¿SUFRES POR UN AMOR QUE HAS PERDIDO…?

Sufrir por un amor que se ha perdido es adorar la imagen de un pasado; es difícil desprenderse de esa imagen, pero es la misma que a veces se impone tan efectivamente, que consigue postergar la llegada de un nuevo amor. (Tomado de “AMOR y HUMOR, 1.001 frases y reflexiones”, Profesor Leo)

Estimo que a todos alguna vez nos ha pasado, sobre todo en algún primer amor en el cual pudimos despertar a algo que es nuevo, que nos mantenía a centímetros del suelo, que nos llenaba de emociones y sensaciones que desconocíamos y que parecía que nos transportaba a otro planeta.

En esos momentos cuando no nos importaba que otros comentaran… “dejalo, es que está enamorado” porque ni siquiera imaginábamos que se podía vivir de otra forma.

Así, veíamos que el mundo era hermoso y que todo parecía cantar y bailar… estábamos asomando al mundo del amor y no nos dábamos cuenta de la lección que traía consigo. Es común que hoy lo recordemos y nos sonriamos recordando nuestra candidez de ese momento, de esa inocencia con que veíamos todo.

Pero luego, algo cambió y todo ese mundo maravilloso desapareció; al cabo de un tiempo la realidad de la vida nos pegó una fuerte cachetada en la cara para que despertáramos…

¿La lección? Bueno, por lo general creemos que es amarga porque luego llegó el desencanto, el primer dolor que en ese momento pensamos que no podríamos soportar. Una angustia que nunca, al igual que la emoción de ese primer amor, hubiéramos imaginado que existía y que resultaría algo tan difícil de sobrellevar.

Pero no deberíamos tomarlo de esa forma. Porque la vida no nos ha mostrado ese “amor imposible” sólo para que experimentemos el sufrimiento. Al contrario, deberíamos mirarlo desde el punto de vista opuesto.

Esto es, pensando que ese acontecimiento justamente se nos ha presentado para que aprendiéramos a ser felices, para que nos asomáramos al mundo de otra realidad, y la pudiéramos ver con otros ojos.

Por supuesto que en ese momento no estábamos en condiciones de reflexionar; lo único que podíamos hacer era sufrir desesperadamente esa ausencia, de una manera terrible, a veces, pensando que ya la vida no tenía sentido sin esa querida persona.

Pero tal vez tiempo más tarde, podríamos detenernos un momento y cambiar la mirada, es decir, considerar otro punto de vista. Trataré de explicarme: mientras estábamos tan enamorados esa vez… ¿Cómo se nos presentaba la vida? ¿Cómo estábamos viendo al mundo? ¿Cómo creíamos que iba a ser el futuro?

En ese momento, en el que estábamos tan enamorados… ohhh… todo era color de rosa, el aire tenía un aroma especial, vivir era una inmensa alegría con el ansia de experimentar, casi teníamos miedo de creer que los demás iban a escuchar los latidos de nuestro corazón… así tan fuerte latía.

Ésa era precisamente la lección. Experimentar todo eso, descubrir la magia que puede llegar a tener la vida, la alegría de existir, el propósito de volvernos concientes de que existía un estado exaltado que éramos capaces de sentir plenamente. Descubrirnos. Cuantificarnos. Calificarnos.

¿Y por qué hoy no podríamos replicar esa sensación, evocando esos momentos en que la vida y el mundo tenían solamente color de rosa? Ah, porque ahora sabemos que el aprendizaje duele. ¿Y si esta vez ponemos el centro de atención en nuestro propio ser, no en la otra persona, aunque estemos con otra nueva persona?

¿Qué nos impide pensar que si una vez pudo ser así, tal vez ésa sea una realidad; o al menos, una de las realidades que somos capaces de vivir y sentir? ¿Por qué no intentar revivirla hoy, pero no por otro, sino por nosotros mismos? ¿Por qué no sentirnos enamorados de nuestro propio ser, al reconocer que integra parte de la Divinidad y de las estrellas?

Darnos el permiso de sentir que estamos vivos, que participamos de todo ese movimiento de la vida a nuestro alrededor, que podemos experimentar todas las sensaciones de la escala, desde aprender a soportar lo que una vez pensamos que era insoportable, y así, superarnos, elevando nuestra autoestima.

Aprender a sentir tanto amor por nuestra propia existencia, amor por pertenecer a esa inmensa masa que late en el Universo, y comprender que la vida, para continuar, debe necesariamente contener esos valles deprimidos así como esas crestas exaltadas, a fin de que pueda expandirse toda nuestra conciencia luego de experimentarlo, y acercarnos de ese modo cada día más a la elevación del Supremo Amor.

Y también comprender que esa o esas personas que se aproximaron a nuestro vivir cotidiano, tenían la misión de presentarnos la oportunidad de aprender; tal vez, ellas no nos enseñaron nada, pero eso no impide que nosotros pudiéramos aprender de esos encuentros-desencuentros, que sólo pudieron realizarse al contarse con sus participaciones.

Y así tal vez podamos desprendernos de la nostalgia de sufrir por ese amor que se ha perdido, dejando de adorar esa imagen de un pasado donde nos sentíamos tan felices, pero honrando su período de permanencia a nuestro lado.

Jesús enseñaba: “No adoren imágenes”… Él sabía que esa adoración nos detenía, nos volvía insensibles al paso de las horas a nuestro lado, nos estancaba en un recuerdo y que hacía que estuviéramos perdiéndonos de vivir a pleno los momentos de nuestra vida.

Y de esa forma tal vez podamos animarnos a abrir un poco nuestra puerta hacia vivir nuevas experiencias, sin expectación, sin ponerle nombre anticipado, que puede que estén esperando a que despertemos de ese sueño anterior.
Tal vez un nuevo amor esté detrás de la puerta, de ésa misma que no nos animamos a abrir porque estamos ensimismados en aquella vieja imagen de un pasado que ya no volverá.

¿Y si no está? Bueno, pues entonces es justamente el mejor momento de volver la vista hacia nuestro propio ser, y enamorarnos de esa parte Divina que anima nuestra vida. Y estando enamorados de nuestra propia Luz, tal vez podamos a traer a otra Luz semejante.

Que es la componente incomprensible e irrepetible, para otras civilizaciones no humanas cuya gran evolución resulta inútil para replicarnos, y que hace que se maravillen de ese pequeño ser que habita esta Tierra, sustentado por esa chispa de Luz que late en su corazón.

Solamente si nos elevamos hacia nuestro interior podremos encontrar el verdadero origen del amor y entonces, fortalecidos, tal vez podamos compartir ese amor con otra persona que tenga similares intereses y condiciones, hacia otra experiencia nueva que nos siga haciendo crecer y despertar en el camino del amor.

Pero de ningún modo deberíamos encerrarnos en la imagen del amor que se fue, porque entonces le estaríamos negando toda posibilidad a una nueva y mejor oportunidad, que nos ayude a seguir aprendiendo.

Cuando comento este tema me suelen responder… “sí, puede que sea lo mejor, pero es tan difícil…”. Obviamente, vivir algo nuevo que no hemos vivido antes, no es sencillo, pero ésas son las reglas del juego, y ése es el mecanismo con que la vida nos alienta a continuar y evolucionar, que es justamente el motivo de vivir.

Bendiciones. Leo

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