LA SABIDURÍA TIENE UNA HIJA LLAMADA DISCIPLINA

Las mayoría de las personas no suelen tener en claro el concepto de “Disciplina”. Por ejemplo, los argentinos no es común que seamos disciplinados porque muchos lo entienden como que eso implicara una falta de libertad, y por otro lado la palabra “disciplina” es desvalorizada por ser asimilada como un concepto militar. Pero conozco todo el tiempo a personas capaces e inteligentes, dado que permanentemente mis alumnos de los cursos técnicos se van renovando, y observo que en muchos casos se les escapa el éxito por falta de disciplina.

Ellos han obtenido una capacitación eficiente en un oficio determinado, ya sea en la rama mecánica o en la eléctrica, lo que ha catapultado el sueldo de muchos de ellos al comenzar a trabajar en la industria petrolera pero sin embargo hay otros que no parecen reaccionar y continúan con sus mismos medios de ingreso de menor importancia, a pesar de tener al alcance de la mano la oportunidad de triplicarlos.

Por tal razón, acostumbro brindarles gratuitamente en tiempo adicional, un programa de Seminarios para Formación Personal, en el cual incluyo justamente el concepto de Disciplina, porque forma parte de algunas características particulares que hacen al éxito de las personas.

Observo que muchos confunden los conceptos de “Cumplimiento” con “Disciplina” y no son capaces de discernir claramente la diferencia. Algunos piensan con acierto que el cumplimiento es importante, pero no dimensionan el valor que tiene la disciplina.

Cierta vez escuché que un orador japonés decía que la diferencia entre sus éxitos tecnológicos así como su progreso a nivel país con respecto al resto del mundo no se basaba en la inteligencia, puesto que había muchas personas inteligentes en el mundo  y sin embargo, no los alcanzaban en su rendimiento y avance. Que el secreto estaba en la disciplina, concepto que ellos tenían incorporado ancestralmente debido a sus tradiciones populares.

Para lograr encontrar la diferencia, comencemos por definir Cumplimiento: el concepto de cumplimiento implica ejecutar aquello que determina una obligación, una ley, una orden, un castigo, un compromiso, o una promesa. Es decir, realizar efectivamente algo que de alguna forma nos compromete.

Si me comprometo con otra persona o conmigo mismo a hacer algo y luego lo efectivizo, entonces estoy cumpliendo. Hago lo que dije que iba a hacer o bien aquello a lo que me encuentro de alguna manera obligado a hacer, y entonces, cumplo. Por ejemplo, llego a tiempo a mi trabajo y eso significa cumplimiento del horario.

Pero “disciplina” va más allá. Disciplina es cumplir con ciertas reglas establecidas, y aún más, teniendo la continuidad de hacerlo. Es decir, tener cumplimiento de una acción pero mantener la continuidad. A mis alumnos les digo: “No es suficiente con abrir el taller a la hora especificada en el horario al público, eso sería “cumplimiento”; debemos hacerlo todos los días laborales, y eso implica “disciplina”.

La disciplina puede también considerarse compuesta por compromisos, reglas o normas cuyo cumplimiento de manera constante nos llevará a obtener cierto resultado favorable. Se trata de hacernos primero de una fuerza moral que nos brindará cierta seguridad interior de que merecemos obtener lo que deseamos.

Por experiencia personal entiendo que se ha hecho muy conocida la capacidad natural del argentino y su originalidad en resolver problemas con facilidad, pero lo que generalmente nos falta como complemento es justamente la disciplina: seguir haciéndolo con continuidad.

El típico argentino suele ser muy lúcido para encontrar soluciones a problemas inesperados y por ello es apreciado, pero no siempre mantiene la continuidad de su cumplimiento, por lo que resulta desvalorizado y no del todo confiable porque en el momento menos esperado, va a faltar a su cumplimiento.

Eso es justamente lo que manifestaba este orador japonés, no es suficiente con ser muy lúcido sino que es preferible un cumplimiento persistente hasta obtener resultados, o sea, tener disciplina y atenerse a un orden y a una continuidad que permitan a la larga terminar con la dificultad en cuestión. Por lo general la carencia de disciplina es la que en definitiva va a originar otro problema posterior aunque ya hayamos encontrado la respuesta al primero.

Personalmente, he comprobado a través de haber trabajado en empresas multinacionales, que en promedio, nuestros técnicos suelen tener los mismos o aún, mayor ingenio y capacidad que los originarios de otros países, aún europeos. Sin embargo, esos países progresan o al menos se mantienen estables, y los argentinos vivimos permanentemente en crisis. Y eso es porque en general como colectivo nos falta disciplina; la interpretamos como una limitación en lugar de asimilarla como la garantía del éxito y por eso la menospreciamos y no le asignamos la importancia debida.

