¿ERES CAPAZ DE CONTROLAR TU ODIO O ES TU ODIO QUIEN TE CONTROLA?

Buscar una reflexión sobre “el odio”, puede parecer un “tema odioso”, pero el resultado puede llegar a ser muy productivo y sanador. Como definición podríamos tomar (Wikipedia):

“Odio: aversión o repugnancia violenta hacia una cosa que provoca su rechazo”.

En este caso, “aversión o repugnancia violenta… rechazo” es un sentimiento natural que puede surgir en nosotros ante algo que nos desagrada, que puede parecer inocua pero que deberíamos saber manejarla apropiadamente para que no nos haga daño. Notemos que incluye la palabra “violenta”, y es importante notar que la violencia es disfuncional para ambas partes en conflicto.

En otras situaciones, es posible que sintamos algo parecido pero no igual, como sería por ejemplo “la indignación debido a…” y la necesidad de apartarnos de ello. La indignación en su forma más pura, aunque es una emoción primaria muchas veces irreprimible y aparentemente inocua, también deberíamos trabajarla para que no nos sea disfuncional. Otra manera de definirlo, según Wikipedia, sería:

“Sentimiento profundo e intenso de repulsión hacia alguien, que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia”.

En este caso de “deseo de producir daño a otra persona”, ya no es simplemente indignación, ni odio, sino que es algo más grave, que debería ser motivo de introspección para la persona que lo siente y que está marcando una intención agresiva que motiva un serio cuestionamiento sobre su naturaleza.

Si se genera una reacción “violenta, desagradable y destructiva”, hacia aquello que la persona considera como “violento, desagradable y destructivo” entonces hay una situación malsana para ambas partes. La segunda persona se está “enganchando” en el tren de la primera.

En realidad, hay muchos elementos que se pueden presentar: “Rechazo, aversión, indignación, celos, envidia, deseo de venganza…”. Cada una de estas emociones desatadas, tiene su representación en un arquetipo del Tarot, y en él se grafica inequívocamente.

Llama la atención que sea en el Tarot, siendo ésta una sabiduría milenaria que se desprende como descendiente de culturas superiores y anteriores al ser humano actual… ¿Existía ya entonces esta emoción agresiva desde antes del hombre de esta civilización actual, y estaba siendo contemplada por inteligencias superiores?

Si observamos que forma parte de los arquetipos del Tarot, entonces coincidamos en que estamos con el agua hasta el cuello, porque esto indica indiscutiblemente que ya era parte constitutiva e inherente al ser humano desde que fue sembrado sobre la Tierra (recordemos el caso Caín/Abel), y eso no habla bien de nuestra especie.

Las personas somos seres humanos… pero a veces no tan humanos, sobre todo cuando tratamos a los animales o a otras personas. En cambio, los animales no actúan por odio, sino por instintos; ¿El estar ubicados por sobre ellos en la escala evolutiva puede volvernos aún más irracionales? ¿Nuestra inteligencia nos vuelve más evolucionados, o bien, nos torna más perversos?

Yendo más profundamente dentro lo que llamamos simplemente “odio”, llegaremos finalmente a la conclusión de que se trata sólo de una expresión derivada de la incomprensión. Esa incomprensión nace del desconocimiento de cómo funcionan las Leyes Naturales, no escritas en ningún código ni manual rápido al alcance del usuario.

Tanto rechazar como evitar y apartarse, son decisiones legítimas; pero no es legítimo ni sano, sentir odio. Observemos que el odio no es obligatoriamente necesario como parte del mecanismo de supervivencia; esto, entonces, lo desvincula absolutamente de lo natural, por lo tanto, lo separa del amor, y si el amor es Luz, entonces el Odio es Oscuridad.

Y en efecto, los seres más capaces de expresar abiertamente el odio son justamente las tribus Elementales más oscuras de los cuatro Reinos de la Creación (Aire, Tierra, Agua y Fuego) en su expresión Sutil: Sutil Aire, Sutil Tierra, Sutil Agua y Sutil Fuego.

Estamos hablando de aquellas tribus cuyos componentes rechazan de plano colaborar con los Objetivos de la Luz, tales como Gnomos Amorfos, Larvas, Trolls del Agua, Gnomos Marítimos, Kobolds (espontáneos o forzados), Brujas, Trasgos, Orcos, Parcas, Salamandras, Íncubis, Basiliscos, Lamias, Hombres Gnomizados, Sirenas y otra enorme cantidad de criaturas pertenecientes a los 4 Elementos en su manifestación Sutil.

Así como existen seres que viven en el amor, incapaces de concebir lo que es el odio porque es incompatible con su Naturaleza, estos seres nefastos recién nombrados hacen del odio su naturaleza de existencia y parecen alimentarse de él y de las emociones humanas que despierta.

