¿QUÉ NOS SUCEDE CUANDO PARTIMOS DE ESTE PLANO?

Algunas religiones dan por sentado que al partir dejamos de existir, de tener conciencia, que pasamos a ser sólo un objeto concreto que se descompone y se reintegra al mundo material del cual ha obtenido su materia física, y la conciencia simplemente desaparece. El ser deja de existir definitivamente, según ellos.

Sin embargo, desde la época de los antiguos egipcios, se considera la creencia en la reencarnación. Otras religiones la aceptan, con distintas variantes. Por ejemplo, los islámicos que en un atentado suicida detonan una bomba adosada a su cuerpo creen en que serán esperados por mil promesas en el otro mundo, donde una docena de mujeres vírgenes les serán otorgadas.

Menuda sorpresa les espera, porque su muerte no ha sido regulada por el ciclo vital sino por su propia decisión, es decir, se han suicidado, o sea, han interrumpido voluntariamente su existencia alterando entonces las condiciones pactadas de antemano y obligando a todo el Sistema a replantear las situaciones futuras de experiencia.

Esto puede conducirlos a vagar como espectros o seres desencarnados que al no identificar su situación real, en lugar de entrar a su paraíso prometido, se encontrarán encerrados en un infierno de situaciones incomprensibles en la Cuarta Dimensión, sin correr riesgos pero sometidos a todos los miedos de los que se nutren otros desencarnados y aún, Elementales que habitan en ese plano, hasta tanto puedan reingresar nuevamente al Sistema y sincronizarse con el Plan Universal.

A veces, cuando intento comprender las bases de estos principios religiosos y la mentalidad de sus fieles, me pregunto dos cosas al respecto: una ¿de donde salen tantas mujeres vírgenes? Y la otra, ¿para qué quiere este buen señor una docena de mujeres?

Pero, bien, cada uno puede creer en lo que se le ocurra mejor o en lo que su religión le cuente, porque tiene derecho a su libre albedrío. Por suerte, y por desgracia. Por suerte porque dispone así de la libertad de expresarse; por desgracia, porque al ejercer esa elección se verá limitado a lo que han pensado otros, lo que han decidido otros, lo que han establecido otros, que justamente atenta contra su libertad de conciencia y expresión.

Sin embargo, más allá que convertirse en una masa inerte, como en el primer caso, o tener que hacerse cargo de una docena de mujeres vírgenes, yo prefiero atenerme a lo que los ejercicios de Regresiones que he realizado en mi trayectoria, me van reafirmando como experiencia propia: que el ser está compuesto de dos partes, una que regresa a la tierra como materia, y otra que continúa en plena conciencia aunque el cuerpo muera, tal como si siguiera viviendo pero sin materia.

En este caso, se confirmarían todas las declaraciones de aquellos que han permanecido algunos minutos en estado de muerte física, en la que su corazón dejó de latir y sus pulmones de respirar, y hasta han sido declarados clínicamente muertos porque su alma en ese instante estaba totalmente fuera de su cuerpo.

Esto es totalmente distinto a la experiencia de la Regresión, en la cual la persona simplemente entra en estado de trance, disminuyendo su metabolismo y su tasa vibratoria mental, pero sin perder el contacto con la realidad en ningún momento. Ni siquiera está dormido. De ese modo está en plena capacidad de explorar por sí mismo sus Registros Akáshicos y acceder a los instantes pasados en los que necesita realizar una sanación.

En el caso del fallecimiento (conocido como Transición en los círculos espirituales y esotéricos) el alma, o la parte inmaterial de la persona, se desprende totalmente cortando su vínculo con su cuerpo físico y observa con plena conciencia lo que ocurre a su alrededor, siendo capaz de ver y escuchar tal como cuando estaba vivo, más una capacidad especial de saber qué pasa por la mente de cada una de las personas que están a su alrededor.

En estado de Regresión Hipnótica, he verificado personalmente lo que se siente, exactamente, tanto en la muerte como en el nacimiento (que también es una muerte a un estado previo, a la existencia en el otro plano).

He retrocedido voluntariamente a experimentar qué sentía dentro de la panza de mi madre embarazada, percibir qué sentí durante el nacimiento al pasar por el canal y al aparecer materialmente en este mundo, teniendo aún hoy vívido el sentimiento de las emociones sentidas por mi madre y por mi padre en ese instante, lo que me ha servido luego para comprender sus comportamientos posteriores conmigo cuando yo era niño.