Sin embargo, analicemos qué pasaría si la Naturaleza no mostrara disciplina: ¿Qué sería de nosotros como seres humanos si a veces nuestros cultivos dieran frutos pero impredeciblemente a veces no? ¿Qué pasaría si hoy la vaca diera la leche, pero mañana decidiera declararse de vacaciones? Por ejemplo, si no lloviera con cierta continuidad terminaríamos sufriendo la sequía; si amaneciera a la hora que se le antoja en lugar de hacerlo por la mañana temprano, viviríamos inmersos en un caos.

Sin duda, tal comportamiento errático nos llenaría de inseguridad y de carencia, y nos sentiríamos muy frustrados porque no podríamos organizar nuestros horarios y nuestros esfuerzos, y hasta probablemente estaríamos enojados con la Naturaleza porque no cumple con la continuidad que necesitamos.

Sin embargo muchas personas no se sienten en falta por carecer de disciplina, y no toman en cuenta las consecuencias que ese comportamiento les trae a las demás personas de su entorno; y es más, cuando aparece alguien que les reclama por esa falta de continuidad, suelen reaccionar molestos contra esa aparente tiranía. He perdido (por suerte) relaciones comerciales o amistosas con personas que han reaccionado en contra de mi reclamo de continuidad, fastidiados como si el que estuviera en falta fuera yo.

Es decir, en tal caso esas personas incumplidoras se están comportando como chiquilines en lugar de hacerse cargo de sus obligaciones en tiempo y forma. Ésa es justamente una manera de diferenciar un comportamiento infantil de otro adulto, y eso lleva a las Transacciones Cruzadas donde una parte se muestra como niño y la otra como adulto, lo que lógicamente derivará en un disgusto entre ambas.

Es muy común saber de personas desesperadas solicitando trabajo pero que cuando lo consiguen, parece que ya está resuelto el problema y ahora todo se trata de contribuir lo menos posible pero obteniendo los máximos beneficios. ¿Rogamos por tener trabajo y cuando lo conseguimos, no lo cuidamos por falta de disciplina?

Si lo hacemos nosotros entonces no lo vemos como que está mal, pero cuando nos lo hacen, allí reaccionamos enojados asumiendo la actitud del padre que se irrita porque su hijo intenta faltar al colegio por todos los medios y que se olvida que cuando él era niño, hacía lo mismo. Eso es justamente falta de disciplina.

Resumiento entonces, no basta con ser capaces, inteligentes y cumplidores sino que esas virtudes es necesario sostenerlas en el tiempo, es decir que nuestro cumplimiento tenga una disciplina coherente y asumamos como normal que no es suficiente con que por hoy hayamos sido el que más trabajó en la empresa. La vida no se lleva adelante con solo un acto de heroísmo sino con la callada continuidad de nuestro esfuerzo permanente.

Por otra parte, no contemplamos que hay alguien a quien no le podemos mentir y convencerlo de que somos genios especiales y que por eso merecemos todo el reconocimiento de la vida. Ese alguien, siempre está presente, tanto cuando cumplimos como cuando no lo hacemos; ese alguien lleva el registro de nuestras asistencias pero también de nuestras faltas: va con nosotros a todos lados, y se trata de nuestro inconsciente, nuestro “otro yo”.

El inconsciente de cada persona está presente y atento en todo momento y a él no se lo puede engañar. Él se acostumbra a que sea normal que no ponemos continuidad en nuestras tareas y por lo tanto no se preocupa cuando no tenemos continuidad en nuestros ingresos y nos falta para comer, porque entre ambas situaciones hay una relación coherente. Es como que nuestro inconsciente se dice “a él le gusta hacerlo de ese modo” y no podemos pedirle asistencia continua cuando nosotros mismos no la ofrecemos.

Muchas personas creen que serán impunes a sus fallas porque nadie los vio cometer esa falta, pero se olvidan que comportándose equivocadamente establecen como norma una estrategia de conducta de la cual terminarán siendo víctimas, más tarde o más temprano.

Así como no tiene fuerza moral de padre exigirle a su hijo que cumpla con sus horarios de escuela mientras el niño está viendo que el padre no cumple con sus horarios de trabajo, tampoco la persona puede pedirle a su parte inconsciente que se haga cargo y lo ayude cuando por otra parte le está mostrando que permanentemente mantiene la conducta de estar en falta con sus obligaciones.

Recuerdo un dicho de mis padres que escuchaba todo el tiempo en mi infancia; “Confíate en el santo y no le reces, entonces verás”. En ese entonces yo creía que era sólo cuestión de andar todo el tiempo con una estampita religiosa en mi bolsillo, colgarme una cruz al cuello, y no olvidarme de rezar el Padrenuestro cuando me iba a dormir.

Más tarde descubrí que a pesar de ello, las cosas que yo quería obtener no caían del cielo y no sucedían por milagro sino que tenía que poner mi esfuerzo, mi compromiso, cumplirlo y mantenerlo firme en el tiempo si es que quería obtener los resultados deseados.

Es decir, en otras palabras, que por fortuna el tener que pasar por situaciones de negación tuvo el mágico resultado de aprender que los beneficios en la vida no son nada más ni nada menos que los frutos del cumplimiento sostenido en el tiempo, es decir, de la tan menospreciada disciplina.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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