¿QUÉ NECESITAS PARA SER FELIZ?

Tal vez pienses que para ser feliz necesitas estar económicamente bien. O tal vez sea que necesitas tener un amor a tu lado… o quizás tan sólo te conformarías con estar bien de salud. O puede que creas que necesitas otra cosa distinta de las mencionadas, para ser feliz.

Creo que convendría que revisáramos el concepto de la palabra “Felicidad”, a fin de que estuviéramos de acuerdo desde el punto de partida. En Wikipedia se puede encontrar:
“Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha, por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”.

Por “estado de ánimo” creo que no vamos a tener problemas de entenderlo. Luego dice “plenamente satisfecha” y creo que todos comprendemos lo que quiere decir “satisfecha/o”, lo que podríamos denominar como “tener lo que deseamos” o necesitamos, en ese momento.
Sin embargo en el “sentirse pleno por disfrutar” no está considerado el concepto humano del tiempo. Parecería que la felicidad es huidiza, difícil de retener, y absolutamente dependiente de “gozar de lo que se desea, o por disfrutar de algo bueno” según la definición.

¿Cómo podríamos permanecer en estado pleno y duradero de felicidad, independientemente del tiempo transcurrido?
Bien, aquí viene la parte complicada de la cuestión: si intentáramos permanecer en ese estado en forma indefinida, no haríamos absolutamente nada por el temor de que ese estado desaparezca, aunque sea tan solo por pestañear.

Nuestra vida entonces, se convertiría en un desastre, porque tenemos otras necesidades que satisfacer y ciertas obligaciones con nosotros mismos y con los demás, que no podemos eludir. Por lo tanto, la realidad es que siempre algo, o alguien, interrumpirán ese estado delicioso de plenitud.

Por supuesto que esto nos fastidia porque nos saca de nuestra “zona de comfort (o confort, en castellano)”, y allí deberemos abandonar ese estado de “felicidad” para ocuparnos de aquello que nos requiere en ese momento.

¿Hay solución a esta situación aparentemente ingrata?
Si me concentro en solo ser feliz voy camino a perder esa felicidad por no ocuparme de las cosas que necesito para ser feliz; si me ocupo de esas cosas, debo dejar el estado de felicidad plena para concentrarme en ellas, para descubrir más tarde que muchas veces, lograr esas cosas no me hacen feliz.

Según la definición podríamos decir que la felicidad sería un estado interno, pero también señala que podría deberse a estados externos. Por ejemplo, siento felicidad de estar frente a un paisaje maravilloso y pacífico por lo que siento en ese lugar, pero también siento felicidad porque he terminado los estudios de tal cosa y me han dado el certificado correspondiente. En ambos casos hay satisfacción y disfrute, pero en el primero, se debería a una razón interna y en el segundo, a una razón externa.

Pero no nos engañemos, la felicidad siempre se debe a situaciones internas, a una plenitud y a una satisfacción que sentimos, o sea, que depende de nuestro estado de ánimo frente a cualquier situación, interna o externa.

Por lo tanto, podríamos adoptar la actitud apropiada para enfrentar lo que nos acontece en la vida y de ese modo, nunca nuestra felicidad dependería de las condiciones externas, sino de nuestra disposición interior de aceptación y bienvenida a dichas condiciones externas.

Podríamos hacer de la felicidad nuestro estado de ánimo preferido y de ese modo, en lugar de que nuestro bienestar interior dependa de lo exterior, colocaríamos un filtro que solamente dejara pasar lo que nos beneficia, evitando que nos haga daño lo que no nos es grato o benéfico.

Esto proceso parecería complejo pero en realidad es simple: consiste en estar de acuerdo con lo que la vida nos ofrece y valorarlo en términos positivos. A su vez, esta actitud nos atraería cada vez más cosas positivas, personas positivas, situaciones positivas para nosotros por simple afinidad, y cada vez nos sería más sencillo y duradero mantener el estado de felicidad.

En general, los místicos señalan que lo exterior conspira contra nuestra felicidad, y por lo tanto, cuanto más busquemos estar rodeados por elementos externos, más dependemos de esos elementos.

Se genera así el apego a esos elementos externos. ¿Qué es el apego? El diccionario nos dice que:
“El apego es el cariño, la estima y el afecto que un individuo siente por otra persona o por una determinada cosa que puede ser un objeto o un bien, entre otros”.

Pero esta definición no penetra en el espíritu, en la esencia del apego. El apego resulta ser todo aquello que adosamos a nuestro yo en la ilusión de que nos sustente, y en lugar de ser legítimamente “yo”, la persona se convierte en “yo y mis apegos” formándose la convicción de que así es más que cuando no tiene apegos.

Y justamente allí está el error; basamos nuestra seguridad y nuestra felicidad en nuestros apegos, rodeándonos de ellos de forma de armar una barrera que nos separe y nos distinga del medio ambiente: mi linda casa, mi auto nuevo, mi trabajo exitoso.

Inconcientemente, creemos asegurar nuestra felicidad en esos apegos. Y si algún día pasa algo y dejamos de tenerlos, nos sentiremos desprotegidos y nuestra felicidad y bienestar interior se van por el caño. En esa situación sentimos como que somos nada, aparecen los miedos, las preocupaciones, las angustias, las inseguridades… y en ese tal caso ¿Alguien sintiendo eso puede ser feliz?

Entonces, nuestra felicidad y nuestro bienestar interior no deberían depender de los apegos a bienes, elementos externos, personas, afectos, si es que queremos permanecer felices. Esto no significa que no trabajemos intensamente para tener una linda casa y un auto nuevo; podemos hacerlo, pero no como objetivos de nuestra felicidad. Si están, bienvenidos, y si ya no están, bien-idos.

