¿LOS QUE MÁS NOS QUIEREN SON LOS QUE MÁS NOS LASTIMAN?

¿LOS QUE MÁS NOS QUIEREN SON LOS QUE MÁS NOS LASTIMAN?

Ésta es una pregunta muy simple que aparentemente requeriría una respuesta del tipo si/no, pero no es tan sencilla de responder. Tal vez la respuesta no sea sencilla porque la pregunta en sí está distorsionada.

En realidad, si nos referimos a “lastimar” en un plano emocional/sentimental (y no físico), nadie nos puede lastimar si no dejamos que nos lastimen. Más correctamente deberíamos decir “sentirnos lastimados”, o sea, que ésta es una situación en la que nosotros mismos nos colocamos porque las acciones de la otra persona no cumplieron con NUESTRAS expectativas.

Por otra parte, ésos, “los que más nos quieren” son en realidad, a los que más estamos apegados, los que nosotros pensamos que tienen necesariamente que cumplir con lo que NOSOTROS preferimos o necesitamos.

En resumen, todo se trata de “nosotros” y no de “ellos”. Si hay culpa (que la culpa no existe salvo para aquellos que son cortos de vista) entonces, no son “ellos” los que nos hieren, sino que somos nosotros los que nos auto-lastimamos, y entonces… nosotros tenemos la culpa.

Cada persona que se acerca a nosotros es alguien con quien hemos pactado con anterioridad al nacimiento, que deberíamos “jugar” determinados roles: víctima y victimario, ofendido y ofensor, agredido y agresor.

Esas personas son justamente parte de nuestro grupo de actores “colegas” que permiten que nos expresemos y experimentemos distintas situaciones, sensaciones, sentimientos, pensamientos…

Observemos que estas personas raramente permanecen en nuestro entorno más tiempo del necesario, porque ellos también tiene su propio rol de “actores principales” y necesitan otras condiciones para lograr expresarse y aprender.

¿Y qué tal de papá y mamá? Cuando en vidas anteriores no hemos podido conciliar nuestros asuntos y no se ha logrado cumplir con el plan anteproyectado, cuando dos personas tienen algo que resolver que aún no han resuelto tras varios intentos, esas personas nacen padre-hijo, madre-hijo, porque entonces el vínculo es de por vida y no puede disolverse simplemente con un divorcio o una separación.

Uno no puede divorciarse de su padre o de su madre en esta vida; puede alejarse, puede no tratarse, pero no puede poner a otro alguien en ese rol. Eso obliga en cierta manera a que nos decidamos a resolver la cuestión. Y si no se resuelve, seguiremos naciendo padre/madre/hijo hasta que lo resolvamos, y si de esa manera no se puede, en otra encarnación un amor loco nos reunirá… y entonces diremos: “fulanito/a me hizo sufrir”.

Si contemplamos esta manera de ver, entonces no tiene realidad la pregunta del principio. Si lográramos abstraernos del apego y las exigencias, entonces, nada ni nadie nos podría lastimar (el viento no entra a tu casa si no le abres la puerta).

Si dejáramos de lado la parte disfuncional de nuestro ego (porque el ego tiene su parte funcional sumamente importante para nuestra supervivencia) entonces, nada nos podría llegar a ofender.

Y si nada ni nadie nos pudiera ofender… ¿sería entonces necesario PERDONAR? Si consideramos que debemos perdonar, entonces tal vez sería mejor que repensáramos la situación, volviéramos atrás, y pudiéramos ver que en realidad fuimos nosotros los que nos hemos sentido ofendidos o nos hemos dejado ofender. Siendo así… ¿por qué echarle la culpa al otro?

Como Astrólogo ha analizado a los fines judiciales las Cartas Natales del asesino y del asesinado, y me he sentido sumamente avergonzado al comprender que había un pacto anterior, en otros planos, y por lo tanto, no me correspondía a mí juzgar el hecho, más allá de lo ético correspondiente a este plano. ESTE plano.

Después de considerar este punto de vista inusual pero atenido a toda una vida de aprendizajes, que en este artículo, te ofrezco… ¿todavía sigues pensando que debes perdonar? ¿O en realidad… deberías agradecer a quien se ha prestado a ayudarte a experimentar y a aprender una nueva lección de la vida? ¿No te sentirías mucho más aliviad@ si lo miras de esta manera? ¿No sentirías entonces que ha crecido tu capacidad de amar?

No quiero convencerte de nada, sólo busco que reflexiones y encuentres tu propia respuesta. Eso me hará sentir más útil. Profesor Leo.

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