LOS ERRORES QUE MÁS COMETEN LAS PAREJAS

Cuando dos personas se involucran sentimentalmente, no es por casualidad, sino que algo los atrae mutuamente a esa relación. Lo que ambos no perciben es que la razón de que se han encontrado no es exclusivamente para ser felices, sino para obtener un aprendizaje.

Esto no implica que muchas veces no puedan ser felices uno con el otro, mientras hacen su aprendizaje; las Regresiones Terapéuticas y las Lecturas de Registros Akáshicos confirman que en vidas anteriores dejaron algo sin resolver entre ellos o bien, que por haber sido cercanos, en el plano astral ambos han concertado por amor, ser quien ayude al otro a crecer, o a veces, ayudar al otro en situaciones difíciles.

Tener esto en cuenta nos dice que no deberíamos tener resentimientos con aquellos/aquellas con quienes hemos tenido algún tipo de relación y la relación se ha terminado, de una forma o de otra. Tal vez nuestros peores enemigos terminen siendo con el tiempo, quienes más nos ayudaron a crecer y a entender cómo funciona la vida.

Concentrándonos ahora en este plano, si bien las parejas suelen ser de distintos sexos, puede haber atracción física entre ellos cuando son del mismo sexo. En este caso muchas relaciones hoy se establecen entre dos seres del mismo sexo siendo normalmente muy compatibles y la razón de esto es debido a que el entendimiento entre ellos es más sencilo, porque hablan en el mismo idioma y entonces se presentan menos situaciones de desacuerdo a resolver.

En el caso de que se trate de un hombre y una mujer, allí nos encontramos con dos personas que se aman pero eso no es elemento suficiente para comprenderse mutuamente, porque existe el impedimento de que ambos hablan idiomas distintos. Si no están demasiado involucrados o bien, si sus necesidades son sencillas, la relación se vuelve más fácil y estable; el verdadero problema comienza cuando una de las personas o bien, ambas, ponen mucho de su sensibilidad y además, cierta exigencia en la relación.

Por ejemplo, lo más natural es que la mujer necesita saberse amada y que ese amor esté a la vista todos los días, ya que ella no dará nada por sentado, porque más que mental ella es emocional. El hombre, en cambio, no apreciará tanto el amor ideal como el reconocimiento y los momentos de paz; nada hay que sea más destructivo en una relación, para un hombre, que comprobar que la otra parte, su pareja, no lo valore, no lo respete o no confíe en él. Esa falta de reconocimiento y de confianza es indicativa para él de que no está compartiendo su vida con la persona correcta.

Él siempre buscará ese reconocimiento porque lo necesita para apoyar su propio concepto como hombre, y si no lo encuentra en casa, lo apreciará cuando lo encuentra afuera. Es muy común que el hombre encuentre su pareja o su amante en una compañera de trabajo o en su secretaria, si es que tiene una. ¿Por qué?

Porque esta otra mujer le ofrecerá un reconocimiento que la propia pareja, probablemente no será capaz de igualar ya que sus ámbitos de relación son distintos. La esposa no puede verlo y apreciarlo en sus luchas diarias y difícilmente se enterará ni comprenderá cuánto significan estos pequeños triunfos para el hombre que necesita reforzar diariamente su autoestima.

La mujer, por su lado, también buscará reforzar su autoestima, pero a través del convencimiento de que su hombre la comprende y ella necesita que él se lo demuestre con frecuencia. Esto representa una parte frágil de la mujer que la vuelve víctima del seductor, porque éste ha aprendido a hablar un idioma que a ella le encanta escuchar, aunque a veces dude de que sea cierto. Ésta característica del seductor no puede mantenerse constante porque tal idioma no forma parte de su naturaleza, lo que con el tiempo será notado por la seducida.

Cuando cierta vez yo he preguntado a una mujer casada qué le atraía de un compañero de trabajo que no demostraba ser alguien especial tanto físicamente como intelectualmente, y que no era precisamente un triunfador, ella respondió que a pesar de también ser él casado, ella se entregaba porque según ella, “él se da cuenta cuando yo estoy deprimida y se acerca a ayudarme”. Tampoco esta mujer mostraba tener respeto ni por sí misma ni por la situación matrimonial, pero dejemos ese aspecto de lado porque no hace al caso juzgar su conducta.

Probablemente en las ocasiones en que el marido intente escucharla, no podrá evitar hacerlo con cierta resignación y no con demasiado interés porque él piensa que ella todos los días tiene un problema distinto, siendo que el “problema” resulta ser siempre el mismo: ella necesita saberse comprendida, escuchada y amada.

Como ellas suelen ser muy perceptivas, su mujer se dará cuenta de que él no tiene un interés real, que no muestra atención ni se involucra en sus temas; que la escucha haciendo un esfuerzo, y que por lo tanto, no le importa demasiado ni toma en serio los temas que su mujer le plantea. Allí ella se sentirá decepcionada, y estando acompañada, se sentirá sola. Él probablemente comentará: “Si le hago caso de todo lo que me cuenta, me vuelvo loco”.

Por otro lado, hay un detalle importante que la mayoría de la gente no sabe, y es que la voz femenina contiene matices de sonido que si son continuamente repetidos, producen cierta irritación, fastidio y rechazo en el oído masculino, y más aún cuando la mujer se desequilibra elevando el tono agudo de su voz; y por eso no se dan cuenta que la mejor manera de alejar al hombre es someterlo a un extenso parloteo del cual él buscará liberarse a toda costa, pues aunque ella le guste y la ame, llegará un momento en que le resultará imposible soportarla.

Él tampoco probablemente sabe de esta característica demostrada científicamente, pero lo experimenta como disgusto y simplemente (porque los hombres somos más simples) comentará fastidiado que su mujer “no para de hablar” siendo que no es la cantidad de palabras sino la respuesta de su oído masculino a las vibraciones de la voz femenina.

