretar, entonces:

– El equilibrio es un punto fijo armonizado pero no es un punto estable. En el momento en que parezca volverse estable deja de estar en armonía y se produce un desequilibrio, de forma de ser considerado siempre como un estado dinámico inestable y nunca estático. Podríamos decir que la Naturaleza busca imperiosamente el equilibrio pero una vez alcanzado se horroriza del estado final del mismo, porque ve a la muerte sentada en la quietud y en la permanencia sin variantes. Filosóficamente, podríamos decir que el equilibrio representa en este plano de 3D a la Muerte necesaria para que pueda recomenzar a existir la Vida, que evolucionará hacia la Muerte en su afán de manifestarse y perfeccionarse; así, la Muerte es el principio y el final, indefinidamente.

– El equilibrio alcanzado trae consigo disimulada la semilla del caos desequilibrante; es como el durazno que trae en su interior, el carozo. Una vez logrado el punto de equilibrio, éste mismo equilibrio sienta las bases a partir de las cuales se generará un movimiento en mayor o menor medida caótico. No puede ponerse en marcha ningún proceso si no está motivado por el desequilibrio, pero que necesariamente debe partir desde un equilibrio anterior.

– El equilibrio no es un fin, sino un medio para alcanzar estados de armonía crecientes. Casi podríamos afirmar que el equilibrio es una utopía, un destello, un instante genial, porque una vez logrado servirá como base para generar un nuevo proceso caótico que llevará a buscar cíclicamente un nuevo equilibrio.

Un nadador que va a dar su salto ornamental, antes de realizar su acrobacia en el aire, busca equilibrar perfectamente no solo la posición de sus pies, sino la relajación de su cuerpo y el equilibrio de su respiración y de su estado mental, buscando la concentración total antes de saltar a la pileta.

Un tirador sabe perfectamente que debe alcanzar un punto de equilibrio aún en su respiración, para que en ese momento el disparo parta hacia el centro del blanco sin que lo afecte la vibración muscular; ningún tirador experto apretará el gatillo mientras está respirando o conteniendo el aire, o sea que la acción apropiada siempre debe partir desde un estado perfecto de equilibrio.

– El equilibrio entonces no es confiable porque cuando estimamos que existe, tendemos a instalarnos en nuestra zona de confort. Cometeríamos un grave error si consideráramos suficientemente estable ese estado de equilibrio como para refugiarnos e instalarnos definitivamente en nuestra zona de confort; aunque sin embargo deberíamos disfrutar de ella aún sabiendo que cuando nos apoltronemos a ver esa película que queremos disfrutar, es muy probable que entonces suene el teléfono, y que eso no debería molestarnos de forma que altere la paz de la velada.

– El equilibrio es sólo una herramienta para lograr otro nuevo y superior estado de equilibrio. No podríamos lograr un estado de equilibrio superior sin ir subiendo la escalera cuyos escalones se llaman “equilibrio 1”, “equilibrio 2”, etc. La Naturaleza busca ese estado de equilibrio a fin de que pueda producirse un nodo, el principio de un nuevo estado de caos necesario para el movimiento, y cometeríamos un error si desvalorizamos o intentamos evitar ese nuevo estado porque de una manera o de otra, llegará. Nademos en contra o a favor, nos guste o no, lo mejor será acompasarlo en armonía inteligente con el nuevo estado que se presenta.

– El equilibrio se alcanza mediante nuestra participación activa o bien, si no reaccionamos favorablemente nos sobrepasará hasta llegar a su siguiente paso, de una forma lógica, secuencial y agradable en el primer caso, o desagradable y desgarradora en el segundo. Si nos negamos a modificar la ubicación de nuestra zona de confort, corremos el riesgo de no poder volver a ella porque puede desaparecer en un instante. Esto debería intentarse fluyendo y aceptando aunque por el momento no nos sea comprensible que debamos dejar un largamente esperado estado de equilibrio para poder llegar al siguiente. El miedo consiste en la inseguridad de alcanzar un nuevo estado confortable, y es solamente una emoción creada y alimentada por nuestra falta de convicción.

-El equilibrio se alcanzará a sí mismo, de una forma o de otra, pues el Universo necesita del equilibrio para consolidar el caos creativo a fin de crear un nuevo punto de partida que luego se transformará en caos, para conducir a un nuevo punto de equilibrio. Toda nueva situación debe partir necesariamente luego de un estado de equilibrio; lo podemos verificar nosotros mismos cada vez que decidimos acometer una nueva empresa, realizar un nuevo movimiento. La mecánica universal no se detendrá a contemplar si estamos dispuestos o no, de acuerdo o no, si nos hemos preparado o si no hemos reaccionado ante los primeros estímulos; procederá en forma indiferente, cíclica e imperturbable.

– Cuando un sistema se desequilibra excesivamente, se producen hechos irremediables que conducen al nuevo equilibrio, no sin cierta aspereza para con nosotros, los eternos enamorados de la Zona de Confort. Cualquier movimiento, desde una órbita estelar hasta un proceso humano cualquiera, sea familiar, comercial, político o social, está regido por ciclos senoidales inexorables de caos hacia equilibrio, y de equilibrio hacia nuevo caos.

Pretender ignorar tales ciclos puede acarrear disgustos innecesarios, porque todo proceso que se estanca y radicaliza en un extremo, mantiene esa actitud que es la que justamente generará un movimiento de basculación hacia el extremo contrario. La energía no puede ser eternamente contenida, porque no nos pertenece; todo tiene un comienzo y una finalización necesaria, y si no existen variantes y actualizaciones en el transcurso, dicho proceso está desde el vamos destinado al fracaso, más tarde o más temprano.

Dinastías, imperios y movimientos políticos aparentemente estables y perennes a través del tiempo traen consigo en su inmovilidad, inserta la semilla del cambio, que germinará por las buenas o por las malas; ésa es la ley de los ritmos de la vida (Biorritmos) que obedecen a los períodos numerológicos en forma inexorable.

Aquellos que pretenden permanecer saben bien que deben introducir cambios constantes que paradójicamente traerán consigo la consolidación de su poder, principio que popularmente se conoce como que “nada es para siempre”.

Podríamos decir entonces que el estado de equilibrio no funciona en realidad como el concepto popular lo considera, en forma estática (el famoso “ya llegué, ya estoy en la cima”), lo que nos indica que para no tener un amargo despertar deberemos estar alerta a los sutiles brotes de la semilla del cambio que anida dormida dentro de los dulces frutos del equilibrio.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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