¿EL AMOR ES ALUMNO DEL TIEMPO?

Es el tiempo quien enseña al amor a madurar, y es el tiempo quien le toma examen. Y es el amor quien nos enseña a madurar, y es ese mismo amor el que nos toma examen. Claro, a veces el amor no está preparado para los exámenes del tiempo, y entonces, se convierte en un recuerdo. Un recuerdo que nos persigue hasta que encontramos otro amor.

Otro amor que es distinto del anterior, pero que al final, tendrá que pasar por los mismos exámenes, las mismas preguntas que le hace su maestro, el tiempo. Y es allí donde podremos comprobar si es que nuestro amor ha aprendido algo, o si sigue empecinado en cometer los mismos errores, tal como la vez anterior. Y quizás, como la anterior a la anterior.

Astrológicamente es notable observar que en la Carta Natal de cualquier persona, el planeta Venus, representa al amor. Hay doce clases básicas de amor: el amor de Venus en el Signo de Aries, el de Venus en el Signo de Tauro, el de Venus en Géminis y así, hasta completar el zodíaco, los doce Signos. Esa “manera de amar” seguirá siendo así mientras permanezcamos en esta vida.

Y no depende del Signo zodiacal al que pertenecemos: un Aries puede tener a Venus (el amor, la manera de amar) en cualquiera de los doce Signos. Alguien puede ser Aries y tener a Venus emplazado en Cáncer, o en Libra, o en Sagitario, o en Piscis…

Sin embargo, si bien el Venus natal de cada persona puede tener cualquiera de las doce posiciones, está afectado por el Signo natal; por ejemplo, el Aries que tiene a Venus en Virgo, amará los detalles y será servicial (por Virgo) pero será impulsivo (por Aries), o sea, que tendríamos en segunda instancia algo así como 12 x 12 = 144 combinaciones de amores en la humanidad, en principio.

Pero claro, también dependerá del área (Casa) en la que se encuentre ubicado ese Venus, y habiendo 12 casas, entonces tenemos 12 x 12 x 12 = 1.728 “clases” distintas de expresar el amor. Pero si tenemos en cuenta que además, hay otros nueve planetas en la Natal, cada uno en posiciones distintas con respecto a ese Venus, influyéndolo, dándole distintas tonalidades, cambiando sus colores… entonces concluímos que las posibilidades se acercan mucho a infinitas maneras de amar, tantas, como personas hay en el mundo.

Pero… en fin, no nos preocupemos, porque todas esas maneras de amar en definitiva van a concurrir en que el amor en verdad, es uno solo, aunque cada persona lo manifieste a su modo. Al final, el amor es aquello que nos motiva a que la otra persona se sienta contenida, protegida, fuera de peligro, acompañada, auxiliada.

Y así como el tiempo enseña y toma examen al amor, el amor nos enseña y también nos toma examen. Y muchas veces, fallamos aunque no nos damos cuenta, hasta que más tarde, el amor se va y entonces recién reaccionamos preguntándonos ¿por qué?

Porque cuando las personas van madurando, también en su medida su manera de amar debe ir madurando. Y cuando ambas partes de una pareja van madurando, no siempre maduran en el mismo sentido, no siempre lo hacen juntas y equilibradamente. Como dos rectas que se acercan, se tocan, y se cruzan para luego alejarse.

¿Está mal esto? ¿Es una falla, un fracaso? No, es sólo otro aprendizaje más. El otro ha aparecido en nuestra vida para ayudarnos a que nuestro amor madure, y a su vez, para que le ayudemos a que su amor también madure. No hay fracaso en el amor, hay experiencia. El amor, en su entrega equilibrada, nunca fracasa; sólo nos enseña, nos hace vivir experiencias que de no haber estado ese amor de por medio, nunca habríamos vivido.

¿Hemos fracasado nosotros? Bueno, si repetimos los errores, si fallamos frente a los mismos exámenes… entonces algo no funciona bien en nuestra manera de amar, y deberemos replantearnos esto honestamente, con la mente abierta y la conciencia clara. Tal vez necesitemos más oportunidades y situaciones que nos muestren donde está el error.

Pero lo importante de todo esto, es que nos soltemos a amar, para así aprender más rápidamente. Como el niño que tropieza, se cae, se vuelve a levantar y a los pocos minutos, otra vez comienza a correr porque el entusiasmo de correr le hace olvidar el tropiezo.

Así es el amor humano, perfectible, incompleto, frágil, pero una clase de amor al fin. Y eso es lo importante, aprender a expresar el amor, sin miedos, sin expectativas, por esa sola tibieza que sentimos cuando lo brindamos… como sepamos hacerlo, no importa. Como podamos hacerlo. Como nos atrevamos a brindarlo. El error estaría en negarlo, porque estaríamos negando nuestra propia esencia, no nos olvidemos que hemos partido del Amor y Amor “encapsulado” somos, mientras estemos en este plano.

Cuando tengamos a alguien que nos acompaña en el amor, amemos a ese alguien. Cuando no tenemos a nadie, sería muy bueno que nos atreviéramos a amar a todo lo que nos rodea, no perdamos tiempo pensando que no tenemos a nadie en particular a quien amar. Amemos a todo aquello que merezca ser amado, amemos a la Naturaleza, amemos al que somos, al aire que respiramos, a todo lo que se nos cruce.

Nunca, de ninguna forma, dejemos de amar, porque no existe otra manera de aprender a amar, que amando.

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Bendiciones e iluminación. Leo.

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