En toda la Creación hay tanto seres incapaces de odiar, declarados abiertamente en favor de la Luz como seres incapaces de amar, declarados abiertamente a favor de la Oscuridad. La actitud menos peligrosa en estos últimos, en este caso, es la indiferencia, la no agresión.

Los Ángeles no tienen albedrío, su felicidad está centrada en su Servicio. Los seres humanos sí tenemos albedrío, pero… ¿Entonces, es que somos parte ángeles y parte demonios?

En esencia, en toda criatura, el Odio se encuentra instalado como potencial destructivo, y en las personas proviene de una reacción, conciente o inconsciente, y no se despierta porque sí. Pero la diferencia está en que el ser humano posee libre albedrío, puede elegir tanto amar como odiar. Eso le asigna una gran responsabilidad: saber elegir correctamente.

Si vamos al caso, nadie odia al Sr. XZKHFQ, que vive en JHTYXW, a quien nunca ha conocido ni tampoco sabe lo más mínimo sobre su existencia o sobre su accionar. Para odiarlo debe tener alguna referencia o asociarlo con algo ya conocido, que ya esté identificado en sí como motivo de rechazo, y detestado profundamente. Otras veces, las personas manifiestan odios raciales, rechazando a otras personas solamente porque son distintas de ellas, porque pertenecen a otra raza, a otra religión, etc.

Por eso, entonces, cuando alguien siente odio por otro alguien, aunque no lo conozca personalmente, es porque lo ha calificado dentro de un grupo de situaciones conocidas que no acepta y que rechaza abiertamente. Lo categoriza dentro de un grupo nefasto.

Sería, por ejemplo, la reacción adversa de la sociedad ante el caso de un violador, de un asesino de niños, de un ladrón, de un político corrupto, de un aprovechador que provoca el sufrimiento de otras personas inocentes, de alguien que impone sus intereses por encima de toda razón, derecho y compasión.

Entonces, una persona que es odiada, ha producido en otro ser algún tipo de rechazo muy violento y es inevitable entonces que esta persona se sienta con necesidad y derecho a juzgarlo, y más aún, a condenarlo públicamente, siendo que bastaría con rechazarlo de plano, pero apartándose emocionalmente de la situación a fin de no perder la objetividad.

En resumen, el Odio es una reacción adversa a algo que no podemos soportar, y que su sola imagen o mención sentimos que nos violenta, que nos agrede impunemente aunque no lo haga, y que por eso, reaccionamos. Pero cuidado, porque en esta cuestión del Odio humano hay DOS responsables…

Uno, es aquel que ha generado ese odio a través de algo que se considera que es, que ha hecho o que debería haber hecho pero no ha querido hacer; y por otra parte, la persona que ha reaccionado ante esa situación, y no de manera tolerante ni comprensiva, sino con una abierta y declarada oposición que contiene cierta violencia enmascarada, reconocida o no.

Sería más provechoso accionar no sobre el sujeto odiado, sino sobre nuestra forma de reaccionar ante esa violencia interna que se desata en nosotros. Lógicamente diremos que… “él o ella, se hace odiar”, pero no somos concientes de que el odio está generado dentro de nosotros, por nosotros mismos.

¿Nos habilitan estos hechos malsanos a odiar a cualquier persona o situación que sintamos que lo justifica? ¿Odiamos al Demonio porque tanto él odia como es odioso por naturaleza? ¿No será que así nos convertimos también en demonios al involucrarnos en esa situación?

¿No será que justamente ése, es el triunfo oscuro que busca la Oscuridad, que nos pongamos la misma camiseta del odio y nos pasemos al bando de los que odian en lugar de mantenernos en el bando de los que aman?

Seguramente eliminar del planeta a todo lo que nos resulta “odioso” no solucionará el problema; si pudiéramos hacer eso… ¿acaso esto haría que en nosotros desapareciera la capacidad de odiar? ¿Eso nos volvería unos inocentes angelitos?

No me parece que esto sea posible. Los elementos que nos generan esa disposición a odiar están colocados justamente a fin de que moderemos nuestra emocionalidad y nos demos cuenta de que no nos sirve para nada odiar. Y que si nuestra verdadera intención es evolucionar, debemos trabajar ese odio, hasta que ya no se produzca en nosotros esa tendencia a odiar y se transforme en comprensión.

Es conocido el hecho que la energía no desaparece sino que se transforma en otra cosa. Por eso es más productivo CONVERTIR una emoción que tratar de ELIMINARLA; reemplazarla por otra cosa que ocupe su lugar, volverla FUNCIONAL en lugar de dejar que siga existiendo como DISFUNCIONAL. El odio es disfuncional, la comprensión es funcional.

