¿QUÉ REPRESENTA LA CRÍTICA PARA VOS?

En cierta manera, que alguien te haga una observación o te manifieste su parecer, puede llegar a ser un test muy interesante para que verifiques cuan acertado o equivocado estás. Puede ayudar a que ratifiques o que rectifiques tu caminar, para mejor.

La crítica es una bendición; si aún no lo has comprendido, tal vez lo entiendas (o no) al finalizar de leer este artículo. Más que resentirte ante quien hace una crítica a algo tuyo o a alguna actitud tuya, deberías agradecerle, porque sin duda que es una persona valiente y sincera. Sería mucho más fácil ser obsecuente y aplaudirte mientras que se divierte pensando que vas camino al precipicio.

Supongamos que la tal crítica es negativa y mal intencionada. En ese caso, tienes el albedrío de ignorarla y dejarla pasar, demostrando que tienes más nivel que quien te ha criticado. Pero cometerías un error si no la tienes en cuenta lo suficiente como para resetear tus conceptos durante un momento y preguntarte: ¿Puede ser que tenga razón? ¿Por qué lo hizo? ¿Para qué lo hizo? ¿Qué motivos puede haber para que esta persona se arriesgue a enfrentar una situación difícil, sin necesidad, siendo que podría haber callado?

Hacerte estos planteos diferencian a un sabio de un necio. Si piensas que hoy estás haciendo todo bien y que no necesitas escuchar a nadie, más allá de ser una actitud claramente soberbia, es un error que puede resultarte fatal. Por ejemplo, recuerda por favor dos o tres cosas que tenías en mente hace 5 años atrás y dime si todas ellas resultaron como pensabas que iban a resultar. ¿Estabas en ese momento un 100% acertado? ¿Tenías el 100% de razón?

Pero supongamos ahora que la crítica es positiva y bien intencionada, que pretende llamarte a una realidad distinta de la que crees cuando estás segur@ que es absolutamente acertada. También deberías agradecerla, por supuesto.

En resumen, una crítica (tenga la polaridad que tenga) siempre es una realimentación. Y toda realimentación resulta útil para cualquier persona inteligente y adulta. Nada inteligente funciona bien sin realimentación; tápate los oídos y cierra los ojos, y ahora intenta cruzar una avenida al mediodía, y después, si lograste hacerlo, me cuentas. ¿Crees que el mundo funcionaría como es hoy si TODOS sus habitantes tuvieran el coraje de expresarse y tomaran partido activo por una conducta, en lugar de encogerse de hombros y manifestar “es un problema del otro”?

¿Estás segur@ que no necesitas para nada la realimentación de los demás? ¿Sabes todo lo que te pierdes por no escuchar lo que muy pocos de tu entorno se atreverían a decirte?

Te lo explico más fácilmente mediante un cuento:

Había una vez alguien cualquiera, que para darle un nombre llamaremos Ernesto; él estaba convencido que si no tenía la razón, podía llegar a morirse de angustia. Ernesto defendía sus pensamientos y creencias a rajatabla. Él pensaba que solamente él tenía la verdad de la vida y que todo debía hacerse a su manera. Porque siempre él tenía razón.

Obviamente Ernesto malgastaba gran parte de sus energías ya que debía luchar a brazo partido contra los que pensaban distinto que él. Estaba consumiendo su vida en esta actividad: tener siempre la razón, estar siempre acertado. Tener que demostrarlo a cada momento, tener que estar pendiente de no cometer un sólo error, y cuando se equivocaba debía urgentemente buscar una excusa creíble, un “es que…” porque sino entonces se demostraría que estaba equivocado. Hasta que un día, algo despertó dentro de Ernesto y se propuso escuchar a los otros y verificar sus creencias, pero con el sólo propósito de comprenderlas perfectamente para así poder rebatirlas, y seguir teniendo la razón. Recuerda que esto es sólo un cuento.

Y luego de un tiempo, de repente, algo hizo la luz en su mente. Escuchó a una voz dentro de sí que le dijo: “Si teniendo en cuenta lo que te dicen los demás, llegas a comprender que estás equivocado, inmediatamente date vuelta hacia esa otra opinión cuando verifiques que es correcta, o al menos, mejor que la tuya, y así, siempre tendrás la razón”.

Y entonces Ernesto comenzó a escuchar a los demás, muy atentamente, antes de emitir su opinión. Y por milagro se dio cuenta de que podía llegar a aprender de todos, tanto de los que sabían más que él como de los que no sabían tanto. Y paulatinamente, su actitud fue cambiando; de ser porfiado y cerrado, se convirtió en elástico y abierto, incorporando tantos distintos puntos de vista que comprendió que había muchas maneras de hacer la misma cosa, y que sostener que la suya era la única y verdadera le estaba haciendo perder muchas oportunidades, y sobre todo, le impedía crecer.

Al final, en esta fantasía, Ernesto comprendió que no era tan importante tener la razón. Que ahora estaba en mejores condiciones que antes de tener razón porque sabía mucho más (lo había aprendido de escuchar a otros), pero que había ganado algo que no tenía precio: ser libre. Ser libre de sentirse ofendido cuando alguien lo criticaba. Ser libre de tener muchas opciones en lugar de la única que él pregonaba. Ser libre de enervarse y mantener rencores y actitudes soberbias como las que le inspiraba el escuchar que otro lo contradijera.

Ser libre de escuchar; ser libre de seguir aprendiendo, ser libre al potenciarse teniendo en cuenta que hay muchos reflejos de la misma verdad. Ser libre de elegir la mejor opción. Ser libre…

Este cuento es en parte verdad, pero aún no se ha producido el desenlace deseado, la toma de conciencia de esa pobre conciencia.

Entonces, amig@, ¿no te parece que TODAS las críticas y opiniones que te llegan deben ser bendecidas? ¿No te parece que por descabelladas que parezcan todos las opiniones de los demás pueden inspirarte a obtener lo mejor de ti mismo y de las demás manifestaciones que emitas? ¿No te parece que es una actitud más adulta y menos caprichosa, considerar que el otro también puede tener razón y así, al compartirla, siempre estarás más cerca de la verdad y de tener la razón?

Piénsalo; no lo tomes como una verdad. No lo conviertas en una creencia más; sé libre, y sé elástico. Si ese alguien se animó a manifestarte tu opinión es porque algo estás movilizando dentro de él: si busca ayudarte, bendícelo. Si busca destruírte, bendícelo también, porque actuó de frente y no te clavó el cuchillo por la espalda.

Porque tuvo el valor de manifestarse, sin que le importaran las consecuencias, y si todos tuviésemos ese coraje, el mundo sería otra cosa muy distinta y por supuesto, sería mucho menos tóxico. Y todos tendríamos muchas más razones para ser felices… sin necesidad de tener siempre la razón.

¿Qué piensas ahora? ¿Lo mismo que antes? ¿Te sigue siendo tan importante tener siempre la razón? ¿Cuánto vale ese “tener razón”? Valdría la pena reflexionarlo, aunque fuera para tener motivos para negarlo… Hasta luego. Profesor Leo.

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