¿PODEMOS CONDENAR LOS DEFECTOS EN LA CONDUCTA HUMANA?

Una vez, hace algún tiempo, durante una lectura de Registros Akáshicos hice un pedido especial a mis guías Espirituales para que me señalaran todos mis defectos, a fin de tener más claro sobre qué trabajar en mí. Lejos de indicarlos (porque yo sé que como todo mortal, es inevitable que yo los tenga) me respondieron:

−̶ No hay defectos, el Cristal está intacto porque es una porción de Luz.

Sí, claro, se estaban escapando por la tangente refiriéndose a mi porción de Luz, como la de cualquier otro ser humano. Pero también, me estaban enseñando que mirado desde el otro lado del Velo no hay defectos, porque todo es aceptado como UNA decisión personal en el sentido que la persona tiene que tener su propio albedrío para elegir su camino.

Esto es así a fin de acometer situaciones de distintas maneras como para que se obtengan todas las respuestas posibles que enriquezcan al Conjunto de almas en evolución.

De esa forma, se experimentan todas las posibilidades de aprendizaje a través de todas las personas del mundo, entonces, la decisión de cada una, sea como sea, debe ser respetada porque brinda un camino distinto que es sumamennte apreciado en la Memoria Akáshica para la evolución del ser humano.

Pero desde este lado bien sabemos que los defectos existen. Por eso podría decir, que conozco a personas CASI perfectas, y digo CASI perfectas porque tienen UN SOLO defecto: creer que no tienen defectos (ironía).

Entonces, repetidamente me pregunto… ¿Cómo hacer para encontrar mis propios defectos? ¿Cómo reconocerlos? ¿Cómo darme cuenta de esos vicios de conducta?

Cuando presentamos la misma actitud insistentemente hacia las cosas que suceden en nuestra vida (posición que hemos asumido guiados por las creencias, los prejuicios, los miedos, las tradiciones) resulta normal que repitamos esa conducta inconcientemente, porque la asimilamos como la mejor receta y no nos damos cuenta de que podríamos asumir otra actitud distinta, más conveniente, o más positiva.

Y si esa actitud está equivocada, solos, POR NOSOTROS MISMOS, muy difícilmente llegaremos a darnos cuenta de ello. Y eso implica no poder crecer, porque eso no nos deja salir del pantano.

También puede que se nos ponga muy cómodo no cuestionarnos ninguna de nuestras actitudes, y entonces, esa actitud repetida se convierte en nuestra respuesta condicionada, nuestra costumbre, nuestra forma natural de confrontar a la vida y lamentablemente, casi, en nuestra forma de ser.

Por eso se me ocurre que es muy difícil por nuestra propia cuenta tomar conciencia de nuestros propios defectos. Si acaso notamos concientemente que tenemos alguno, bueno, pues, sería hora de ponernos a trabajar e intentar corregirlo cuanto antes.

Pero… ¿Y si no nos damos cuenta? ¿Y si no comprendemos que tenemos tal o cual defecto? ¿Y si para nosotros es absolutamente natural comportarnos de esa forma?

De allí lo importante que es la presencia del otro ser humano, el que nos presenta situaciones que a simple vista identificaremos como conflictos pero que en realidad nos está beneficiando ofreciéndonos la posibilidad de reconsiderar nuestra conducta, y mejorar al tomar otra actitud ante la vida, lo que no es fácil porque hay que enfrentar a dos enemigos considerables: el miedo y la pereza.

El miedo nos paraliza porque pensamos que tal vez de esta otra forma, los resultados pueden ser peores, y eso nos detiene… ¿Para qué arriesgarnos si de la vieja forma las cosas no están del todo bien, pero en definitiva, no están tan mal?

La pereza está basada en una deformación del instinto de supervivencia que nos indica ahorrar energías que consideremos como necesarias en lugar de emplearlas en algo que creemos innecesario, porque puede que después las necesitemos. Pero en realidad es una negación al esfuerzo por falta de responsabilidad, en este caso, con nosotros mismos.

La pereza es considerada como un pecado por la religión cristinana porque supone que el ser humano no se hace cargo de su propia existencia, no asume sus obligaciones y sólo se entrega a aquello que le otorga placer.

El otro ser humano que en algún momento se nos opone, nos enfrenta entonces a tener que tomar las riendas de nuestra existencia, salir de nuestro miedo y de nuestra pereza, reaccionar y asumir una posición activa, en cuyo caso tenemos dos opciones.

Una, reaccionar con enojo contra esa otra persona que nos obliga a salir de nuestra zona de confort (que suele ser lo más común) y la otra, (la menos frecuente) llamarnos a la reflexión sobre observar nuestra actitud y estudiar qué podemos modificar buscando la excelencia en nuestra conducta.

