CUANDO SIENTO QUE MI FAMILIA NO ME QUIERE
He comprobado a través de conversaciones de consultorio que hay muchas personas sufriendo en forma muy marcada que su familia los rechaza, los ignora o no les brinda la contención que ellos necesitan, ya se trate de los padres, los hermanos, los hijos. Esto trae una lección consigo y a veces en el consultorio no tengo la oportunidad o el tiempo de explayarme en este tema con la suficiente amplitud como para ser correctamente interpretado.
Sería muy clarificador para quien lea, que repase los artículos anteriores del blog sobre los temas de cómo se nace, cómo se muere y cómo se orquesta el Proyecto de Vida de cada persona. Allí hay muchas explicaciones que se relacionan con este tema que vamos a tratar ahora; escribo “vamos” porque cuento desde ya con la participación activa intelectual y espiritual del lector.
Desde mi adolescencia, cuando leía las palabras de Jesús en la Biblia que decían: “Los enemigos del hombre serán los de su misma casa” (Mateos 10:36) me preguntaba qué quería decir esa oración, cómo debía interpretarse, porque me parecía un contrasentido. A medida que fui creciendo, fui comprendiendo y aprovechando el aprendizaje que me brindaba el comportamiento de esos “enemigos de mi misma casa”.
También me fui dando cuenta que al encarnar “en grupos”, muchas relaciones de familia no se habían pactado sólo entre amigos, sino también con aquellos con quienes por motivos kármicos, debía balancearse algún viejo proceso de otras vidas.
A veces las almas comprenden que las conciencias físicas antagónicas no pueden reconciliarse, y paradójicamente, dos seres que no pudieron zanjar sus diferencias graves, nacen como padres, madres e hijos, porque de ese modo la vida los vincula irremediablemente; uno no puede cambiar de madre o de padre así como puede cambiar de pareja, son sus padres para toda esta vida. Este sabio procedimiento lo fui ratificando por medio de Lecturas de Registros Akáshicos y Regresiones Terapéuticas a otras vidas anteriores.
Comprendí entonces que debía respetar esos acuerdos y a dejar de angustiarme con la pregunta “¿Por qué Mengano o Sutano no me quieren?” sino mejor, a buscar sanar esas situaciones desafortunadas, a re-vincularlas, a aceptarlas y a honrar ese acuerdo y ese encuentro, tratando de obtener lo mejor de tal relación y aprovechar las lecciones que me trajeron, que en su momento, no podía comprender.
Por distintos medios pude averiguar quiénes habían sido en vidas anteriores cada uno de mis padres, la relación que había tenido con ellos en esos momentos, las vivencias que hubo en otras vidas con mis hijos, y entonces todo me cerró, engranaje por engranaje, diente por diente, perfectamente.
Ante el dolor que sentía de haber sido desplazado y dejado de lado, comprendí que sólo de esa forma me había sido posible en esta vida avanzar por mí mismo, tal como era mi Programa de Vida, hacerme por mis propios medios y hoy estar orgulloso de mi realidad actual, ya que prácticamente todo ha sido conseguido por mérito de mi propio esfuerzo.
Ellos, con su abandono, me ayudaron a fortalecerme, y con eso, a aprender a no sentir miedos y preocupaciones, dando lugar hoy a un sentimiento de aceptación, bienestar y alegría que reemplazó a ese dolor incomprensible.
Uno de los elementos conseguidos es muy importante para la vida de las personas: sentirse siempre agradecido a la participación de los demás, tanto como llegar a comprender que ante las situaciones difíciles, a uno lo dejen librado a sus propios recursos para que así pueda asomar la propia fibra y de esa forma, autoconocerse y valorarse. Ese agradecimiento hace muy bien al ser y le permite obtener paz y confianza en la situación que sea.
También comprendí que no es absolutamente necesario sanar una relación contando con la conformidad de ambas partes en conflicto; sólo se debe tener la firme intención de dejar de lado los malos recuerdos y rendir homenaje a lo que sea que se ha compartido.
La manera en que en ese momento habíamos mirado la situación bien puede no ser la misma hoy porque la distancia y el tiempo le dan otro color a la realidad.
Uno puede sanar su relación, aún con una persona con quien no puede conciliar un encuentro o bien, que ya haya fallecido; lo importante es que en uno mismo, ya no exista ninguna clase de resentimiento sino al contrario, el agradecimiento por la participación de la otra persona cumpliendo el rol que haya cumplido, aún el de villano, sin el cual nuestra “obra de teatro” en esta vida no hubiese sido posible llevarla a cabo.