Esto explica el porqué entre hombres (o entre mujeres) pueden pasar horas enteras hablando mientras que no suele suceder lo mismo entre un hombre y una mujer.

Entonces él, fastidiado y buscando acortar el tema, terminará diciendo que sí, para resolver lo más rápido que se pueda, o tal vez, al no poder contenerse, se levantará de la silla y dando un portazo, se alejará de la situación que a esta altura ya le resulta sumamente molesta.

¿Qué entenderá en esos casos la mujer? Que él no la ama porque no la entiende, y para ella esto es fundamental.

En ocasiones, él hará su mejor esfuerzo, e intentará acercarse a hablarle de forma de ofrecerle soluciones y así tranquilizarla y terminar de una vez con la situación, lo que para ella será una clara evidencia de que él no toma real conciencia de lo que ella está sintiendo.

Otras veces, él se cansa y acusa a la mujer de llenarle la cabeza de problemas, que él considera menores o bien, fácilmente solucionables, siendo que él ya ha resuelto SUS problemas en el horario de su trabajo y viene a casa a descansar y no a escuchar quejas, lamentos o reclamos de algo que para él es tan sencillo de solucionar, pero que nota que su mujer se resiste a hacerlo de la manera que él le propone. Entonces, él concluye que ella sólo pretende generar situaciones confictivas y termina por desestimar cualquier forma de llegar a un acuerdo, encendiendo el televisor y refugiándose en lo que muestra la pantalla.

En ocasiones yo le he propuesto a alguna consultante mujer algunas técnicas para llevar mejor su pareja, pero ella ha reaccionado respondiendo: “Yo no voy a cambiar, que cambie él su forma de tratarme”. Lógica respuesta, dado que yo le estaba ofreciendo “soluciones masculinas” a sus problemas femeninos, soluciones que darían excelente resultado justamente porque el hombre las reconocería como positivas para un acuerdo, pero que no dejan de ser “al modo masculino” y se contraponen al “modo femenino” en que ella intentaba resolver la cuestión. De paso, cabe decir que en este caso mencionado aún hoy siguen sin resolverse y los desencuentros son cada vez mayores, así como el alejamiento entre ellos. Hay amor, pero no hay entendimiento.

Probablemente cuando el hombre descubre que se están produciendo ciertos problemas, que siempre suele ser más tarde que temprano, él le dirá que intenta ayudarla, que la resolución es sencilla, que no debe estar tan preocupada y entonces ella entenderá que se la quiere sacar de encima para estar tranquilo. He escuchado decir a los hombres:

“Me llena la cabeza con sus reclamos y sus problemas, pero cuando me ocupo de ella e intento que comprenda cómo solucionarlos, ella se altera en lugar de aceptar ayuda, y entonces, me veo obligado a escapar y salir a cualquier lado aunque no tenga que hacerlo; debo huir de mi propia casa siendo que llego a ella en busca de tranquilidad”.

A su vez, ella reclamará: “Él no me escucha y no me ayuda, no me acompaña, se va y me siento sola y abandonada”. Esto es justo lo que busca el buitre, o para decirlo menos literal, el “seductor”, aquél que se toma su tiempo en escucharla y hacerle creer que ella es el centro de su atención.

Esto suele resultar muy atractivo para ella, que notará enseguida que “este hombre es especial” y si está casada o en pareja, el asunto puede terminar en un triángulo, porque ella piensa “este hombre sí merece que le dé lo mejor de mí, porque me escucha”.

Hasta que el “seductor” se canse y se interese por otra, porque su real interés es la variedad, no justamente hacerse cargo de la “ropa sucia” de esa mujer de la cual ya ha obtenido lo que deseaba, que ni siquiera consistía en el encuentro sexual, sino que era justamente lo necesario para seguir sintiendo que su autoestima crece a medida que crecen sus conquistas. Una “marca más en la empuñadura de su revólver” que lo hace sentirse más hombre que el resto, siendo que en realidad, él está conciente de su inferioridad emocional.

Pobre infeliz, el buitre seductor, porque necesita de cautivar mujeres para sentirse hombre, pero a su vez, ninguna lo satisface realmente ni tampoco ninguna le importa lo suficiente como para quedarse con ella. Él necesita una nueva conquista, continuamente, a fin de reafirmar su endeble concepto de sí mismo, pero el tiempo le juega una mala pasada, porque a medida que pasan los años, ya no se siente tan hombre como antes y se van distanciando sus conquistas, y consecuentemente su autoestima personal.

Mientras tanto, el hombre normal, aquél que busca su pareja estable, le abre sin saberlo la puerta al tercero porque hace que su mujer se sienta sola, equivocada y sin el apoyo que ella busca en él, con toda legitimidad. Ella no se sentirá tranquila y eso la lleva a no confiar en su hombre; por otro lado, su hombre siente que ella no confía en él y por lo tanto, él no encuentra el reconocimiento y la confianza que busca obtener de ella, y esto genera un circulo vicioso que de continuar así, al tiempo terminará en separación, muchas veces traumática, porque aún existe el amor.

Aún cuando todavía hay amor, no se dan las condiciones de encuentro debido a la mutua incomprensión, y esto termina con la relación; peor aún, el hecho de que todavía a uno le importe el otro puede llevarlos a una nueva relación disfuncional en la que el amor termina convirtiéndose en celos y en odio, o sea que todo ha pasado porque ambos hablan en idiomas diferentes que no permiten que ellos comprendan lo que sucede.

Cada uno de ellos cree que lo que hace es lo mejor para el otro, sin comprender las necesidades reales del otro; ésto justamente es la razón de los errores que más cometen las parejas.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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