¿No será que a la vez, puede que estemos odiando a quien nos produce odio, pero también nos estamos odiando inconscientemente a nosotros mismos por no ser capaces de controlar ese odio que nos invade, que ha de producirnos una sensación desagradable si somos personas sanas?

Muchas veces podemos escuchar que alguien dice: “Odio ver que…”, “odio que me hagan…”, “odio pensar en…”. si YO odio, TÚ odias, ÉL odia, NOSOTROS odiamos… ¿No parecería que en este mundo material TODOS ODIAMOS a algo, de algún modo?

También podemos indignarnos ante tal o cual hecho, y es bueno que tengamos esa capacidad de distinguir porque está mostrando que somos capaces de diferenciar lo correcto, de lo que no lo es, y concretar la debida separación. Los “tonos grises” no están contemplados en el Cielo, pero son calurosamente bienvenidos en el Infierno.

Sin embargo, no es tan bueno que eso desate nuestros propios demonios internos, y nos lleve a odiar. Hay una gran diferencia entre indignarse y odiar; nada nos habilita a esto último.

Por ejemplo, el intestino, nuestro propio intestino, discrimina, selecciona e incorpora lo que es bueno para nuestro organismo y rechaza lo que no lo es. Y sin embargo, eso no nos produce ninguna clase de odio mientras este proceso se realiza cotidianamente, de manera constante e inconscientemente.

¿Odiamos a nuestros desechos orgánicos? No, simplemente nos sentimos satisfechos de habernos librado de ellos. Y nada más. No nos involucramos emocionalmente con ellos.

No miramos a nuestros desechos orgánicos con odio, sino con indiferencia, pero sí nos repugnaría la idea de tener que volver a ingerirlos, por ejemplo. Pero ello no trae Odio implicado, solamente rechazo. Rechazo pasivo, sin intervención de ninguna movilización emocional. Ésa es la actitud correcta; tan sencilla y tan sana como eso.

A veces, pensamos (y otras, decimos): “Fulanito es una m…ateria fecal, Sutanita es una m…” ¿Y entonces por qué nos involucramos emocionalmente con esa m… ajena siendo que no nos involucramos con nuestra propia m…?

A todo esto, hace algún tiempo, mientras paseaba por el bosque a orillas del hermoso Lago Puelo, en la cordillera argentina al límite con Chile, descubrí con desagrado una gran cantidad de deposiciones dispersadas por doquier entre los árboles, con sus correspondientes trozos de papel higiénico incluido.

Por supuesto, la situación me desprendió bruscamente del ensueño que me inspiraba la naturaleza de la montaña y sentí un inmediato rechazo y culpé de ello a la inconsciencia de la gente, a la vez que intentaba contener el desagrado mientras trataba de no pisar en los lugares “marcados”.

Me sentía parte de la Naturaleza y me indignó ese trato, y reconozco que odié con mucho asco en ese momento a los que habían ensuciado de esa forma lo que yo consideraba un paraíso sagrado.

Sin embargo, suelo aprovechar estas situaciones para intentar comprender las razones del comportamiento humano, y en forma figurada, para entenderlo mejor, me ubiqué mentalmente en la necesidad urgente de evacuar…

¡Y entonces descubrí que el baño más cercano se encontraba a unos 500 metros del lugar!… ¿Tener que recorrer cinco cuadras a pie hacia el pueblo en plena necesidad intestinal, sin tener siquiera la certeza de si ese baño estaba habilitado o no?

Sabiendo perfectamente que es un lugar turístico muy concurrido por los amantes de la Naturaleza, y además dado que los habitantes locales viven de ese turismo, los responsables (¿Responsables?) no habían dispuesto los baños químicos correspondientes en los lugares adecuados, pero bien que se encargaban de cobrar la entrada al Parque Nacional.

Como es costumbre en nuestra querida Argentina: requerir, pero no cumplir. Después me enteré de boca de uno de los empleados del Parque Nacional, que cuando la Nación no les enviaba los tickets impresos numerados para cobrar la entrada, fotocopiaban los mismos y volvían a cobrar una y otra vez con los mismos números.

Entonces allí me di cuenta que en realidad, el mal olor provenía de otro lado, no tanto de los visitantes con urgencias intestinales.

Bien, la clase de desecho de la que estoy hablando hasta aquí (compréndase bien), es la misma, la acción es la misma, pero sin embargo al sentirnos indignados, podemos llegar a pensar: “odio que hagan estas cosas en un lugar público, en un bosque maravilloso que nos pertenece a todos”.

