Perder un amor generalmente causa dolor y frustración, y una crisis en la que uno debe preguntarse qué tiene que aprender de ello, lo que con el tiempo debería ir transformándose en aceptación, comprensión y mejora personal. Recién entonces, uno volverá a sentirse en condiciones de abrir su corazón, y sólo así estará listo para amar nuevamente.
(Tomado de “AMOR y HUMOR; 1.001 frases y reflexiones; Profesor leo)

Todos alguna vez hemos perdido a un amor, de una forma o de otra. Perder un amor es una tristeza pero también es una bendición. ¿Cómo se entiende esto?

Ese amor estaba con una persona que decidió encontrarse con nosotros para aprender y a la vez darnos la oportunidad de aprender nosotros algo; considerado desde el amor, es alguien a quien deberíamos honrar, respetar, agradecer, y amar, en otro plano distinto al inicial del que partió la relación.

Es una persona que decidió también contribuir con su parte, de forma de ayudarnos a entender, a crecer, a mejorarnos como personas, a volvernos más valiosos… o a prepararnos para otro amor. O tal vez no para otro amor como ése anterior, pero para nosotros mismos.

O sí, quizás para otro amor más sabio y perfecto, aunque tal vez sea que el objetivo del amor previo sólo haya sido que nos volvamos hacia nuestro interior y descubramos a la persona que más merece nuestro amor: nosotros mismos.

Muchas veces no logramos concretar el amor de pareja porque no estamos completos nosotros mismos, porque tal vez haya que aprender algo que no hemos podido aprender solos, y esa persona viene a ayudarnos como nos ayuda el espejo cuando queremos peinarnos.

Es común que consideremos que tenemos que amar a otros, y que a su vez necesitamos el amor de esos otros, sin lo cual pensamos que no podemos vivir; bueno, pues entonces justo aparece ese otro que en algún momento nos señalará que no podemos amar a los demás si no hemos aprendido a amarnos por nosotros mismos, a respetarnos, a valorarnos, a apreciarnos.

Y justamente eso, resulta que es lo que estábamos pretendiendo pedirle a la otra persona, para que lo haga por nosotros. Que nos dé lo que nosotros mismos no nos damos.

Le pasamos la responsabilidad, enorme, porque es nuestra propia responsabilidad para con nosotros mismos. Y luego, al final, terminamos culpándola de algo que nosotros debimos haber hecho y que no supimos hacerlo.

Entonces se da el fracaso. Que no es un fracaso relacionado con la otra persona, es un fracaso relacionado con nosotros mismos, del cual culpamos a la otra persona. Y que no logramos ver, porque no miramos sino hacia afuera.

Y eso no es justo, ni para con la otra persona ni para con nosotros mismos. Y siendo injustos… pretendemos decirle que la amamos y a la vez pretendemos que nos ame… que ella se encargue de darnos el amor que nosotros mismos no nos damos ¿Cómo puede eso llegar a buen fin? ¿Cómo podemos darle algo que no tenemos? ¿Cómo pretendemos pedirle algo que sólo nosotros podemos darnos?

No nos cuidamos, no nos apreciamos, no nos valoramos… y le exigimos a la otra persona que lo haga por nosotros. Y después le decimos que la amamos… ¿No es algo infantil?

Los amores no llegan a nuestra vida para hacernos felices, vienen para ayudarnos a comprender. Las personas dicen “Quiero encontrar a alguien que me haga feliz, que me de felicidad”. Ser felices no es responsabilidad de otros, es pura y exclusivamente responsabilidad nuestra.

Y recién entonces, siendo felices por nosotros mismos, podemos ser felices con otra persona y puede que también logremos ayudarla a que encuentre la felicidad dentro de sí misma, y pueda sea feliz.

Tal vez entonces sí podamos legítimamente decirle que la amamos, y ofrecerle la oportunidad de que sea feliz, si es que quiere aprender a serlo.

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Bendiciones. Leo

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