¿A QUIÉN PUEDES SALVAR?

Según se considera en la religión Cristiana, Jesús vino para salvar al mundo de sus pecados. La historia cuenta que Él recorría Palestina dando sus mensajes de espiritualidad, pero que muy pocos los entendían. Necesariamente él debía ser parabólico en Sus explicaciones para no ser catalogado de inmediato como un revoltoso que se manifestaba contra los principios religiosos establecidos a su conveniencia por los sacerdotes de la época.

¿Es creíble que Su Tarea y Su Sacrificio estuviesen destinados a salvar a la humanidad de sus pecados? ¿O tal vez, en un proyecto más concreto y limitado, Sus esfuerzos estaban dirigidos a dejar establecido un Camino, como guía opcional para quien quisiera transitarlo? ¿O puede ser que su venida estuviese motivada por la necesidad de mostrar una forma de vida espiritual diferente?

Muchas veces escucho decir a las personas que “la gente no cambia”; respecto al tema yo mejor diría que “la gente no quiere ser cambiada”, lo que no es lo mismo. Cuando se trata de transitar una huella que agrada al caminante, pocos se niegan a caminar, pero cuando se trata de trabajar sobre sí mismos, a fin de mejorar su persona, ya es otra cosa.

En mi consultorio muchas veces encuentro que hay personas que llegan a buscar una respuesta, y otras que buscan ayuda para encontrar una solución. Mi tarea es orientarlos, ayudarlos a comprender la situación, pero no resolverles sus problemas porque estaría pasando por encima de su libre albedrío y haciéndome responsable de su vida.

Me siento muy feliz de ayudarlos a encontrar las respuestas a sus preguntas, es mi trabajo y mi vocación, pero muy distinto es cuando la persona viene a buscar que se le solucione un problema personal, respecto del que nadie ajeno tiene el derecho de inmiscuírse.

Allí me detengo, porque no debo interferir en la vida de nadie, y menos, hacer el trabajo que le corresponde a la persona, más allá de que me resulta imposible hacer algo que solo ella misma puede hacer. Esto trae consigo un karma muy importante, como suelo observar en algunas Cartas Natales.

Siempre considero que la persona puede salvarse, o no, de dicha situación en la que se encuentra, pero también le dejo la decisión a su cargo, de forma que esa persona es la que decide cambiar y mejorar por sus propias intenciones y esfuerzos; por lo tanto, ella misma es la que en todo caso, se salva.

Es cierto que hay muchas personas que sienten la vocación de ayudar a otros, pero en realidad, el mismo Maestro Jesús demostró que nadie puede hacer por otro, lo que ése otro mismo debe esforzarse en hacer por su propia mano.

En el trayecto del Maestro mucha gente se acercaba a pedirle sanación o curación de sus males, pero cuando Jesús seguía hacia otro pueblo, un gran porcentaje volvía a sus males originales porque en lugar de hacer un cambio, ellos seguían con sus mismos vicios y conductas erradas.

Por ejemplo, ayudar a los hijos a entender cómo hacer los deberes del colegio, es una cosa; hacerles los deberes, es otra, y muy perjudicial para ellos, sobre todo. Despreocuparse por completo es el otro extremo, porque resulta una falta de responsabilidad por parte de los padres.

Sin embargo, siempre puedes ayudar, pero de una manera indirecta, así como lo hizo Jesús. Puedes mejorar tu persona, brillar por tí mismo/a, dar el ejemplo y tener la esperanza de que otro te observe y decida acompañarte por ese Camino; la mejor manera de ayudarlo, entonces, es dándole el buen ejemplo y dejar que la otra persona decida adoptarlo o no, en este momento o más adelante, a su tiempo, cuando él/ella sienta que es el momento propicio.

Eso no quita que puedas ayudar materialmente, pero no confundas enseñarle a cultivar la huerta con darle la ensalada ya preparada; en este último caso no sólo le estarías haciendo un daño, sino que le estarías quitando la oportunidad de comprender qué es la dignidad, y el hacer algo por sentirse digno.

No hay nada más gratificante que observar el entusiasmo en los ojos de quien ha comprendido algo nuevo y está logrando resultados y beneficios de ello; lo observo en mis alumnos cuando ponen en práctica alguna de las tareas del oficio que les enseño.

Entonces, deberíamos responder la pregunta inicial: ¿A QUIÉN PUEDES SALVAR? La respuesta es ahora muy evidente: sólo puedes salvarte a tí mismo, y con ello, que no es poco, mostrar a otros que ellos también se pueden salvar si ponen su voluntad en hacerlo.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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