Por eso me he acostumbrado a decir, en el Día del Amigo, que voy a ir a saludar a todos aquellos que “me perjudicaron” (y que identifiqué en una primera instancia como enemigos) en el pasado y que gracias a ellos, hoy estoy mucho mejor y más crecido y conciente, que lo que estaba en ese momento. Porque, después de todo, quien te ayuda no es tu enemigo…

A este respecto, muchas veces nos encontramos cara a cara con quien nos enfrenta a una situación que nos disgusta; bien, en lugar de enojarnos con esa persona, deberíamos escucharla con atención y preguntarnos: “¿Qué me viene a señalar?” o también “¿Qué debo aprender yo de todo esto?”

Eso no significa que dejemos que todo el mundo se aproveche de nosotros, hay una línea de respeto que debemos mantener y hacer que se mantenga. Pero de cada hecho cotidiano tenemos que asumir dos responsabilidades: no pasarlo por alto (para que no se repita más tarde, potenciado) y agradecerlo, porque nos lleva a crecer.

Obtengo algo de ventaja al tener cierta cantidad de años sobre este suelo, y es haber comprobado que con el tiempo, aquella vieja situación conflictiva trajo como resultado una nueva situación en el hoy, mejor que la anterior, y además, la comprensión de algo que no conocía antes de ese momento.

La postura más productiva en este aspecto, pienso que es vigilarse a sí mismo, y a la vez, observar a los demás, pero no con espíritu de crítica hacia ellos, sino para ver qué cosas de ellos nos resultan llamativas o nos molestan; qué cosa es lo que no nos agrada, o qué nos afecta, y reflexionar si eso tiene algo que ver con nosotros mismos.

Los demás, bueno, pues tienen el albedrío de comportarse como quieran (luego deberán asumir sus consecuencias y también obtener su parte del aprendizaje) y no debería importarme, en tanto eso no me haga daño personalmente.

Sin embargo, por ejemplo, el mal comportamiento de los ciudadanos de un país (aunque sea sólo de un grupo) trae un Karma Colectivo, que nos afecta a todos por el sólo hecho de vivir en ese tal país, independientemente de nuestra conducta personal, porque formamos un colectivo.

De todas formas, la persecución de la excelencia es un trabajo personal, o sea, nuestra propia responsabilidad, descubrir en qué estamos participando; por ejemplo, ¿estamos permitiendo o dando la espalda a un problema social, sin involucrarnos y sin tener en cuenta la situación de ese grupo? ¿Podemos darnos el lujo de mirar para otro lado y dejar de participar, eludiendo el aprendizaje que la situación conlleva?

¿Es mejor que no nos involucremos, ni a favor ni en contra, de esas circunstancias? ¿O como integrantes de un sistema colectivo es nuestra responsabilidad contribuir con lo mejor que tengamos hacia construir un mundo mejor? Porque inevitablemente, sufriremos por ese Karma Colectivo.

¿Debo concentrarme sólo en lo que me compete a mis intereses, aún cuando me aproveche de las ventajas del colectivo, o debo de alguna manera retribuir a ese colectivo con mi participación?

¿Debo compartir lo que he aprendido en la vida para que otros puedan servirse de esas experiencias, buenas o malas, escribiendo por ejemplo en este blog? ¿O debo callarme y guardar para mí como un tesoro esos aprendizajes que tanto me costaron y dejar que cada uno aprenda por sí mismo?

¿Cómo aprenderé si no participo? Esto vale para un deporte, para la economía, para la política, para el aprendizaje cotidiano en el hogar, en los grupos, en todo aquello que contenga “otros seres humanos” distintos a mí.

Ellos me ayudarán a ver mis propios defectos cuando yo me ponga a su lado y compare; ellos serán en cierto modo “mi espejo” en el que pueda mirarme, y así podré reconocerme y darme cuenta de lo que tengo y de lo que me falta.

Yo creo que esto es un problema de maduración, de conciencia, de aprendizaje… es un camino que debemos recorrer a fin de descubrir el Sendero Angosto, y que es una decisión personal, como todo crecimiento.

Lo importante es dar la bienvenida a las situaciones e intentar que nos sirvan para un nuevo aprendizaje, pero buscando que siempre sea en equilibrio, porque si no es así, no sirve para evolucionar. Es la balanza de Libra: yo y el otro, el otro y yo, participando, jugando, equilibrando, complementándonos, tomando conciencia de uno y del otro que está enfrente.

Entonces… ¿Hay defectos? Inevitablemente, los hay, pero el defecto se manifiesta particularmente en la visión de quien lo observa, en su realidad, según el color de los anteojos que lleve puestos en ese momento, y por eso, cuando esto sucede, deberíamos estar atentos a que no nos importe tanto lo negativo del defecto, como lo positivo que podemos aprender de él.

Concentrarnos más en la oportunidad que nos ofrece, que en la apreciación que tengamos del hecho en sí. Asumir la responsabilidad de mejorarnos y reconocer en el otro que se nos pone enfrente o a la par, no importa, a nuestro indicador que nos permita autoevaluarnos y localizar lo que no estamos haciendo bien, para evolucionar.

¿No deberíamos estarle agradecidos a que de una forma u otra, se preste a participar en un juego de a dos o de grupo con nosotros, en lugar de fastidiarnos con él?

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Bendiciones e Iluminación. Leo
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