Los efectos de los planetas y el amor

Los planetas del Sistema Solar son elementos físico/espirituales que canalizan la Energía Cósmica sobre las personas, haciendo que éstas se vean influenciadas dependiendo de su Carta Natal y de su momento en la vida.

La Energía Cósmica es la radiación de todos los cuerpos celestes de nuestro Universo; todo el campo abarcado por el universo está lleno de su propia influencia, es decir,  de vida, de energía, de movimiento, de cambio.

Muchos dicen “¿Cómo es que me va a influenciar el efecto de la energía de un cuerpo celeste que se halla a millones de años-luz de distancia?” (Años luz: distancia que recorre la luz en un año).

Esa energía en particular no podría influenciarnos, pero si tenemos en cuenta que hay millones de millones de cuerpos celestes, cada uno con su campo electromagnético y gravitatorio correspondiente, agrupados en Constelaciones, se trata entonces de una cantidad de energía importante.

Si esa energía es condensada como una lupa lo hace con los rayos del sol, sobre nosotros, entonces estamos hablando de un efecto notable. Estar unos segundos al sol no nos afecta absolutamente en nada, pero estar unos segundos con la piel bajo el foco de una lupa que concentra los rayos solares, produce una quemadura insoportable.

Los planetas, entonces, son “la lupa” que concentra toda esa Energía Cósmica vibracional sobre nuestro cuerpo y sobre todo, sobre nuestra psiquis, que es aún muchísimo más sensible.

Pero hay un efecto que no se tiene en cuenta y se debe al desconocimiento general sobre el fenómeno de la Resonancia; fenómeno en que un cuerpo receptor vibra al estar sintonizado en la misma frecuencia que otro cuerpo emisor, y se llena de energía transmitida por el emisor: por ejemplo, cuando vibran los vidrios de una ventana debido a las ondas de presión por el ruido producido por el escape de un camión.

O cuando nuestro teléfono celular recibe una llamada de alguien que en ese momento se encuentra a miles de kilómetros de distancia, emitida a través de la radiación de una antena repetidora de muy alta frecuencia. Lo recibimos nosotros y no la persona que está a nuestro lado, con un teléfono igual que el nuestro, porque la frecuencia vibratoria de la antena en ese instante está sintonizada solo para nuestro teléfono.

Pero hay un elemento adicional, raramente tenido en cuenta. Es al igual que los mencionados, un efecto electromagnético, interpretado por las vibraciones de la Física convencional, que uno estudia en el secundario o en la facultad; no estamos hablando de milagros, que sin embargo, también tienen su explicación electromagnética y vibratoria.

Este elemento se debe a la proximidad de los campos de todos los cuerpos. A veces, nos sentimos alterados o calmados por la sola presencia de otra persona cerca de nosotros, sin que nos haya dicho nada o nos haya hecho nada, simplemente, no la conocemos, pero sí la sentimos; nos atrae o nos rechaza, y no sabemos porqué.

Los cuerpos celestes en el otro extremo del Universo, para decir “algo muy lejano” tienen su efecto sobre nosotros debido al fenómeno de la reacción entre campos, como sería para más claridad, que el eslabón de una punta de la cadena es capaz de movilizar al último eslabón de la cadena, cuando se tira de ella, a través de todos los demás eslabones.

Todos estamos vinculados, energéticamente, por una energía multivibratoria. El electrón que sale por un cable y enciende la luz en un farol de Buenos Aires, está movilizado por el campo de otro electrón que en ese momento está dentro de una turbina de la central hidroeléctrica de El Chocón, en Neuquén, a 1.200 km de distancia, a través de todos los electrones que se mueven por el cable. Ellos se “empujan” electromagnéticamente, unos a otros.

Ese electrón de B. Aires, está “empujado” por el campo vibratorio del electrón de la central, sin que el electrón de El Chocón deba viajar 1.200 Km. Solamente, necesita “vibrar”. Así sucede con todos nosotros, somos parte de un TODO vibratorio.

Ese TODO vibratorio, muchas veces llamado La Fuente, El Padre, Dios, Nous, la Energía Universal, etc. es nuestro “nido” donde vivimos como pichones de un pájaro, alimentados por “la vida” que interpenetra todo el Universo y aún, los Universos mal llamados Paralelos, ya que no son paralelos sino concéntricos, coexistentes en el mismo “espacio”, como las muñecas rusas (Babushkas) para entenderlo mejor.

Las “otras dimensiones” no están arriba ni abajo, están aquí mismo, fuera y dentro de cada uno de nosotros. A todo este campo, también le llamamos “amor” y nos guste o no, somos todos parte del mismo amor,”Hijos del mismo Padre”.

Cuando nos alejamos del amor,  entonces, nos estamos desintonizando de la vibración fundamental que nos mantiene vivos y nos arriesgamos a morir por no recibir ese “alimento” vibracional llamado “amor”.

Como se ve, todo está relacionado y es perfectamente válida la aparentemente estúpida frase tan gastada de que “todo tiene que ver con todo”. No hay mejor manera de llamar a la muerte, entonces, que alejarnos del amor, porque nuestro universo, nuestra vida, nuestro propio ser, está hecho de amor. Más claro no lo puedo explicar: la “vida”, entonces, es “amor”.

La Astrología estudia los efectos de esas energías radiantes que nos influyen psíquicamente; ya lo expresó Carl Jung cuando hablaba de la “mente transpersonal”, sólo que él no podía mencionar que era Astrólogo y Tarotista, obviamente, porque hubiese sido “llevado a la hoguera” por sus colegas, colegas que estaban a la altura del jardín de infantes comparados con él.

Me hace sonreir cuando veo los esfuerzos de las campañas políticas, cómo la gente se enoja por discusiones de política, cómo se segregan en “pros” y “contras” de…, autodesignándose como “…istas” o “anti…istas”, sin siquiera sospechar que cada presidente, por ejemplo, es elegido por el inconsciente transpersonal colectivo donde no reina la mente conciente sino la fuerza del grupo pero inconscientemente.

Alguien va a decir, seguramente: “sí, tan inconscientemente que así nos va…”. Finalmente, el humor sano está muy vinculado al amor… todo es energía. Profesor Leo.

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