En el otro extremo de la vida, cercano a la transición, lo primero que he encontrado ha sido una Presencia luminosa y muy amorosa para conmigo (mi Yo Superior), que me hablaba para explicarme que no era el momento para estar allí, que no se podía avanzar más allá porque sino no habría retorno, que no permaneciera en ese estado, y que debía regresar y continuar en el plano de materia para seguir llevando a cabo mi Plan de Vida tal como había sido proyectado desde antes de nacer.

Este contacto me resultó sumamente feliz, inolvidable, me aclaró la situación en la que me encontraba en el plano terrenal y decidí volver aunque era mucho más grato permanecer en ese estado amoroso en el cual estaba contenido, sin angustias, sin dolores, sin preocupaciones, pero esa Presencia me condujo suavemente de regreso.

Esa “conversación” me convenció de que mi deber humano era seguir en un camino que en ese momento no terminaba de comprender del todo, a pesar de los conocimientos espirituales sólidos adquiridos desde mi adolescencia.

Recuerdo que dialogaba pero no exactamente las “palabras” sino los conceptos de esa “conversación”, en la que llegué a una paz tan profunda y a la convicción de no seguir avanzando, sino de regresar al estado de vigilia, con nuevas energías y renovadas esperanzas.

Más allá de ese punto, se encuentra un canal de luz que conduce a un “lugar” (no es físico, por supuesto) llamado “La Cueva de la Creación”. A partir de este punto ya no hay regreso porque el alma ha cortado toda conexión con la materia física, y comienza a vibrar en una frecuencia mucho más elevada que cuando está encarnada.

Pero mientras tanto, al encaminarnos por ese túnel luminoso, en el camino hacia la Cueva, somos recibidos y acompañados por seres angelicales que asumen las características de familiares y amigos queridos que han partido antes que nosotros (para reconocerlos y quitarnos el miedo de la nueva experiencia).

Estos seres vienen a nuestro encuentro a abrazarnos, a confortarnos y a orientarnos; el primer estado de conciencia luego de la muerte física es de desorientación, dado que podemos desplazarnos con el sólo pensamiento pero no podemos accionar sobre la materia, y las otras personas en el plano Tierra no reconocen nuestra presencia, nuestros llamados o señales, ignorándonos por completo (excepto los niños pequeños y las mascotas).

Es así como algunos que han regresado comentan haber encontrado a sus abuelos fallecidos, a otras personas que ya partieron, y así, siendo que esas almas a veces ya se encuentran encarnadas de nuevo, pero sus Conciencias Superiores aún permanecen en la siguiente dimensión.

Ya en La Cueva de la Creación, nos reencontraremos con todas nuestras otras personalidades vividas, es decir, con quienes hemos sido en vidas anteriores. Allí recuperaremos todas nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestros potenciales, para completar el ciento por ciento de nuestro Ser, siendo que en la tierra hemos manifestado aproximadamente sólo un 10%, o aún, menos.

Si bien, las Regresiones Hipnóticas nos pueden mostrar las situaciones y acontecimientos vividos en vidas anteriores, estando aquí en materia, en esta otra dimensión en la Cueva de la Creación recuperamos TODOS los momentos vividos en TODAS nuestras manifestaciones anteriores en este plano Tierra, así como las lecciones aprendidas desde que partimos como chispa luminosa independiente desde la Luz Mayor.

Allí se produce la re-unión de la conciencia que hemos tenido en la Tierra con nuestra Conciencia Cósmica, en cuyo caso nos integramos en un momento de suprema felicidad, donde obtenemos la fortaleza necesaria para soportar la enorme Energía de Luz hacia donde nos dirigimos.

Antes de ingresar en el Sendero que nos llevará hacia reintegrarnos con esa Luz enceguecedora que es la Energía reinante en la Quinta Dimensión con nuestros Hermanos Mayores, el alma deberá pasar por un período de descanso y así reconfortarse, cerrando y sanando todas las heridas sufridas en la encarnación terrenal.

Es decir, como en un “spa celestial” donde permaneceremos purificándonos y sanándonos, porque no podemos acceder a esa Dimensión Luminosa llevando a cuestas los dolores de este mundo de materia. Es como si debiéramos desprendernos de todas las “cicatrices” de lo vivido en este plano, porque en la Quinta Dimensión no hay lugar para el dolor.

El alma, ya reintegrada y una vez que ha sanado sus dolores terrenales, planifica su vuelta al plano Tierra mediante lo que llamamos Anteproyecto de Vida, para lo cual debe necesariamente ponerse de acuerdo con los Yoes Superiores de todas las personas con quienes va a tener alguna experiencia memorable: padres, familia, amigos, parejas, etc. pero eso es otra parte que por la extensión, trataré en otro artículo posterior.

Bendiciones. Leo

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