Muchas veces escucho ese triste relato de “mi familia no me quiere”, y solicito un Símbolo de iluminación para esa persona, porque la aceptación le dará comprensión, y esa comprensión le dará paz; y esa paz, sin darse cuenta, le permitirá acceder a la alegría de vivir.
Posiblemente concordemos con el lector que sería muy sensato no juzgar el contenido de un libro por haber leído tan sólo una hoja del medio, sin conocer el principio ni el final.
Pero sin embargo es muy común juzgar una vida o una relación sin saber lo que antes ha sucedido, que en su momento desencadenó tal o cual situación que nos puede estar haciendo daño.
Quien nos maltrata hoy puede que haya pactado con nosotros hacernos comprender qué sintió él cuando en otro momento, lo maltratamos, y que de esa manera, aprendamos lo que implica la situación. Y entonces, lógicamente, no tiene sentido ese enjuiciamiento si es que se carece de la información pertinente, ya que normalmente no recordamos las vidas anteriores.
Por otro lado, mejor que pensar que nos han hecho daño, es darse cuenta que mantener viva la conciencia de ese tema es lo que más daño nos hace; o sea, que en definitiva, nosotros mismos terminamos siendo los más responsables de ese daño.
Una vez, en mi consulta, interpretando la Carta Natal de una señora le comenté que ella y su pequeña hija era evidente que habían sido muy cercanas en una vida anterior. A la mujer se le comenzaron a caer las lágrimas y por un momento, hicimos silencio; luego, ella me confió, entre lágrimas y sonrisas, que una vez cuando ella estaba apenada, su hijita de 4 años le tomó la cara con sus manitos y le dijo, muy cariñosamente: “Cuando yo era tu mamá, y vos llorabas, yo te tomaba tu carita entre mis manos y te componías, y dejabas de llorar”. Por supuesto que esta señora no lo comprendió en aquel momento, hasta que surgió a través de la consulta.
Las herramientas más útiles (lo sé por experiencia propia) que contribuyen a esta sanación pueden ser: Lectura de Registros Akáshicos, Regresiones Terapéuticas, Constelaciones Familiares, Comparación o Sinastría de Cartas Natales. Por eso, como ejemplo personal, debo confesar que 30 minutos de estudio de la Carta Natal de mi padre, una vez fallecido, me permitieron superar de inmediato una vida compartida de desencuentros y maltrato familiar. Muy sorprendido comprendí que mi padre me reprimía porque mi presencia, aún de niño, le producía miedo y por tal razón, perdía el control y me golpeaba.
Y el miedo justamente provenía de que en vidas anteriores, yo había sido muy represor con quien había sido él en ese entonces. Mi padre, en su poco discernimiento, no me veía como un niño, como su hijo… él inconscientemente no podía evitar el miedo de enfrentarse a quien lo había reprimido en otras vidas, y reaccionaba perdiendo el control.
Y sin embargo, a pesar de eso, su alma aceptó participar de mi obra teatral de esta vida y contribuir a transmitirme sus potenciales para que mi vida tuviera éxito; ¿Qué otra cosa que reconocimiento y gratitud debo mantener hoy yo con él, en mi recuerdo?
Después de 40 años de soportarlo y pensar ¿Cuándo te vas a morir y me vas a dejar en paz?, en media hora comprendí, después de su fallecimiento, que en realidad “mi enemigo” sólo estaba participando de mi drama personal de esta encarnación y además, me había donado sus potenciales para enfrentar exitosamente los acontecimientos de esta vida.
Es solamente un ejemplo, y tengo muchos otros similares. Por eso, tú, alma hermana de camino, si has interpretado el sentido de lo que has estado leyendo hasta aquí y en soledad te acongojas pensando “mi familia no me quiere”, el remedio es aceptarlo calladamente y si te animas, decidirte a buscar más atrás el origen de la situación, mediante alguno de los métodos que he mencionado.
Recuerda lo que te he contado, cada vez que pienses que alguien de tu familia no te quiere; tal vez sea que independientemente de eso, deberías aceptarlo y sanarte, y rindiéndoles el homenaje correspondiente, aceptarlos como son y sanar la relación.
Te ayudará guardar en tu corazón un lugarcito de amor para cada uno de ellos, sin cometer el error de juzgarlos, porque podrías estar equivocándote de víctima y de victimario, y a la vez, alejándote de aprender a amarte, cuando te detienes a encerrarte en el dolor de pensar: “Mi familia no me quiere”.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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