Tal vez solamente deberíamos pensar: “Qué lástima que la gente haga estas cosas aquí y que las autoridades del Parque Nacional del Lago Puelo no cumplan con su obligación de proveer los necesarios baños químicos a los visitantes que han abonado su entrada para disfrutar de un servicio, o al menos se disponga la recolección de los residuos”.

Y en todo caso, hacer la correspondiente queja, como tantas hice allí, pero la respuesta siempre fue: “No tenemos presupuesto”, siendo que cobraban la entrada y al anochecer había que salir.

Deberíamos sentir “vergüenza ajena” ante estos hechos, pero nunca odio. El odio no nos beneficia, ni tampoco trae resultados favorables, que es lo realmente interesa.

Al reaccionar e interponer una emoción negativa y disfuncional no perjudicamos al individuo autor del hecho, sino que eso nos perjudica a nosotros mismos, porque afecta nuestro sistema nervioso y el endocrino, y nos invade de sustancias tóxicas que no necesitamos.

Esa emoción, odiar, como todas las emociones, tiene un efecto sobre nuestro campo áurico (los animales pueden verlo) y al cabo de un tiempo de acumularse, pasa a actuar sobre nuestro cuerpo físico, sobre el sistema glandular, llevándonos hacia el desequilibrio, y más tarde, a la enfermedad en nuestras articulaciones.

¿Odias a las arañas, a las cucarachas? ¿Y por qué las odias, y no solamente las evitas, las expulsas o las rechazas? Hay una gran diferencia; en el primer caso no sólo estás sintiendo rechazo (que puede ser provocado por el miedo) sino que evocas una emoción conocida: el odio, más, cuando han invadido tu casa…

Quieres eliminarlas de inmediato, de cualquier forma, para que no te causen horror, o daño a tus cercanos. Pero generalmente no te harán más daño que el verdadero daño que estás cometiendo sobre tu propia persona, al temerles o reaccionar con odio hacia ellas.

¿Has tenido alguna vez la necesidad de pasar la noche durmiendo en un lugar invadido por cientos de arañas? Pues yo sí (durmiendo… es un decir) y eso, al encontrarme vivo y sano por la mañana, me hizo aprender a controlar mi aversión por tales bichos. Todo sirve cuando uno está dispuesto a aprender.

Me curó de espanto, como se decía en mi juventud. Aunque tal vez me hubiera matado de un infarto si me despertaba con arañas sobre mi cara y mi cuerpo…

¿Y por qué entonces muchas veces uno siente Odio por una persona, en lugar de evitarla y protegerse de ella? ¿Por qué se involucra en un sentimiento negativo hacia esa persona? Al hacerlo, uno SE ACERCA a ella en lugar de alejarse.

¿Te acercarías a la araña, a la cucaracha, al ratón, a la materia fecal que tanto te horrorizan? Debes pensar esto y reflexionarlo aunque sea por un momento. Es mucho mejor no sentir ODIO, porque eso te vincula de alguna manera con lo que odias, y más grave aún, TE HACE PARTE de todo aquello que odias y desprecias, y que consideras que es malvado. Y eso no es bueno para tu persona.

Por ejemplo, el hecho de constituirse en plena convicción, en un activista ANTI-violencia que pretende combatir la violencia, ya lo involucra a uno con la violencia, ya lo identifica y en cierta forma, genera un sentimiento de violencia PROPIA cuando presencia esa violencia AJENA. ¿En qué se diferencia, si uno está inmerso en el mismo pozo ciego?

La solución es sencilla, pero nadie dijo que fuera fácil: NO INVOLUCRARSE, no formar parte de ello, no constituirse en juez, jurado, carcelero y verdugo. Eso no hace bien. Tampoco le hace bien a nadie.

Uno tiene todo el derecho de señalar y denunciar lo que sea injusto, dañoso, perverso, malintencionado… y si quiere, también a odiarlo, pero hay que considerar que no es así como le conviene. Uno puede defender la verdad, la justicia, lo correcto… pero sin necesidad de involucrarse.

No es para nada necesario ODIAR. No conduce a nada sano, no trae ningún beneficio, al contrario.

Porque así como uno puede convertirse en parte de lo que ama, también puede convertirse en parte de eso que tanto odia. ¿Sentirás amor por tí mismo o sentirás algo ingrato cuando te rebajes a involucrarte con esa otra cosa tan despreciable?

¿Puedes controlarlo? ¿Puedes permanecer indiferente, como simple observador, dueño de ti mismo, o “te saca de las casillas”? Ésa es responsabilidad de cada uno, y una cuestión que ése cada uno, debería reflexionar. Y por su propio bien, tomar la actitud apropiada hacia ello.

Bendiciones. Leo

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