Nos quedamos con nuestro “yo”, con nuestra paz interior, con la satisfacción de respirar, con el sentir que todo nos pertenece y que pertenecemos al Todo. Que simplemente “somos” en lugar de “somos porque tenemos”. Por ejemplo, mucha gente no aprecia el bienestar de respirar hasta que no se encuentra bajo el agua, y sin embargo, respirar es uno de los mayores beneficios de los que podemos disfrutar.

El sistema nos ha vuelto dependientes no de nuestros sentidos sino de nuestras sensaciones y emociones; si no hay sensaciones nuevas y emociones desbordantes, parecería que no estamos viviendo a pleno. Y esa es una reverenda mentira, pero intenten convencer de eso a un drogadicto…

Para resumir, entonces, podemos ser felices mediante una sencilla fórmula: desapegarnos de todo lo que no seamos nosotros mismos, porque son los apegos los que creemos que nos dan felicidad y por el contrario, son los que al final, nos la terminan quitando.

Desapegarse no significa dejar de ser amoroso con nuestro entorno, sólo quiere decir no depender emocionalmente de lo que nos rodea; no significa dejar de amar a nuestros seres queridos, sino dejarlos libres y no retenerlos psicológicamente. No adosarnos a ellos o adosarlos a nosotros; no cederles el poder de regir nuestra felicidad, ni a personas ni a cosas.

¿Cómo hacer? Bien, comenzando de a poco. Probando de ya no depender, por ejemplo, de elementos externos sencillos. Yo creo que a todos nos gusta comer helado; pues bien, probemos, ¿qué pasa si este verano decidimos no probar un helado? ¿Nos moriremos por esa privación voluntaria? No, al contrario. Suspender semejante ingesta de azúcar nos hará bien al organismo y viviremos más tiempo.

Probemos luego con otras cosas, de modo que seamos nosotros quienes decidamos poseerlas sólo cuando estamos convencidos en hacerlo, en lugar de dejar que ellas nos posean a nosotros. Cuesta, no lo discuto, pero la enorme satisfacción que da sentirnos liberados e independientes de ellas es un paso más hacia nuestra obtención de felicidad autoregulada.

En ese caso, tener al amor soñado, la casa soñada, el auto soñado… no nos resultará tan imprescindible, y lo tengamos o no, seremos libres de sentirnos felices. ¿Recordaremos estas palabras? LIBRES de sentirnos felices, libres de nuestros apegos, porque si no tenemos libertad, no podremos ser felices. Y no me refiero sólo a la libertad externa, sino a la interna, que es más importante todavía.

Por lo tanto, yo decido hoy ser feliz a pesar de todo, sin importar lo que pase, o lo que no pase. Yo me levanto de la cama hoy para ser feliz, en primer término, y no dejaré que nada se interponga aunque cumpla normalmente con mis obligaciones como todos los días.

La mente es algo extraordinario. Cuando yo enseñaba Control Mental, adiestraba a mis alumnos a relajarse e independizarse de los factores externos, para que no se salieran de nivel (estado ALPHA). Por supuesto, no se podía impedir que en la ciudad, de pronto se oyera un ruido, un bocinazo o un golpe.

Entonces introducía en sus mentes la programación de que “cualquier ruido o golpe que escuches, sólo servirá para llevarte a un estado de relajación más profunda; inmediatamente te relajarás aún más, y entrarás más profundamente en tu nivel”.

Y funciona. Durante aproximadamente unos diez años entrené muchas personas, y funciona, porque lo he visto funcionar, y he tenido cientos de testimonios al respecto. Así como por mi propia voluntad decido relajarme, así decido ser feliz, y cualquier cosa que pase, será bienvenida, experimentaré la vivencia que me hará más sabio y representará otra adquisición inmaterial que sencillamente… me dará mayor seguridad y me hará más feliz.

Y sembraré esa felicidad por donde vaya con una simple sonrisa, y cosecharé aún más felicidad porque los que me rodean en ese momento, se sentirán libres para copiar ese estado de felicidad. Los miraré a los ojos y les sonreiré y no podrán evitar, en un instante o en otro, también sentirse tentados a sonreir, y aún cuando no lo hagan, se sentirán seguros y en paz, que no es otra cosa que ponerse en camino hacia la felicidad.

Siempre hago este experimento con mis alumnos; en una clase, por ejemplo, los recibo serio y respetuoso, y ellos se ponen serios y respetuosos. Al rato, les sonrío y ensayo un chiste, y ellos se sienten liberados y sueltan la carcajada. Y sigo con mi clase intentando que se sientan bien.

A mitad de la clase les reparto caramelos a condición de que no tiren el papel al piso y ellos se ríen, y se distienden durante unos minutos. Esto me sirve a un doble fin, se relajan por un lado, y la limitada porción de azúcar los pone más atentos y receptivos, haciéndome más grato y sencillo explicarles el tema.

He hecho experimentos al respecto: en los cursos en los que no reparto caramelos esa clase (porque “me olvido”), cuando se van porque terminó la clase, observo que no se llevan la misma alegría. (Por otra parte, revelaré un secreto esotérico: el azúcar en tu negocio, atraerá clientes).

Todo esto, al final, significa que cuando vuelven a sus casas, lo hacen alegremente y con una sonrisa. A veces se quedan ya terminada la clase, conversando en la vereda entre ellos. Y así sigue el reparto de felicidad, en una cadena, en un círculo virtuoso. Y yo… me siento feliz por ello.

Bendiciones. Leo

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